Entrevista

«El suicidio es un grave problema de salud pública, con 4.000 muertes al año»

Pedro Martín-Barrajón, psicólogo especialista en Emergencias, afirma que campañas serias de información podrían reducir esta cifra en un 30%

Pedro Martín Barrajón, psicólogo.
Pedro Martín Barrajón, psicólogo. J G Feria

Responsable de la Red Nacional de Psicólogos para la prevención del Suicidio en Psicólogos Princesa 81, ejerció como jefe de sala en el dispositivo del Ministerio de Sanidad durante la crisis de la Covid-19. Martín-Barrajón considera que la pandemia ha desvelado «las vergüenzas» de las carencias previas en salud mental, que son especialmente graves en lo relacionado con esta conducta.

Tras los suicidios recientes ocurridos estos días, ¿qué está pasando en los jóvenes?

No debería causar tanta sorpresa, la situación actual viene fraguándose lentamente desde hace tiempo. La especialidad en psiquiatría infantil se creó en España en 2021. El incremento alarmante de intentos de suicido en jóvenes ha sido progresivo, se han triplicado los casos desde 2006, superando los 2.000 casos al año. Creo que la información se ha trasladado de manera nefasta a través de los medios de comunicación en su mayoría, y esto sí que supone un grave peligro. Como muchos profesionales de este ámbito compartimos, quizá estemos pasando del tabú y el silencio sobre el suicidio a algo igual de peligroso, el «ruido», que no aporta mucho más que clicks o likes, y sí puede provocar el temido «efecto llamada».

¿Qué papel juegan las redes sociales en el malestar de los menores?

Hay varios puntos a analizar respecto al uso de las TIC y las redes sociales. Igual que un coche puede ser una herramienta de trabajo, o un arma mortal, de la misma manera no podemos demonizar el uso de éstas per se. Las redes y su uso a edades tempranas y sin pedagogía previa alguna pueden ser literalmente un supermercado para encontrar métodos rápidos, eficaces e indoloros de terminar con la propia vida, o incluso donde recibir presión, insultos, amenazas y humillaciones, un espacio en continua comparación con los otros, donde intentar impostar una vida digna de admirar o deslumbrar a los otros para conseguir encajar en el grupo, que pueden conducir al aumento del riesgo de suicidio. Pero también pueden ser un recurso de fácil y rápido acceso donde compartir y adquirir conocimiento, encontrar ese sentido de pertenencia, reducir el aislamiento encontrando pares con inquietudes y aficiones parecidas, un lugar de expresión, y un medio para alcanzar independencia comunicativa, socializar, desarrollar estrategias de solución de problemas y un instrumento para ampliar la órbita social y expresar emociones a través de emojis, comentarios, imágenes…

¿A qué señales tiene que prestar una familia cuando un miembro tiene ideas suicidas?

Debemos ser respetuosos con los supervivientes, que ya llevan suficiente responsabilidad y culpa sobre sus hombros por no haber visto lo que nadie les había enseñado a ver. Es imprescindible aumentar la visibilidad del suicidio para poder prevenirlo. Dicho esto, hay diferentes señales, algunas más evidentes que otras. La más clara, que la persona manifieste su intención de manera explícita o implícita: «Para estar así es mejor acabar con todo». En este caso preguntar abiertamente: «¿Qué quieres decir con que no puedes más?». A nadie que no lo esté pensando previamente le vamos a inducir la idea, pero sí que puede ser la única ocasión de una persona en riesgo para recibir ayuda. Otras más universales son: bajo estado de ánimo, irritabilidad, aumento o pérdida del apetito y/o del sueño, pérdida de intereses y hobbies, aislamiento, falta de aseo y despreocupación por la imagen personal, dificultades de concentración o rendimiento en el trabajo, asumir conductas de riesgo o ilegales (consumo de sustancias, relaciones sexuales imprudentes, conducción temeraria, agresiones), gastos injustificados y de grandes sumas de dinero…etc. Algunas son incluso «contraintuitivas» para familiares y allegados, y tienen que ver con «conductas de cierre» o cosas que hacen las personas antes de tomar la decisión. Un cambio a tener muy en cuenta son las muestras de excesivo cariño, alegría o calma injustificadas sin motivo objetivo. Otras conductas «de cierre» son: regalar objetos con carga sentimental para la persona, las notas suicidas, arreglo de cuestiones legales (testamento...), cesión de mascotas, visitar a familiares o amigos que hace tiempo que no se visitan, dejar copias de llaves de la casa a alguien...

Se percibe un empeoramiento de la salud mental de la población. ¿A qué opina que es debido? ¿Ha influido la pandemia?

Es poco constructivo y esperanzador sumirnos en ese mensaje derrotista, además de reduccionista, de atribuir todos nuestros males a la pandemia, aunque sin duda ésta ha desvelado las vergüenzas de las carencias previas del sistema. La pandemia ha pasado, está pasando y nos pasará factura de muy diferentes formas... Cuatro millones de españoles son susceptibles de necesitar ayuda psicológica para superar la situación vivida por la Covid-19, además de 150.000 sanitarios.

¿Hemos llegado al «pico»?

No lo creo, por un aspecto que considero que está teniendo aún menos visibilidad: todas aquellas personas que atraviesan por un proceso de duelo por haber perdido un familiar por Covid han intentado durante todo este tiempo salir adelante y elaborar el duelo por sus propios medios. Aquellos que no lo han conseguido precisarán de atención especializada, y ahora comienzan a pedir ayuda, cuando el daño quizá ya haya «cristalizado». Siendo muy conservadores, contabilizando unas 80.000 muertes por Covid-19 en España, esto supone que unas 400.000 personas atravesarán por un proceso de duelo, de las cuales, cerca del 15-20% (60.000 personas) precisarán ayuda especializada.

¿Cree que se abusa de los fármacos contra estas patologías?

Sin duda, la hoja de ruta parece clara: la gran mayoría de motivos de consulta relacionados con salud mental son atendidos por el médico de cabecera porque salud mental está saturada. La demora de esas citas ronda los 4-9 meses en Madrid, por ejemplo. Transcurrido ese tiempo, nada garantiza la continuidad de cuidados, ni que la periodicidad de las citas sea inferior a mes y medio o dos meses, lo que nos convertió en el país del mundo con mayor consumo legal de ansiolíticos en 2020.

¿Cree que faltan medios para luchar contra el suicidio?

Es obvio y evidente que son insuficientes. Las diferentes medidas que vienen adoptándose son «tiritas» que persiguen más fines electoralistas que cubrir las necesidades de la ciudadanía. Uno de los inconvenientes es la visión «cortoplacista», y los beneficios de invertir en salud mental se observan a medio y largo plazo, las medidas adoptadas no garantizan una continuidad asistencial en la mayoría de casos, y algunas se han ejecutado de manera precipitada. Las últimas partidas presupuestarias destinadas a salud mental anunciadas son paupérrimas, y no cubren las necesidades actuales ni remotamente. Pero no parece una estrategia suficiente hasta la fecha la reivindicación, ni inteligente tampoco echarle los suicidios a la cara a ningún color político. Las cifras se mantienen desde el año 2000 (aunque en progresivo incremento), a pesar de quienes sean quienes nos gobiernen. Como repetimos constantemente: «El suicidio no es culpa de nadie, pero es responsabilidad de todos». Campañas serias de información podrían reducir cerca de un 30% los suicidios.

¿Qué pediría a las autoridades competentes para mejorar la salud mental de la población?

Seriedad, compromiso y continuidad, poner al frente a profesionales sanitarios capaces de atender a criterios de morbimortalidad para administrar los recursos (tasa de muertes por enfermedad en una población y en un tiempo determinados). Es inadmisible que la primera causa de muerte externa en nuestro país, el suicidio, que se cobra 4.000 muertes al año (como mínimo), no cuente con una financiación a la altura de este grave problema de salud pública. Compárense con los presupuestos, pedagogía, campañas de sensibilización y otras medidas destinadas a la prevención muertes por accidentes de tráfico, a las campañas sobre drogas en su día, a la violencia de género (48 mujeres asesinadas) frente a las 1.021 mujeres y 2.982 varones que perdieron la vida por suicidio en 2021. Un gran paso que nos haría avanzar en la prevención del suicidio sería involucrar a todos los agentes de cambio para combatir factores relacionados con el suicidio: desigualdades sociales, pobreza, falta de vivienda, racismo, homofobia, discriminación por edad, exclusión, falta de acceso a alimentos, empleos saludables, recursos sociales y sanitarios, una educación y servicios de salud accesibles y universales.