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Religión

El plan de León XIV: aval a las reformas de Francisco y magisterio sagrado

El Papa agustino desvela en su primera entrevista las claves de su pensamiento sobre la Iglesia y el mundo

León XIV, durante la audiencia general celebrada este miércoles en la Plaza de San Pedro VATICAN MEDIA HANDOUTEFE

León XIV enseña sus cartas. Pero no todas. Las justas para descubrir, al menos, qué mano tiene en este arranque de pontificado. Cuatro meses después de ser elegido Papa, Robert Prevost ha concedido su primera entrevista, que se integra en la primera biografía oficial autorizada que firma la vaticanista estadounidense Elise Ann Allen. El libro ha visto la luz en Perú y llegará a España el 2 de octubre bajo el título «León XIV: Ciudadano del mundo, misionero del siglo XXI» (Debate).

En el turno de preguntas, el Pontífice agustino aborda cuestiones tanto de política internacional como las guerras de Gaza y Ucrania o su relación con Trump, y se adentra en los cambios intraeclesiales promovidos por el fallecido Francisco. Si desde mayo León XIV no se había pronunciado abiertamente sobre cuestiones como los homosexuales o el papel de la mujer, en el diálogo con Allen comienza a establecer coordenadas. La premisa general para todos los temas pasa por evitar cualquier «polarización» y ejercer de puente de unidad, a la vez que apuntalar y reforzar, no solo respetar, los pasos dados por su predecesor. A la vez, subraya que respetará el magisterio de la Iglesia y deja caer con prudencia en cualquiera de los asuntos que se le ponen sobre la mesa que todavía es pronto para decantarse por dar más saltos. Lo cierto es que Jorge Mario Bergoglio no cambió una sola línea del Catecismo en sus doce años al frente de la sede de Pedro, pero sí visibilizó su apertura a través de otros documentos y reformas.

Así se refleja en sus palabras sobre el colectivo LGTBIQ+. En la entrevista, León XIV respalda la declaración «Fiducia Supplicans», que se publicó en diciembre de 2023 y que abrió la puerta a bendecir a las parejas gais y divorciadas. «Por supuesto que podemos bendecir a todas las personas, pero no buscar una forma de ritualizar algún tipo de bendición, porque eso no es lo que la Iglesia enseña», explica el Papa Prevost, refiriéndose a los folletos que ya se han elaborado al respecto en algunas parroquias europeas. «Me parece muy improbable, ciertamente en un futuro cercano, que la doctrina de la Iglesia cambie en términos de lo que enseña sobre la sexualidad y el matrimonio», remitiéndose al Papa Francisco y subrayando que la familia «tradicional» está conformada por un hombre y una mujer. En cualquier caso, en su reflexión, dice identificarse con el «todos, todos, todos» que abanderó Francisco: «Todos están invitados a entrar, pero no invito a una persona porque sea o no de una identidad específica. Invito a una persona porque es un hijo o una hija de Dios. Todos son bienvenidos y vamos a conocernos y a respetarnos».

Tampoco abrirá puerta alguna a la ordenación sacerdotal femenina, algo que tampoco dejó ni siquiera entrever el Papa argentino. Y, al igual que él, congela por el momento cualquier pronunciamiento a favor sobre el diaconado femenino. Literalmente comparte con Allen que no tiene «la intención de cambiar la enseñanza de la Iglesia». De hecho, parafrasea prácticamente a Bergoglio en una interrogante que lanzaba constantemente su predecesor: «¿Querríamos simplemente invitar a las mujeres a clericalizarse, y qué ha resuelto eso realmente?». Y, al igual que él, anuncia que esperará a los dictámenes que presenten los grupos de estudio abiertos en el Vaticano: «Caminaremos con eso y veremos qué resulta». Eso sí, anuncia que seguirá «los pasos de Francisco, incluyendo la designación de mujeres en algunos roles de liderazgo, en diferentes niveles, en la vida de la Iglesia, reconociendo sus dones y su contribución a la Iglesia de muchas maneras».

Tampoco se queda al margen León XIV de una de las reivindicaciones de los grupos católicos ultraconservadores: celebrar la misa tridentina sin las restricciones que impuso el Pontífice jesuita. «Se puede decir misa en latín ahora mismo», verbaliza en un primer momento Rober Prevost cuando analiza este tema. A partir de ahí, alerta de cómo el rito preconciliar «se ha convertido en una herramienta política», en tanto que «algunos usan la liturgia como excusa para promover otros temas». Aun así, anuncia que se sentará con quienes la defienden para tratar su demanda.

En otro orden de cosas, avala la reforma financiera de Francisco hasta tal punto que, si bien admite que la crisis no se ha superado, «no me quita el sueño». En lo que a los abusos sexuales se refiere, también se compromete a seguir la senda de Bergoglio, poniendo en el centro a las víctimas desde «una sensibilidad y compasión auténticas». Y, a la vez que subraya que más del 90% de las denuncias son auténticas, también reivindica la necesidad de preservar la presunción de inocencia del acusado.

Cuando se le pregunta por las nuevas tecnologías, asegura que «va a ser muy difícil descubrir la presencia de Dios en la inteligencia artificial». Y advierte de que «si la Iglesia no alza la voz», los seres humanos se pueden convertir en «peones». Así, desvela que se negó a una propuesta que le hicieron para ser recreado con un avatar.

En el contexto internacional, también hace gala de su prudencia: «No veo que mi papel principal sea el de tratar de ser el solucionador de los problemas del mundo». Y aplica esta cautela con Gaza. «La palabra genocidio se está usando cada vez más», comparte, pero justo después señala que «oficialmente, la Santa Sede no cree que podamos hacer ninguna declaración al respecto en este momento». A la par, detalla que «hay una definición muy técnica de lo que podría ser un genocidio, pero cada vez más personas están planteando la cuestión, incluyendo dos grupos de derechos humanos en Israel que han hecho esa declaración».

El Papa norteamericano también afronta la relación con su país de origen y con Donald Trump. «No tengo planeado involucrarme en la política partidista», sentencia. Prefiere que sean los obispos quienes se relacionen con el presidente. «Pero si hubiera temas específicos en los que sí fuera posible comprometerme con él, no tendría ningún problema en hacerlo», expone Robert Prevost.