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Un niño llora ante la cámara tras ser expulsado del Fortnite

Después de llorar desconsoladamente, Jarvis Kaye, de 17 años, jugador profesional de Fortnite, respira hondo para pedir clemencia por lo que dice ser el amor de su vida. Asegura sentir mucho haber hecho “trampas” y hasta una campaña en Twitter pide su readmisión para poder seguir combatiendo online. Fortnite es la madre de todos los juegos, con 250 millones de participantes enganchados. Los más jóvenes se toman a la ligera sus peligros, pero hay más: el dinero. Algunos objetivos de la competición necesitan monedas reales (llamadas en el juego “pavos”) lo que podría asemejarlo a un juego de azar. En Youtube vemos muchos padres desesperados que hacen todo lo posible por desconectar a sus hijos. Rompen las consolas a martillazos, con motosierras, lanzándolas a la piscina o pasando una cortadora de césped por encima. Los lamentos de sus adolescentes, frutos de esta adicción, nos llevan de nuevo a Jarvis. Confiesa, con tristeza, que ahora, sin Fortnite, no sabe qué hacer con su vida real.