Historia
La nochevieja en la que el equipo de Aznar se encerró en un búnker por miedo a un Apocalipsis
Garrafas de agua, latas de conserva y velas llenaron la sala en la que todo se organizó en torno a una radio, esperando saber si ocurría la debatida catástrofe tecnológica
31 de diciembre de 1999. Era el cambio de milenio y había un cierto miedillo por lo que llamaron el Efecto 2000, una especie de colapso tecnológico previsto por diferentes tipos de sectas que nunca tuvo lugar, pero que atrajo las miradas de los líderes de buena parte del mundo. Ahora, prácticamente, se recuerda con cierta gracieta, pero por aquel entonces se vivió con bastante estupor. Tanto es así que el entonces presidente del Gobierno español, José María Aznar, puso en marcha un plan de excepción por si finalmente tenía lugar la tan debatida catástrofe.
Se esperaban apagones, problemas de orden público, errores en los sistemas bancarios, fallos en los hospitales, colapsos del tráfico aéreo… Por ello, entre las medidas que se tomaron se encontraban el aumento de la plantilla sanitaria durante esa noche, la reducción de la potencia del 60% de las centrales nucleares nacionales o el establecimiento de un grupo especial que estuvo de guardia en las instalaciones secretas de la vivienda presidencial. Numerosos profesionales abandonaron sus compromisos personales aquella noche para, en el caso de darse, hacer frente al caos que podría llegar.
De ellos, hubo un nombre que sobresalió por encima del resto: Francisco Álvarez-Cascos, vicepresidente primero del Ejecutivo de aquel año. Tanto él como una veintena más de funcionarios, pasaron la Nochevieja en el búnker del Palacio de la Moncloa supervisando que todo funcionara como debiera. Tal y como recogen las crónicas de la época, el grupo designado como Oficina de Transición 2000 se mantuvo en contacto con otros gabinetes de guardia en los ministerios, las comunidades autónomas, las empresas de los sectores estratégicos y los organismos de seguimiento que establecieron Naciones Unidas y la Unión Europea para la ocasión.
Garrafas de agua, latas de conserva y velas
“El 1 de enero, los equipos informáticos y sistemas auxiliares que no hayan sido actualizados dejarán de funcionar correctamente. Evitar el Efecto 2000 es fácil: consulte con su fabricante o su proveedor habitual”. Este fue el anuncio oficial que el Gobierno difundió a través de todos los medios de comunicación para transmitir calma a sus ciudadanos. Sin embargo, cabía la posibilidad de que todo salía mal. Por eso, Álvarez-Cascos y su grupo se mantuvieron toda la noche en alerta.
Garrafas de agua, latas de conserva y velas llenaron la sala en la que todo se organizó en torno a una radio, esperando saber si ocurría o no el Apocalipsis del milenio. Por supuesto, como se sabe, pasamos al año 2000 y todo, o casi todo, siguió funcionando tal y como antes, por lo que no fue necesario poner en marcha ninguno de los planes de emergencia previstos. Sí que es cierto que se localizó algún problema en las centrales nucleares de Zorita y Garoña provocados por fallos informáticos, pero se corrigieron con bastante rapidez. A la una de la madrugada, Aznar se personó en las instalaciones y agradeció la labor realizada en una fecha como ésta.
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