La herencia invisible
La leche materna potencia el sistema inmunitario de los bebés
El organismo de la madre confiere al lactante una protección basada en las propias células inmunitarias que utiliza su aparato digestivo para protegerse a sí misma del ataque de bacterias patógenas. La "firma" materna permanece, han publicado científicos de la Universidad de Pittsburg
Las virtudes de la lactancia materna no necesitan ya mucha constatación. Está más que demostrado científicamente que esta práctica es una fuente de innumerables ventajas para la salud del bebé y para el desarrollo de lazos emocionales entre la madre y su criatura. Pero aún quedan algunas incógnitas por resolver sobre los mecanismos biológicos que intervienen en estos beneficios y hasta qué punto se pueden lograr similares efectos con otras alternativas como las leches maternizadas o la donación de leche materna. En esa dirección, esta semana ha visto la luz una nueva investigación que puede ayudar a entender cómo funcionan las sutiles relaciones entre la lactancia y el sistema inmunitario del niño o la niña.
Un trabajo científico publicado por expertos de la Universidad de Pittsburgh (Pensilvania, Estados Unidos) ha hallado que la leche materna humana transfiere una tipología única de anticuerpos que es exclusiva de cada madre y que se presenta de manera sorprendentemente estable durante el periodo de embarazo y lactancia. Es obvio que el sistema inmunitario del bebé se ve profundamente afectado por la alimentación que recibe de su madre, pero este trabajo ha dado con las claves de cómo la tipología de proteínas del nutriente natural puede favorecer la lucha contra determinadas patologías infecciosas futuras.
El trabajo, dirigido por el doctor Timothy Hand de Pittsburgh, ha consistido en el análisis de diferentes muestras de leche donada a biobancos y centros de investigación de diferentes localidades de Estados Unidos. Sobre esas muestras se realizó un rastreo de distintos anticuerpos que suelen unirse a bacterias comunes.
Los perfiles de anticuerpos de cada donante resultaron ser completamente diferentes entre sí. En realidad, esta "personalización" de las características del nutriente natural era conocida por la comunidad científica, pero nunca antes se había podido demostrar de manera tan evidente mediante el perfilado de cientos de muestras.
El análisis confirma que, durante el embarazo, legiones de linfocitos B viajan desde el intestino de la madre a las glándulas mamarias donde comienzan a fabricar anticuerpos. El organismo de la madre confiere de ese modo a su bebé una protección basada en las propias células inmunitarias que utiliza su aparato digestivo para protegerse a sí misma del ataque de bacterias patógenas. En ese proceso, la peripecia vital de la madre marca diferencias.
Cada mujer tiene su propia historia clínica, ha pasado sus propias enfermedades, tiene perfiles de alimentación diferentes, ha recibió una medicación distinta a lo largo de su vida y ha desarrollado un sistema inmunitario único. Único, pero no intransferible.
Durante el periodo de lactancia, la leche va cambiando desde una sustancia muy concentrada y rica en proteínas (el calostro) hasta la leche ya evolucionada como tal. El calostro es una sustancia compuesta de un 87% de agua y diferentes cantidades de elementos como la grasa, proteínas variadas y lactosa. Se ha descubierto recientemente que también aporta grandes cantidades de Inmunoglobulina A y lactoferrina, así como linfocitos y macrófagos que aportan protección inmunitaria al recién nacido.
El equipo de Hand quiso saber si en esa evolución desde el primer calostro a la última leche ofrecida durante la lactancia, el aporte de anticuerpos también cambia y si en las distintas etapas del desarrollo de este nutriente el aporte beneficioso para el sistema inmunitario varía. Para ello se han realizado perfilados celulares de leche de la misma donante a lo largo del tiempo, incluso de la misma donante en distintos embarazos.
El resultado demuestra que la "firma" de la madre es permanente. Se mantiene durante el tiempo, es similar en diferentes embarazos y también se mantiene en el bebé durante su desarrollo. Eso demuestra que cuando los linfocitos protectores llegan al tejido mamario lo colonizan y permanecen allí durante mucho tiempo. "Esto es realmente importante para conocer cómo adquieren los bebés su sistema inmunitario y cómo están de preparados para afrontar enfermedades futuras", ha asegurado el doctor Hand.
Pero uno de los objetivos más novedosos del estudio era averiguar si estas peculiaridades celulares son similares en los casos de mujeres donantes de leche o en embarazadas que dan a luz antes de llegar a término sus embarazos. Algunas de las células B migran al tejido mamario de la mujer al iniciarse el último trimestre de embarazo. Los expertos se preguntaron si las mujeres que alumbran antes de los 9 meses de gestación han completado el proceso de migración celular y su leche cuenta con las mismas propiedades inmunológicas. “Buenas noticias -ha declarado Timothy Hand- las mujeres que experimentan partos prematuros cuentan con la misma cantidad y diversidad de linfocitos en su leche”.
Caso distinto es el de la leche donada. Estudios previos han demostrado que la mejor manera de nutrir a un bebé es la lactancia de su propia madre. Pero en los casos en los que esta práctica no es posible, la donación de otra mujer es una alternativa saludable. A pesar de ello, la leche donada suele ser sometida a procesos de pasteurización para eliminar el riesgo de infecciones bacterianas cruzadas. Esta esterilización reduce el número de anticuerpos transmitidos en la leche. El estudio comparativo demuestra que la leche de donante tiene menos cantidad y diversidad de células B que la leche de la propia madre.
El estudio no llega a especificar si esta reducción en la cantidad de células del sistema inmunitario significa que la leche de donante protege menos contra enfermedades propias del bebé que la leche materna. Es necesario seguir realizando otras investigaciones para saber cuál es el nivel mínimo de linfocitos necesarios para evitar enfermedades.
En concreto, los próximos pasos de esta investigación se enfocarán en el desarrollo de patologías propias de los primeros meses del desarrollo del bebé y, especialmente, en una enfermedad poco frecuente pero que puede ser mortal para el recién nacido llamada enterocolitis necrotizante. Se produce cuando el tejido intestinal se inflama y muere. La causa de esta enfermedad no se conoce bien, puede estar relacionada con un fallo en el proceso de madurez de los intestinos pero suele ir acompañada de una infección, lo que sugiere que está relacionada con el crecimiento de bacterias peligrosas. El 90% de los bebés afectados son prematuros. De ahí la importancia de entender bien los posibles mecanismos protectores en diferentes fases del desarrollo de la leche materna.
Además de este hallazgo sobre la protección que aportan las madres a sus bebés transfiriéndole estos anticuerpos exclusivos, la lactancia materna reduce el riesgo de sobrepeso u obesidad en un 13%, de leucemia en un 19% y de diabetes tipo 2 en un 35%, señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). La OMS recomienda que los bebés se alimenten exclusivamente siendo amamantados los primeros 6 meses de vida y después introducir alimentos adecuados y seguros mientras se continúa con la lactancia materna hasta los dos años de edad.
Jorge Alcalde es director de "Esquire".
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