Naturaleza en peligro
España participa en una vacuna para evitar que las abejas desaparezcan
El 80% de colmenas de todo el mundo sufre el ataque del «loque americano»
Mariano Higes Pascual y Raquel Martín Hernández, doctores en Veterinaria, son los dos investigadores que encabezan el equipo del Centro Apícola de Marchamalo (Guadalajara) que han colaborado, junto a otros países, para sacar adelante la primera vacuna para abejas. Este centro, con casi cuatro décadas de vida, nació como respuesta a una demanda del sector que por esos años veía reconocida su denominación, la Miel de la Alcarria.
La empresa biotecnológica norteamericana Dalan Animal contactó hace tres años con ellos. «Nos preguntaron si estábamos capacitados para realizar un ensayo clínico en el laboratorio y, tras discutirlo entre nosotros, vimos que era una propuesta de trabajo muy interesante ya que suponía un avance en las terapias tradicionales que se utilizan en apicultura», explicó Higes a Efe.
Las investigaciones consisten en comprobar la eficacia de una sustancia que se aplicaba en el alimento a las reinas y ver si la inmunidad que transmiten hacia las larvas es capaz de reducir la mortalidad en la enfermedad de una enfermedad conocida como loque americano, provocada por la bacteria «Paenibacillus larvae», y presente casi en el 80% de colmenas de todo el mundo y capaz de matar colmenares enteros si no se diagnostica adecuadamente.
Higes asegura que «fue un desafío» puesto que pese a haber tenido anteriormente otros proyectos relacionados con el lo que americano, aquellos iban más dirigidos a ver la resistencia a los antibióticos de esta bacteria, pero en «este caso era una metodología totalmente distinta y compleja para nosotros y además resulto ser eficaz».
En Estados Unidos, el Departamento de Agricultura acaba de otorgar licencia a la primera vacuna contra la loque. Se trata de una noticia «magnífica», señaló Raúl Rivas González, catedrático de Microbiología de la Universidad de Salamanca, quien señala que la vacuna es una herramienta para impedir que la enfermedad se propague, pero no para eliminarla: se trata de un tipo de bacteria ambiental que no necesita contagiar a las abejas para sobrevivir.
«Lo que sí que hará la vacuna» –matiza Rivas– «es proteger a polinizadores comerciales de enfermedades mortales, además de reducir las pérdidas financieras y materiales de los apicultores, pero sobre todo facilitar la viabilidad del planeta. Una vez que una colmena muestra la manifestación clínica de la enfermedad, la única forma efectiva de erradicar y prevenir la propagación de la enfermedad es quemando la colmena y la colonia».
En este punto, el catedrático especifica que el valor económico mundial de la polinización de cultivos por parte de las abejas y otros polinizadores obtiene una media superior a los 200.000 millones de euros, el 10% de la producción agrícola mundial de alimentos para humanos.
Cuando la bacteria causante de la loque se encuentra en situaciones de riesgo para su vida, desarrolla estructuras de resistencia en su interior en forma de endoesporas, como estrategia para la supervivencia, y que pueden permanecer viables en el medio ambiente durante décadas. Al contacto con las abejas, las esporas germinan y dan lugar a una célula bacteriana de esta especie con capacidad para reproducirse y, por lo tanto, para actuar cómo patógeno de la abeja y matarlas en horas.
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