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Inteligencia Artificial

"Siento como si alguien hubiera entrado a robar a mi casa": la brutal guerra de fichajes de la IA que ha enfrentado a Zuckerberg contra Sam Altman

La batalla por el futuro de la inteligencia artificial ya no se libra solo en los laboratorios de investigación, sino en los despachos, con ofertas mareantes y movimientos tan agresivos que parecen más propios de una serie de televisión

Sam Altman y Mark Zuckerberg Imagen generada por IA

La escena, ocurrida hace apenas unos días, resume a la perfección la tensión que se respira en Silicon Valley. Cientos de empleados de Windsurf, una de las startups de IA más prometedoras, se reunieron esperando celebrar su adquisición por parte de OpenAI. En su lugar, recibieron un mazazo: su CEO, Varun Mohan, abandonaba la compañía para fichar por Google, llevándose con él a un puñado de investigadores clave. Según los asistentes, algunos empleados rompieron a llorar allí mismo.

Este drama es solo el último capítulo de una guerra de fichajes sin precedentes, una auténtica "caza de cerebros" liderada por Meta y un Mark Zuckerberg empeñado en montar su propio "dream team" de la IA. Y para conseguirlo, no está escatimando en medios, desatando una ofensiva que está poniendo a prueba la lealtad, la cultura y los cimientos de la industria tecnológica.

La ofensiva de Zuckerberg: ofertas millonarias y "explosivas"

La estrategia de Meta, orquestada personalmente por Zuckerberg, es de una agresividad pocas veces vista. Según se cuenta en un reportaje de The Wall Street Journal, el CEO de Meta ha contactado personalmente a los mayores talentos de la IA, invitándolos a sus casas en Lake Tahoe y Palo Alto para convencerlos. Sobre la mesa, paquetes de compensación que quitan el hipo: según fuentes cercanas, se han llegado a ofrecer más de 300 millones de dólares por cuatro años a más de diez investigadores de OpenAI.

Pero el dinero no es la única arma. Meta está utilizando las llamadas "ofertas explosivas": propuestas millonarias que expiran en cuestión de días, impidiendo que las empresas rivales puedan reaccionar y presentar contraofertas eficaces. El objetivo es claro: desmantelar a la competencia fichando a sus piezas más valiosas. Y está funcionando. En los últimos meses, Meta ha pescado en las aguas de Google DeepMind, Anthropic y, sobre todo, OpenAI, de donde se ha llevado al menos a una docena de empleados.

Esta agresiva campaña ha desatado un profundo debate en Silicon Valley sobre la propia alma de la industria. Sam Altman, CEO de OpenAI, lo resumió en un mensaje interno a sus empleados: "Siempre habrá algunos mercenarios. Los misioneros vencerán a los mercenarios". Una referencia directa a la filosofía de John Doerr, uno de los grandes inversores de la industria, que diferencia entre las empresas que se mueven por "la sed de hacer dinero" (mercenarios) y las que lo hacen por "la sed de crear significado" (misioneros).

Desde Meta rechazan esta caracterización. Zuckerberg argumenta que su mayor atractivo no es el dinero, sino el acceso a una capacidad de computación sin igual, algo esencial para que los investigadores puedan llevar a cabo sus proyectos. Sin embargo, la ofensiva ha hecho tanto daño que el jefe de investigación de OpenAI, Mark Chen, llegó a confesar a sus empleados un sentimiento visceral: "Siento como si alguien hubiera entrado a robar a nuestra casa".

Las víctimas colaterales de la guerra por el talento

La guerra de fichajes está dejando un reguero de víctimas colaterales. Alexandr Wang, el joven fundador multimillonario de la startup Scale AI, rompió a llorar al anunciar a sus empleados que se marchaba a Meta, un movimiento que dejó a su compañía en una posición muy delicada. Daniel Gross, cofundador de la prometedora startup Safe Superintelligence (SSI), abandonó a su socio, el legendario Ilya Sutskever, para unirse también a Meta, dejándole "totalmente sorprendido y ciego" ante la decisión.

En respuesta, OpenAI ha tenido que reaccionar, ajustando sus paquetes de compensación y buscando "formas creativas de reconocer y recompensar" a su mejor talento para frenar la sangría. La tensión es tal que, según una fuente, Zuckerberg y Altman no habían hablado desde que comenzó la batalla hasta su reciente encuentro en la conferencia de Sun Valley.

Esta guerra sin cuartel demuestra que, ahora mismo, el recurso más valioso y escaso del planeta no es el petróleo ni el litio, sino el puñado de mentes brillantes capaces de construir la siguiente generación de la inteligencia artificial. Una batalla que se libra a golpe de talonario y que está demostrando que, en el nuevo Silicon Valley, la lealtad tiene un precio. Y Mark Zuckerberg está dispuesto a pagarlo.