Comunicación
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Instagram ha cumplido cinco años. Hoy, esta red social cuenta con 400 millones de usuarios que suben unos 80 millones de fotos al día
Instagram ha cumplido cinco años. Hoy, esta red social cuenta con 400 millones de usuarios que suben unos 80 millones de fotos al día
Año 2010. Una playa de México. Kevin Systrom, por entonces de 26 años, y su novia del instituto disfrutaban de unas vacaciones mientras Systrom pensaba ideas para una aplicación que estaba desarrollando y que ya contaba con 200.000 euros de inversores. La app se llamaba Burbn y los usuarios enviaban alertas de su localización a las personas con las que se iban a encontrar. Systrom pensó en aprovechar la conectividad para subir fotos a la app, pero su novia le dijo que ella jamás lo haría, que sus fotos no tenían suficiente calidad. La respuesta lógica (para ellos) fue desarrollar filtros para mejorar la calidad y Systrom ese mismo día creó el X-Pro II y subió una imagen de un perro y los pies de su novia en una primera versión de Instagram llamada Codename. Pocos días después lo lanzaron al mercado y en apenas un día la app ya tenía 25.000 usuarios. En un mundo con YouTube, Facebook y Twitter, ¿cómo triunfa una aplicación en la que los usuarios solo suben imágenes? Systrom lo explica: «En aquel entonces, Facebook era principalmente para ordenadores de mesa, en Flickr subían imágenes quienes tenían una cámara reflex y Twitter apenas publicaba imágenes. Eso dejaba un enorme nicho para quien quisiera compartir su vida a través del móvil y con fotografías». Visto en retrospectiva parece obvio, no? Pero para formar parte de un imperio tecnológico de 35.000 millones de dólares y tener una fortuna de 400 millones, hay que trabajar mucho. «Tuvimos mucha suerte, mucho oportunismo y también trabajo duro –confirma Systrom–. Los fines de semana no existían y junto a Mike (se refiere a Mike Krieger, el otro fundador de Instagram) nos pusimos una alarma en los teléfonos para que sonara cada vez que se caían los servidores, cosa que sucedía cada cuatro o cinco horas. Y cuando comenzamos a crecer un poco, la alarma sonaba cada 15 minutos».
A los 18 meses habían contratado a 13 personas y ya tenían 30 millones de usuarios.Fue en ese momento cuando recibieron una visita: Mark Zuckerberg, el creador de Facebook. Y, como si se hubieran puesto de acuerdo, también apareció Jack Dorsey, uno de los fundadores de Twitter. Ambos querían comprar Instagram. Finalmente la apuesta, con 740 millones de dólares, la ganó Zuckerberg. Entonces comenzó el crecimiento exponencial. Hoy esta red social cuenta con 400 millones de usuarios que suben unos 80 millones de fotos al día. Y no ha tocado techo. De acuerdo con una investigación de la consultora eMarketer, Instagram logrará unos beneficios de 450 millones de euros este año por publicidad, pero que serán cuatro veces mayores en 2017... cuando su presencia en la red móvil sea mayor que la de Twitter y Google debido a la introducción de formatos innovadores (y esto es clave de cara al futuro). Si tenemos en cuenta que el 90% de los usuarios de Instagram tienen menos de 35 años, las predicciones son lógicas. Más aún cuando uno de cada cinco internautas tiene una cuenta en esta red que comparte fotos... ¿O no se trata de eso sencillamente? «En absoluto –respondía Systrom en una reciente entrevista–. Llamar a Instagram una aplicación que comparte fotos es como decir que un periódico es un libro que comparte letras o que las composiciones de Mozart son una sucesión de notas. Instagram no tiene tanto que ver con el medio como con la conectividad. Si eres una empresa, aquí tienes un lugar para tu producto, si eres un artista puedes hacer piezas de arte conceptual y si quieres divertirte, aquí encontrarás un espacio para ello». Intentemos obviar la comparación con Mozart, pero hay algo en lo que Systrom sí tiene razón: la conectividad. En estos momentos, esta red se encuentra en una adolescencia febril: es pura imagen, caprichosa, superficial en muchos aspectos, pero ya comienza a mostrar rasgos de madurez cuando se convierte en tendencia para la discusión política (como sucedió con el plan sanitario de Obama) en el reciente terremoto de Chile.
La pregunta interesante es: ¿en qué clase de adulto se convertirá Instagram? Para Systrom la respuesta está clara. «Si pudiera imaginar un mundo en el que la realidad virtual existe y es omnipresente y tuviéramos todos los dispositivos necesarios para experimentarla, ¿a quién no le gustaría presenciar un concierto con amigos, sintiendo, oliendo y escuchando lo mismo que ellos? Aunque no estemos allí. De un modo muy primario, eso es lo que es hoy Instagram. Me gusta decir que trabajamos para hacer realidad la teleportación, la diferencia es que no te enviamos a ti, sino que te traemos el mundo».
Puede que sea esta la clave del futuro de Instagram, sobre todo cuando se mencionan los formatos innovadores que vendrán. Puede que cuando esta red social alcance la madurez, la tecnología disponible le acompañe y los usuarios, en cualquier lugar del mundo, puedan utilizar lentillas inteligentes (ya disponibles) para fotografiar y subir a Instagram su vida. Las lentillas permitirían no solo usar filtros, sino también ver con ellos, con lo cual esta red social se convertirá en un transformador de la realidad que podría servir para retratar eventos cotidianos, pero también podría ser un arma de denuncia y conocimiento global que hasta ahora no habíamos imaginado. La tecnología para conseguirlo está disponible y, como parte del imperio Facebook, tienen suficiente dinero para apoyarlo. La pregunta es: ¿y luego qué?
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