Química
La solución está en la química
¿Cuáles son las necesidades más acuciantes que afectan hoy día al ciudadano de a pie? ¿El paro, la salud, el procés...?
¿Cuáles son las necesidades más acuciantes que afectan hoy día al ciudadano de a pie? ¿El paro, la salud, el procés...?
El Foro Económico Mundial ha recogido recientemente la lista de los desafíos más graves a los que nos enfrentaremos en los próximos cinco años. A la cabeza se encuentran la lucha contra el cambio climático y la escasez de agua. Es posible que, en un lustro, 4.000 millones de personas en el planeta tengan dificultades cotidianas para encontrar agua potable suficiente. Nunca antes la humanidad se había enfrentado a un reto de este calibre.
El informe trata de proponer también algunas soluciones a los problemas que se describen. Y todas ellas pasan por la ciencia. Es más, la mayor parte de ellas pasan por la química. Sí, esa disciplina adusta en el bachillerato, olvidada en la adultez y generalmente mal percibida por la sociedad.
Pocas palabras tienen una mala fama tan injusta como la química. Solemos decir que algo que no nos gusta «sabe a química», preferimos los productos naturales a los que tienen «mucha química», consideramos que los productos químicos son generalmente mercancías peligrosas... Y es que olvidamos que todo es, en realidad, química. El agua pura y potable, la que da la vida, no es otra cosa que una gloriosa combinación química de oxígeno e hidrógeno. La forma en el que nuestras neuronas excitan las emociones al escuchar una sinfonía es en buena medida un ingenioso intercambio de sustancias químicas. El crecimiento de las plantas, el equilibrio de gases en la atmósfera, el interior del medicamento que nos salva la vida... son obra y gracia de la química. Nadie en sus cabales dudaría en someter a su hijo a un tratamiento de quimioterapia (por muy «quimio» que fuera) como tampoco nadie en sus cabales le daría una dosis de estricnina, por mucho que sea un producto la mar de «natural» extraído de un tipo de naturalísimas nueces.
Desde que Lavoisier comenzara a entender que la vida que nos rodea se basa en la arquitectura invisible de la química, desde que Medeléyev le pusiera cara y ojos a esa arquitectura creando la tabla patrón de todos los elementos, la química se ha convertido en la disciplina científica que más ha impactado en nuestras vidas. Es la base de la medicina, de la búsqueda de nuevas energías, de la creación de materiales, de la industria de la conservación de los alimentos, de la construcción de ciudades limpias...
Este fin de semana, Barcelona se ha convertido, también, en capital mundial de la química. Desde hoy acoge el 10º Congreso Mundial de Ingeniería Química. El Congreso se celebra en paralelo a Expoquimia 2017, la mayor feria dedicada a la química en el sur de Europa, y a otros eventos que tendrán lugar en las mismas fechas como, el World Chemical Summit y el «Smart Chemistry, Smart Future», un repaso a lo más avanzado en el mundo de la química aplicada organizado por Feique (Federación Empresarial de la Industria Química Española). Es como si el Mundial de Fútbol se celebrará comprimido en cuatro días en el mismo Camp Nou... pero con ciencia.
Algunas de las aplicaciones más sorprendentes de este creciente sector parecen propias de la ciencia ficción. En el Instituto de Bioingeniería de Cataluña, el profesor Samuel Sánchez trabaja creando nanomáquinas capaces de detectar células cancerígenas dentro del cuerpo humano. En realidad estos nanorrobots no son ingenios mecánicos, son partículas químicas diseñadas inteligentemente para reaccionar sólo al contacto con determinados estímulos. Estas partículas se mueven por el torrente sanguíneo usando urea y glucosa como combustible, detectan bacterias, toxinas o moléculas propias de una célula cancerosa y la señalizan. En el futuro quizás puedan incluso depositar pequeñas dosis de fármaco para combatir el mal en cuestión.
Estos nanotransportadores no solo se aplicarán en medicina. La misma ingeniería química que hay detrás de ellos puede usarse para detectar contaminantes en una fuente de agua, radiación fugada en una central nuclear o polución en el aire de una ciudad. También para almacenar energía dentro de ellos, como si fueran microscópicas baterías de un teléfono móvil que apenas se ve.
Mucha química hay también detrás de algunos proyectos fascinantes relacionados con nuevos materiales. Por ejemplo, ropas y tejidos domésticos que son fabricados con sustancias que repelen a los mosquitos portadores de la malaria o cortinas para hospitales que, al recibir el impacto de una fuente de luz, emiten sustancias antibacterianas para evitar enfermedades.
Otras áreas de investigación han centrado su atención en la degradación de los plásticos. Que un plástico sea 100 por 100 biodegradable y, por lo tanto, no genere daño al medio ambiente, depende sobre todo de su composición química. Algunas empresas están investigando composiciones de polímeros llamados PHA producidos mediante la fermentación de azúcares y lípidos que se fragmentan en contacto con el agua y el sol y se convierten en alimento para peces. Es decir, las bolsas de plástico que hoy en día ahogan a la fauna marina, quizás la alimenten en el futuro.
En otros laboratorios se estudia el modo de capturar CO2 de la atmósfera (y evitar el efecto invernadero) para convertirlo en etileno. Ese etileno se puede transformar en polietileno para fabricar tuberías, teclados de ordenador o raquetas de tenis.
Existen propuestas de biohormigones para construir edificios que se autorreparan: cuando aparece una grieta en la pared, el propio material se reconstruye y la tapa. ¿Adiós al desgaste de los edificios? Gracias a la química el Gas Licuado de Petróleo GLP se está convirtiendo en el combustible de automoción más limpio y seguro del mundo. Y, gracias a la química, cuatro estudiantes vascos han logrado diseñar un sistema que detecta drogas en las copas de las discotecas de manera instantánea, evitando así los ataques que muchas jóvenes sufren con esta ominosa técnica de privación de la consciencia.
Sí, todo eso es química... y mucho más. Los avances en el campo de la ingeniería química para la próxima década parecen realmente imprevisibles.
Hoy, en Barcelona, está convocada una manifestación... en este acaso en apoyo a una de las ciencias más desconocidas y vanguardistas.
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