Brote de ébola
La peluquera de Teresa, de baja y con atención psicológica
El establecimiento continúa con el cartel
de cerrado y sin desinfectar. La dueña estudia poner una reclamación por los daños causados
El cartel de la peluquería en la que Teresa Romero, la auxiliar de enfermería curada de ébola, se depiló continuaba ayer con el cartel de cerrado. Aunque la dueña del establecimiento de Alcorcón recibió el pasado lunes el alta, tras permanecer 21 días en aislamiento en el Hospital La Paz-Carlos III, no ha logrado sacar las fuerzas necesarias para abrir. En su caso se juntan varios dilemas. No sólo ha sufrido la cruz de estar 21 días ingresada sin estar enferma pero con el temor a poder estarlo, sino que además ha tenido la peluquería cerrada. Y aunque no hay negocio que aguante tanto tiempo con el cierre echado (el cartel de «cerrado por motivos personales» está desde el 8 de octubre), lo cierto es que puede que siga así varios días. Porque «la dueña de la peluquería está en su casa de baja con atención psicológica y la recomendación médica de no ir a trabajar de momento», explica una persona próxima a su entorno.
Antes de abrir el establecimiento, éste ha de ser desinfectado. Una tarea que se está eternizando porque «estamos acordando con ella una fecha para desinfectar la peluquería», aseguraron ayer desde la Consejería de Sanidad. Y es que el miércoles un equipo de técnicos cualificados acudió hasta el centro para proceder a la desinfección del establecimiento y, sin embargo, no contaban aún con el permiso de la dueña, tal y como explicaron desde la Consejería. De hecho, incluso se montó una caseta, que continuaba ayer, para que los profesionales pudieran cambiarse de ropa.
El miedo es libre, dicen siempre los psicólogos. En el caso de la dueña de la peluquería, seguramente todos lo tendríamos. Es autónoma, su salario y el de sus trabajadores depende no sólo de ir al trabajo, sino también de que su clientela vaya. Algo a lo que, según los psicólogos consultados, habrá dado vueltas en su cabeza durante su ingreso.
«Lo está pasando mal, teme que los clientes no vayan a ir más por eso se ha ido unos días de la región», explican desde su círculo próximo, que añaden que «está estudiando poner una reclamación a Salud Pública por los daños causados». Respecto a los futuros, es una pesadilla que puede convertirse en realidad o no, porque «una cosa es lo que elaboramos en nuestra mente y otra lo que sucede. Ella habrá pensado no sólo en el daño económico que le habrá supuesto cerrar la peluquería durante tanto tiempo, sino también le habrá dado vueltas a si perderá los clientes, pero eso no lo sabrá hasta que no abra la puerta del negocio y entren los primeros. Cuando esto suceda pensará en cómo ha podido barajar esta posibilidad», explica el psicólogo Javier Urra. «Habrá gente que no vaya, pero la mayoría –prosigue– sí irá, porque los vínculos que se crean entre una peluquera y su clientela son fuertes. En muchos casos la clienta acaba convirtiéndose en una amiga. Se está hablando de que las personas tienen miedo, pero también son altruistas y generosas por lo que habrá clientes que aunque les dé cierto reparo ir al final vayan porque saben que tienen que ir, que es lo correcto». «Casi siempre se impone la emoción y el razonamiento al miedo», añade.
Aunque como apunta Mónica Pereira, psicóloga experta en Emergencias, «si hay una recomendación de no ir a trabajar es posible que la apertura de la peluquería se relacione con su malestar, porque por lo general los profesionales proponemos volver lo antes posible a la vida normal tras una situación de estrés, de modo que los médicos habrán valorado que volver inmediatamente puede aumentar su nivel de ansiedad y que en su caso sea mejor dejar pasar un tiempo». ¿Cuánto? «No hay tiempos, depende de cada persona», añade Pereira, que hace hincapié en que su baja puede «deberse a múltiples motivos».
Al temor apuntado por Urra hay que sumar el posible enfado que tenga por haberse visto envuelta en esta situación. Porque al parecer Romero fue a depilarse a su peluquería después de visitar al médico de familia con los primeros síntomas de fiebre, según afirmó en su día el consejero de Sanidad. Pero incluso de haber tenido lugar en su primer día de vacaciones, como también se dijo, ¿por qué Teresa no avisó de que había estado en contacto con un enfermo con ébola? O ¿por qué el protocolo no recomendaba evitar este tipo de actividades?, o ¿por qué si, según Javier Limón, desde que empezaron los síntomas febriles la pareja había dejado de compartir cama y baño, no hizo lo que parece lógico (aunque a toro pasado), ante la duda, depilarse en casa?
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