Crisis migratoria en Europa

Una marcha verde de niños

Marruecos presiona a la UE con el cierre de la aduana de Melilla mientras la llegada masiva de menores a la ciudad autónoma bate récords en lo que va de año

Imagen de la frontera entre Melilla y Marruecos. La aduana de Beni Enzar es uno de los dos pasos comerciales entre los dos países
Imagen de la frontera entre Melilla y Marruecos. La aduana de Beni Enzar es uno de los dos pasos comerciales entre los dos paíseslarazon

Marruecos presiona a la UE con el cierre de la aduana de Melilla mientras la llegada masiva de menores a la ciudad autónoma bate récords en lo que va de año.

Además de aislada, Melilla es hoy una ciudad sitiada. A parte de lidiar con los miles de (potenciales) inmigrantes subsaharianos que juegan al despiste en el Gurugú con las policías marroquí y española, la Ciudad Autónoma sufre desde el 1 de agosto un bloqueo comercial tras el cierre imprevisto de su aduana. Marruecos sigue presionando a España y a Europa. El estado de la ciudad norteafricana bordea la excepción. Hay quien habla incluso de una reedición de una Marcha Verde.

En medio de unas circunstancias insólitas –la aduana nunca había sido sellada desde su inicio en el año 1959–, el presidente melillense, Juan José Imbroda, se refirió a la alta concentración de los menores extranjeros no acompañados (MENA) después de que el consejero de Bienestar Social de su Gobierno, Daniel Ventura, criticara «la hipocresía y las palabras vacías» del Ejecutivo de Pedro Sánchez en su gestión. Melilla tiene capacidad para atender a 260 menores inmigrantes y hoy son 800 quienes atienden los servicios sociales de la Ciudad Autónoma.

La situación es a todas luces insostenible. La intensidad en el flujo de inmigrantes en el actual periodo estival, ya sean menores o mayores de edad, está registrando valores de récord. En el caso de los MENA, prácticamente todos marroquíes, Melilla acogió en el año 2017 a unos 1.800. En la primera mitad del presente ejercicio ya son 1.100 los residentes en la ciudad, una cifra cuya proyección dejaría en pañales las estadísticas del año anterior, ya de por sí elevadas.

El presidente Imbroda lo tiene claro. «Hemos batido todos los récords de menores no acompañados. Tenemos casi mil y eso es una barbaridad. Es una presión insoportable e incluso hemos tenido que desplegar tiendas del ejército porque en el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) hay más de 800 personas y sólo tiene capacidad para 300», informó en una entrevista emitida en Radio Nacional de España.

Sin ánimo de presentarlo como un agravio comparativo, el regidor de la Ciudad Autónoma se refirió a los lamentos aireados la pasada semana por el vicepresidente de la Junta de Andalucía, el socialista Manuel Jiménez Barrios, quien instó a Pedro Sánchez a que exigiera a las regiones un reparto equitativo de los MENA, cuya gestión está cedida en la actualidad a las comunidades autónomas.

Los algo más de 3.000 menores que se encuentran en Andalucía pueden repartirse entre los 87.000 kilómetros cuadrados que tiene de superficie. Sin embargo, Melilla, con unos 12 kilómetros cuadrados, acoge a casi un tercio de las ocho provincias andaluzas. «A Andalucía la entiendo, pero es que lo de Melilla es una barbaridad», afirmó Imbroda antes de tildar de «buenista» la política del Gobierno central. «Esto es un problema de Estado y no valen buenas voluntades», remató.

Siendo Ceuta y Melilla los principales perceptores de inmigrantes ilegales en el territorio español, siendo además ambos los primeros fortines en la frontera sur, sus dirigentes están solicitando a las autoridades de España y de la Unión Europea una intervención inmediata y urgente. La presión demográfica, en dos ciudades con una capacidad restringida para construir, se hace insoportable. Y al cerco de los inmigrantes se añade la jugada de ajedrez del país vecino para persuadir, valga el eufemismo, a Bruselas a que se pliegue a sus peticiones.

El último de los episodios ha sido el cierre unilateral e indefinido de la aduana comercial que existe desde 1959 en la frontera llamada de Beni Enzar, la más importante en volumen de mercancías entre ambos territorios. De «afrenta» calificó esta insólita decisión de Marruecos Imbroda, quien anunció que él mismo había dirigido una carta al ministro de Exteriores, Josep Borrell, para comunicarle el «grave perjuicio y quebranto» que supone. Por ahora, informó Imbroda, no ha recibido respuesta por estar Borrell «de vacaciones».

A nadie se le escapa que la decisión coincidió con la visita de Angela Merkel a Doñana, donde se reunión con Pedro Sánchez. El reino alauita huele a debilidad en las instituciones españolas y europeas. Las presiones recuerdan a las de la Marcha Verde, pero Imbroda no se arredra: «O todo o nada», dijo el presidente melillense en una nada velada amenaza para referirse a la posibilidad de suprimir el comercio atípico de los porteadores en la frontera. Melilla se beneficia, pero «Marruecos más». La partida está servida.