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Un estudio del MIT concluye que la IA te hace más tonto: usar ChatGPT reduce un 47 % la conectividad neuronal
Participaron 54 estudiantes universitarios divididos en 3 grupos para escribir una serie de ensayos: con ChatGPT, usando motores de búsqueda o solo su cerebro

Un estudio dirigido por investigadores del MIT Media Lab ha puesto cifras al coste mental de usar una IA y dejar que piense por nosotros. La investigación, titulada Your Brain on ChatGPT: Accumulation of Cognitive Debt when Using an AI Assistant for Essay Writing Task (Nuestro cerebro con ChatGPT: Acumulación de deuda cognitiva al usar un asistente de IA para la redacción de ensayos), concluye que el uso continuado de modelos de lenguaje como ChatGPT genera una clara disminución de la implicación cognitiva, deteriora la memoria a corto plazo y socava la percepción de autoría sobre lo escrito. En otras palabras: emplear inteligencia artificial para escribir ensayos contribuye a una atrofia real de las habilidades cognitivas; nos hace más tontos, menos autónomos y más dependientes.
Durante cuatro meses, los investigadores llevaron a cabo un ensayo controlado con 54 estudiantes universitarios. Los dividieron en tres grupos: uno escribió ensayos exclusivamente con ayuda de ChatGPT, otro usó motores de búsqueda como Google y el tercero no empleó ningún tipo de herramienta, solo su cerebro.
Todos escribieron tres ensayos en sesiones separadas, y en una cuarta sesión final se invirtieron sus papeles: quienes habían usado IA pasaron a escribir sin ayuda de ChatGPT y viceversa. El objetivo era observar cómo se adaptaban tras semanas de un método u otro.
Además de evaluar los textos, los investigadores utilizaron encefalogramas (EEG) para monitorizar la actividad cerebral. Los resultados son concluyentes: cuanto más potente y automático es el asistente, menor es el esfuerzo mental que se aplica. Y eso, lejos de ser una ventaja, puede tener consecuencias negativas para el aprendizaje.
El grupo que usó ChatGPT mostró la menor conectividad neuronal (cómo distintas regiones del cerebro se comunican y trabajan juntas durante una tarea cognitiva), especialmente en las bandas alfa y beta, relacionadas con la atención sostenida y la memoria de trabajo. En números redondos, un 47 % menos. Esto significa que el cerebro de quienes usaron IA trabajó casi la mitad que el de quienes escribieron por su cuenta. No es solo que el esfuerzo fuera menor: es que las áreas clave para pensar, recordar y decidir estaban mucho menos activas.
Al pasar a escribir sin IA en la cuarta sesión, estos participantes no recuperaron los niveles normales de actividad. Su cerebro seguía 'apagado', en lo que los investigadores interpretan como un indicio de adaptación nociva al uso de IA.
Por contra, quienes pasaron de escribir sin ayudas a usar ChatGPT mostraron un pico de actividad cerebral, especialmente en zonas relacionadas con la memoria visual y la toma de decisiones. Es decir, el cambio a la IA les exigió reorganizar su forma de pensar, al tener que interactuar y reinterpretar lo que proponía la máquina.
El estudio también midió un factor psicológico: el sentimiento de propiedad. Se preguntó a los participantes si sentían que el ensayo escrito era realmente suyo. En el grupo 'solo cerebro', la mayoría (89 %) afirmó rotundamente que sí. En el grupo IA, muchos confesaron que no reconocían el texto como propio, incluso cuando lo habían editado. Algunos lo describieron como 'demasiado genérico' o 'robótico'. Solo un 50 % declaró sentir plena autoría del contenido.
Esta desconexión con lo escrito también se reflejó en su baja capacidad para citar frases de su ensayo pocos minutos después de terminarlo. Solo el 16,7 % de los usuarios de IA fueron capaces de hacerlo, mientras que el restante 83,3 % no pudo.
Aunque los modelos de lenguaje ofrecen ventajas claras en este tipo de tarea en cuanto a rapidez y estructura, el estudio advierte de una deuda cognitiva acumulativa que se convierte en atrofia de habilidades si se recurre a ellos de forma sistemática. En el contexto educativo y a largo plazo, esto podría traducirse en una pérdida real de capacidades fundamentales como la argumentación, la memoria o la creatividad, concluyen los investigadores.
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