Alcohol
«No me gusta la bebida ni lo que produce. Soy la rara»
En primera persona
Marta tiene 16 años y, como la mayoría de las adolescentes de su entorno, acude cada fin de semana a la misma cita: botellón en el parque más alejado que encuentren. Ahora va sin demasiadas reticencias porque «no todos beben», sin embargo, no hace mucho, se inventaba excusas para no ir. «Decía que estaba enferma o que tenía otra cosa», cuenta a LA RAZÓN. «No me gusta el alcohol y mucho menos lo que produce. Verles tirados en el suelo o vomitando no es agradable y yo no me quiero ver en esa situación, pero las que no lo hacemos somos las raras del grupo». Aun así, Marta lo tiene claro y ahora que ha conseguido que se sumen a ella otras amigas lo lleva mejor. «Somos como la mitad».
¿Cuál es el plan de ese viernes o sábado por la noche? «Quedamos el viernes o el sábado y nos pasamos unas tres horas hasta que se acaba todo el alcohol. Se beben unas dos o tres botellas, con y sin mezclar. Muchas de las cosas que compran ya tienen sabores, algunas son como comerte chucherías». Marta, mientras el resto «se va poniendo pedo», bebe algún refresco o ni eso. Y es que las experiencias de su grupo la refuerzan en sus convicciones. «Hace cuatro años, una de mis amigas, con sólo doce años, se juntó con chicos mucho mayores y bebió tanto que sufrió un coma etílico. Vino el Summa y la tuvieron que ingresar en el hospital». Sin embargo, a pesar de lo que pueda parecer, esa misma chica no ha dejado de beber y cada fin de semana sigue yendo con su botella de ron o ginebra a los encuentros. En cambio otro de los chicos del grupo pasó por una experiencia similar y «ahora se ha pasado a nuestro bando y no prueba el alcohol». Otro de los motivos de que los botellones no hayan desaparecido, todo lo contrario, vayan en aumento es la facilidad de acceso a la bebida. «Lo compran en las tiendas de ‘‘los chinos’’ o lo consiguen chicos mayores. En algún caso son los propios padres los que se lo dan a sus hijos», confirma la adolescente.
Marta tiene muy identificado el problema: «Si tuvieran otras distracciones, les interesa el deporte u otras formas de ocio no se irían cada fin de semana a beber hasta caerse al suelo».
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