Medio ambiente
India crea lluvia artificial contra la contaminación
La siembra de nubes consiste en introducirles diminutos núcleos de condensación que provocan agua
El amanecer en Delhi (India) durante los meses fríos adquiere un tono que no proviene del Sol, sino del velo denso de contaminación que envuelve cada calle. La escena, más propia de una distopía urbana que de una capital moderna, se repite año tras año. Humo procedente de las quemas agrícolas en el Punjab y Haryana, gases de millones de vehículos o chimeneas industriales conforman una mezcla letal. En este entorno, donde respirar equivale a inhalar veneno, ha surgido la propuesta de inducir la lluvia para lavar la atmósfera.
La técnica elegida no es reciente, aunque en la India su utilización apenas comienza a asentarse. Se denomina siembra de nubes, y su fundamento radica en una idea aparentemente simple. Si se introducen en las nubes diminutos núcleos de condensación –como yoduro de plata o cloruro sódico–, las gotas de agua se agrupan y, con suerte, comienzan a precipitar. No crea lluvia de la nada, pero puede acelerar el proceso natural cuando la humedad es elevada y las condiciones térmicas son favorables. El objetivo en Delhi no es la agricultura ni la regulación hídrica, sino la supervivencia momentánea frente a una crisis respiratoria colectiva.
La capital india figura sistemáticamente entre las ciudades más contaminadas del globo. En noviembre de 2023, los sensores del Consejo Central para el Control de la Contaminación registraron concentraciones de partículas PM2.5 casi treinta veces por encima del límite aconsejado por la Organización Mundial de la Salud. Ante semejante panorama, las autoridades locales han agotado medidas convencionales como limitar la circulación de vehículos según matrículas, frenar obras, cerrar centros educativos o promover jornadas sin combustibles fósiles. Sin embargo, el problema se renueva cada otoño, cuando los vientos se detienen y la neblina tóxica se asienta como manta inamovible.
En esa coyuntura, el Gobierno de Delhi, junto al Instituto Indio de Tecnología, ha apostado por apuntar al cielo. Desde hace meses, equipos de meteorólogos y físicos atmosféricos analizan los cúmulos aptos para la operación. Se prevé utilizar aeronaves ligeras para liberar los compuestos sobre sectores concretos de la urbe entre finales de octubre y los primeros días de noviembre, cuando la humedad relativa supera el 70%. Los especialistas confían en provocar una precipitación breve pero suficiente para arrastrar del aire buena parte del polvo, el hollín y las micropartículas suspendidas.
No obstante, el entusiasmo inicial convive con una dosis de escepticismo. Gran parte de la comunidad científica advierte que la eficacia de esta práctica depende de factores sumamente variables: la temperatura, el tipo de nubes, el tamaño de las gotas y la corriente ascendente. Estudios realizados por la Administración Meteorológica China y por centros de investigación en Dubái muestran resultados dispares. En algunos casos se logra aumentar la lluvia hasta un 15%, en otros la variación es insignificante. Además, los expertos recuerdan que el impacto de estos procedimientos sobre la calidad del aire es efímero ya que el lavado atmosférico puede durar apenas uno o dos días.
A pesar de esas incertidumbres, el interés por la modificación del clima crece en el planeta. El año pasado, Arabia Saudí anunció un plan para expandir su programa nacional de siembra de nubes con medio centenar de vuelos anuales; y en Estados Unidos, varios estados del oeste utilizan la técnica para reforzar sus embalses.