Ciencia y Tecnología
Cuando su ordenador le consuele
La computación afectiva es una de las más importantes tendencias de este año. Detectar el acoso escolar cibernético, saber si el conductor está bien para circular y si no que el vehículo se detenga son sólo algunos de los proyectos
La computación afectiva es una de las más importantes tendencias de este año. Detectar el acoso escolar cibernético, saber si el conductor está bien para circular y si no que el vehículo se detenga son sólo algunos de los proyectos
De acuerdo con la psicóloga Sonia Livingstone, directora del proyecto «Eukids online», de la Comisión Europea, enfocado en el acoso escolar, el 10% de los niños en Europa sufre este tipo de violencia, que no sólo es física, también cibernética. Pese a ello, para Livingstone no se trata de restringir la tecnología, sino de servirse de ella para detectarla. Y es lo que pretende hacer con la computación afectiva. Esta nueva ciencia busca dotar a la tecnología de inteligencia emocional para que sea capaz de detectar las emociones y reaccionar en consecuencia. Para ello utilizan los sensores y las cámaras de nuestros dispositivos y miden las reacciones. Con ello aprenden y logran identificar sutiles cambios en nuestros músculos faciales para determinar si estamos alegres, tristes, preocupados o aburridos. La computación afectiva tiene tanto potencial que las empresas más importantes del mundo, como Google, Samsung, Toyota, Coca Cola, Intel o Unilever la están utilizando para hacer un mejor producto o diseñar una campaña publicitaria efectiva.
No es de extrañar que un reciente estudio, efectuado por la firma Markets and Markets, señale que la industria de la computación afectiva generará unos 35.000 millones de euros dentro de cuatro años. En la actualidad, la presencia de esta tecnología se puede observar en tres áreas principales: apps y programas, «gadgets» y ordenadores. Y todas ellas se sirven de un ingente trabajo previo en el que se han analizado las expresiones de millones de personas para que las máquinas aprendan a identificar las emociones básicas.
Razón y sentimiento
Para la experta en reconocimiento facial Rana el Kaliouby, es tan importante la racionalidad de los datos como la sensibilidad de las emociones. Eso es lo que hará avanzar a la inteligencia artificial. «Si diseñamos las tecnologías con ambos parámetros, nos podremos comunicar mejor con ellas». El Kaliouby ha diseñado «Affectiva», un programa informático que reconoce los cambios en nuestras expresiones y les asigna emociones o estados de ánimo. ¿Una aplicación práctica? A tenor de las investigaciones, sí. Por ejemplo, una importante marca de coches (presumiblemente Toyota) ha encargado un sensor que detecta si el dueño del coche no se concentra adecuadamente al conducir para que el vehículo se detenga.
También se está utilizando el software «Affdex», que tiene una base de datos de 3,4 millones de microexpresiones de 75 nacionalidades diferentes para detectar cómo nos sentimos. Un uso posible en el que están trabajando es para detectar el acoso escolar: si los niños realizan gran parte de sus tareas frente a los ordenadores, el programa puede identificar cuándo hay un cambio súbito y si coincide con algún tipo de mensaje. No se trata de que la tecnología reemplace el trabajo de los padres o la escuela, sino de que se convierta en una herramienta más.
Otro ejemplo es la aplicación «Chubble», que permite compartir fotos o vídeos y recibir instantáneamente la respuesta emocional de los receptores. Una situación en la que se está utilizando esto es para mostrar el vídeo del primer nieto y recibir las impresiones de sus abuelos: la cámara analiza sus rostros y los «traduce» a emoticonos.
Microsoft también se ha introducido en el tema con un programa que lee las emociones en fotografías, una herramienta que se están disputando los principales estudios cinematográficos para identificar qué piensan de verdad los espectadores. Apple es otra compañía que se ha introducido también en este sector al comprar la start-up «Emotient», una firma de reconocimiento facial que une expresiones y emociones en espacios abiertos... Las grandes superficies y los centros comerciales, encantados de saber qué pensamos.
Todo «lo-cura»
Pero hay un paso más lejos y más importante. Otra pionera en el sector, Rosalind Picard (sí, las exponentes más importantes de la computación afectiva son mujeres), ha creado unas gafas con una pequeña cámara incorporada que fue testada con niños con diferentes grados de autismo. La cámara analiza el rostro y su software le asigna una emoción que hace brillar un LED en la patilla: si es verde, el interlocutor está interesado, si es amarillo, significa que debe repetirse lo que se ha dicho y si es rojo, que están muy confundidos. Las gafas se han utilizado como medio de comprensión, más que de comunicación, para entender cambios sutiles y ser capaces de reaccionar rápidamente, algo clave para quienes tratan con estos niños.
El segundo dispositivo desarrollado por Picard se llama «E4» y lo ha creado junto a la firma italiana Empatica. A simple vista parece otra pulsera deportiva, pero sus mediciones van mucho más allá, ya que permite detectar y, más importante, anticipar diferentes tipos de episodios, como convulsiones o ataques epilépticos. Actualmente 30 hospitales en todo el mundo los están usando y, la NASA, Intel, Microsoftt y la Escuela de Medicina de Harvard recurren al «E4» para detectar síndrome postraumático, autismo o depresión clínica.
Por último, la computación afectiva también ha sido una aliada de quienes padecen dolor crónico, algo que resulta muy difícil de cuantificar. Para resolver esto, Nadia Berthouze, del University College London, ha creado un sistema similar al de las consolas Wii o Xbox Kinetic, que registra las expresiones de los pacientes mientras realizan alguna actividad física. Con ello pueden cuantificar de un modo más objetivo el dolor y actuar antes y mejor para prevenirlo.
Robots que reaccionan a los estados de ánimo
Una de las áreas en las que más impacto está causando la computación afectiva es la salud. Primero, en la emocional, a partir de robots como «Jibo», diseñado por la experta que acuñó el nombre de esta ciencia, Cynthia Breazeal. Ideado principalmente para los más pequeños, «Jibo» parece haber sido creado por un dibujante de Pixar y es capaz de reaccionar a distintas emociones: si nota tristeza, puede poner una canción, si percibe nostalgia, relata un cuento para irse a dormir. Y algo similar hace el droide japonés «Pepper».
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