
Nuevo Papa
Fumata blanca, el humo que cambia la historia
Las prácticas que preceden a la elección se han ido estableciendo con el paso de los siglos hasta concluir en la actual Capilla Sixtina

La multitud espera en la Plaza de San Pedro la fumata blanca. Será la culminación del funcionamiento de la maquinaria vaticana para la elección del nuevo Papa. Sin embargo, tanto el lugar de reunión, como los procedimientos de elección son relativamente recientes. Las primeras comunidades cristianas nombraban a la cabeza de la Iglesia con ayuda de los obispos y del pueblo. Según Cipriano de Cartago (m.258), el Papa Cornelio fue elegido obispo de Roma por decreto de Dios y de su Iglesia, por los obispos ancianos y de hombres buenos, eligiéndose por consenso o por aclamación, teniendo los laicos el derecho a rechazar al Papa elegido.
Esto supuso una pugna dentro de la Iglesia, ya que, en el 769, el Concilio de Roma trata de abolir esta costumbre que se vuelve a implantar en el 862 durante el Papado de Nicolás I por las aristocracias romanas, quienes controlaron la elección papal durante gran parte del siglo X, cuando la familia Tusculo controlaba la elección papal en disputa con la familia Crescendi. Estos la controlarán durante el siglo siguiente, a su vez en debate con el Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
Sin oposición
El Pontífice debía pertenecer al clero romano y ser propuesto por los cardenales obispos: la aceptación incumbe a todo el colegio cardenalicio sin que sea necesario que la elección tenga lugar en Roma, y sin que el Emperador tuviese derecho de oposición.
Toda esta pérdida de los derechos imperiales provocará el rechazo del Emperador Enrique IV, quien declara nulo lo acordado en el sínodo de 1059.
La pugna entre el Papado y el Emperador llega a su clímax con Gregorio VII quien se enfrenta al Emperador para establecer la supremacía de la autoridad papal frente al Imperio y la nueva ley canónica que impulsa la elección de Papa por el colegio cardenalicio. Durante este enfrentamiento, conocido como Querella de las Investiduras, Gregorio excomulgó a Enrique IV tres veces y nombró un antipapa, Clemente III, que excomulgó al propio Gregorio.
A pesar de la reforma, las interferencias civiles en la elección papal fueron continuas. Así, en 1274 durante el concilio de Lyon, el Papa Gregorio X promulgaba la constitución apostólica «Ubi periculum», donde establecía que los electores debían permanecer encerrados bajo llave, «cum clave», hasta que se eligiese nuevo Papa. Para evitar reuniones tan largas como la de 1268, que duró 33 meses, se ordena racionar progresivamente el alimento a partir del cuarto día de reunión y, desde la octava jornada, sólo se servirán pan y agua.
La norma no fue bien vista por los cardenales electores y, con el tiempo, se fue suavizando, aunque la costumbre de elegir al nuevo Papa en una sala cerrada perduró hasta nuestros días.
Otra de las sedes clásicas de la reunión del cónclave fue la iglesia de Santa María Sopra Minerva, en Roma, donde se establecieron las reuniones hasta el Cisma de Occidente (1378-1410). En 1492, fue la primera vez que se usó como espacio de elección papal la Capella Maggiore, construida y restaurada por Sixto IV entre 1477 y 1480 para el culto pontificio, levantada sobre las ruinas de la antigua Capella Nicolina decorada por Fra Angélico.
Entre 1508 y 1512, Miguel Ángel pintaría por encargo de Julio II la bóveda de la Capilla Sixtina. Entre 1536 y 1541, iluminaría el frontal con la famosa escena del Juicio Final para Paulo III. Este lugar sería establecido como obligatorio para los cónclaves desde el año 1889, pero no siempre fue lugar de elección: se utilizaron otros lugares en Roma, como el palacio del Quirinal, que albergó su último cónclave en 1846. El siguiente, el de 1878, donde se designó a León XIII, sí lo albergó la Capilla Sixtina, desde entonces lugar de la elección papal.
Papeletas quemadas
En nuestros días, la elección de un nuevo pontífice se comunica a través de una fumata blanca, que se produce a través de la combustión de las papeletas de la elección en una estufa con chimenea instalada en la Capilla Sixtina con ese fin. La tradición se remonta al año 1800, cuando el pueblo de Roma se reunía frente al Quirinal para presenciar el humo, siempre negro. La ausencia de éste, indicaba la elección de un Papa.
La primera vez que se emplea la fumata blanca para anunciar la elección Papal fue, en 1914, durante el cónclave que eligió a Benedicto XV.
En la mayor parte de las reuniones que han elegido a los Papas del siglo XX, desde Juan XXIII, en 1958, a Benedicto XVI, en 2005, el color del humo no era concluyente, lo que dio lugar a la introducción de químicos para eliminar las dudas. Para la fumata negra se usa perclorato de potasio, antraceno y azufre; y para la fumata blanca, clorato de potasio, lactosa y colofonia, lo que hace que el color del humo sea indiscutible desde 2013, cuando salió el nombre de Jorge Mario Bergoglio.
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