Alimentación
La dieta mediterránea, más sostenible que la americana
Un estudio demuestra la reducida huella hídrica de la alimentación. típica de los países del sur de Europa
Todas las propiedades y los beneficios que para la salud tiene la dieta mediterránea son de sobra conocidos. Pero a su abanico de recomendaciones para el bienestar personal se le suma otro argumento en favor del medio ambiente. De acuerdo con un estudio realizado por el Observatorio del Agua de la Fundación Botín, el volumen de agua dulce que se necesita para producir los alimentos de la dieta mediterránea es considerablemente menor que la que se requiere para elaborar una guía alimentaria típicamente norteamericana. De esta forma, el objeto de estudio ha girado alrededor de alimentos como el tomate, la lechuga, la carne de ternera, la leche semidesnatada o la margarina; ingredientes que pueden estar presentes sólo en uno o en los dos patrones analizados.
En total se han comparado más de un centenar de alimentos distintos, siendo el aceite de oliva el que mayor huella hídrica representa en la dieta mediterránea (un quinto del total) mientras que sucede lo mismo con la carne de ternera en la dieta americana (algo menos de la sexta parte).
Así, la diferencia de litros de agua consumidos virtualmente asciende a 401 litros por persona y día, algo más de lo que supone la capacidad de una bañera convencional.
Pero no se trata sólo del uso del agua, sino también de su contaminación. Y es que además de la huella hídrica verde (consumo de agua de lluvia por plantas o vegetales) y la azul (consumo de agua superficial y subterránea), se ha tenido en cuenta la huella hídrica gris, aquella que hace referencia al agua dulce necesaria para asimilar la carga de contaminantes. Así, debido al nitrógeno utilizado en los cultivos, la dieta americana exige en este sentido unos 700 litros más por persona y día que la mediterránea.
Tal y como señalan los responsables de la investigación, el objetivo del análisis es el de «sensibilizar a la sociedad para propiciar un cambio de actitud que permita reducir el desperdicio de alimentos y la presión sobre los recursos hídricos».
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