Salud
El lado oscuro de la operación Bikini
Los expertos advierten de que las dietas exprés y el ejercicio sin control pueden poner en riesgo la salud física y mental
La presión social, las redes sociales y la inmediatez llevan a muchas personas a probar cualquier método para lograr resultados visibles en pocas semanas: dietas «milagro», rutinas deportivas muy exigentes, ayunos no supervisados o automedicación. Según Ángela Ott, psicóloga de Yazen, clínica digital especializada en el abordaje integral de la obesidad, estos métodos no solo no funcionan a largo plazo, sino que pueden tener un impacto psicológico muy negativo. «Cuando una persona se somete a una dieta restrictiva o a un programa de entrenamiento extremo sin comprender sus necesidades emocionales y físicas a menudo puede resultar en frustración y una sensación percibida de fracaso, a veces conduciendo a un efecto rebote severo», apunta Ott. «Además, tales enfoques exprés pueden aumentar el riesgo de desarrollar patrones de alimentación desordenados, afectando la autoestima de la persona y cómo percibe su cuerpo, así como potencialmente llevar al aislamiento social».
Además, según la experiencia clínica, el uso creciente de fármacos indicados para el tratamiento de la obesidad –como agonistas del receptor GLP-1– sin diagnóstico médico y sin un plan terapéutico integral, puede poner en riesgo no solo la eficacia del tratamiento, sino también la seguridad del paciente. «No se trata solo de perder peso, sino de entender por qué se ha ganado ese peso y cómo abordarlo de forma segura y sostenible», señala Ana María Troilius, coach en Yazen.
En este sentido, una pérdida de peso rápida, superior al 10% del peso corporal en un corto periodo de tiempo, se ha asociado con mayor riesgo de descompensaciones metabólicas, desequilibrios hormonales y pérdida de masa muscular, según un estudio publicado en «The Lancet Diabetes & Endocrinology», centrado en los efectos del tratamiento con semaglutida en adultos con obesidad.
El abordaje del sobrepeso y la obesidad debe hacerse de forma multidisciplinar, con el acompañamiento de profesionales médicos, psicólogos, nutricionistas y entrenadores personales, especialmente si se va a iniciar un tratamiento farmacológico. «Lo importante no es perder peso a toda costa, sino mejorar la salud metabólica y la calidad de vida del paciente. Y eso se consigue con un plan adaptado a cada persona, no con fórmulas generalistas ni soluciones rápidas», asevera Ana María Troilius.
Autoimagen
Desde el área de psicología de Yazen, subrayan además la importancia de preparar mentalmente a la persona para un proceso de cambio realista y sostenido en el tiempo. «La prevención empieza por desmontar la idea de que perder peso debe ser un proceso rápido, lineal o exclusivamente físico», explica la psicóloga Ángela Ott. «Nuestro papel es ayudar al paciente a desarrollar tolerancia a la frustración, trabajar la relación con su cuerpo y generar recursos emocionales que le permitan mantener los cambios sin caer en el todo o nada».
En este sentido, la especialista recomienda desconfiar de cualquier enfoque que no contemple la historia personal del paciente: «Una intervención eficaz en obesidad no solo se basa en pautas nutricionales o farmacológicas, sino en comprender los factores conductuales y emocionales que han llevado a esa situación. Cuidar la salud mental no es un complemento, es una parte esencial del tratamiento», concluye la especialista en psicología.
Por su parte, Gloria Martínez, presidenta y fundadora de la Asociación de Trastornos de la Conducta Alimentaria de La Rioja (ACAB Rioja), señala que «la Operación Bikini es una contrarreloj peligrosa y dañina para mente y cuerpo. El cuerpo hay que cuidarlo todo el año, pero siempre de manera controlada por profesionales ya que si no puede ser uno de los factores de riesgo precipitantes en desencadenar diversas enfermedades». Y avisa sobre las «dietas milagro» porque «muchas de ellas conllevan el efecto rebote, recuperar y aumentar el peso al abandonar la dieta, las lesiones físicas al aumentar la actividad de manera brusca porque nuestro cuerpo no está acostumbrado y, además, hay daños psicológicos, problemas emocionales o trastornos de la conducta alimentaria».
Gloria Martínez cree que los jóvenes es el colectivo más vulnerable a informaciones que leen en Internet: «El acceso a las redes sociales se produce cada vez desde edades más tempranas en las que existe una escasa capacidad de razonamiento crítico. Esto, unido a la importancia que tiene la autoimagen en estas etapas evolutivas, y la gran presión social a la que estamos sometidos por el culto a la imagen provoca que cada vez haya un inicio más precoz de los trastornos de alimentación».