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«Guapos de Instagram»: la fiebre del oro de las redes sociales

La plataforma estrena este documental sobre el sórdido mundo que rodea a los «influencers»

Austyn Tester pudo probar las mieles de la fama rodeado de fans durante una gira de influencers
Austyn Tester pudo probar las mieles de la fama rodeado de fans durante una gira de influencersFilmin

Si creían que lo más raro que iban a aprender de las redes sociales era la palabra ««influencer»», pónganse el cinturón porque vienen las curvas que provoca el documental «Guapos de Instagram», traducción muy libre de «Jawline», que hoy se estrena en filmin y que recorre el turbulento mundo de las redes sociales y de los adolescentes que se abandonan a buscar la fama en internet. Su directora, Liza Mandelup ya confesó durante su estreno en el Festival de Sundance que ella fue la primera sorprendida por ese mundo plagado de jóvenes inseguros y de empresarios voraces. El spoiler en este caso está dirigido a aquellos padres con hijos en edad de hacer streaming y de la crueldad del universo de exponer la vida en internet.

«Guapos de internet» encontró un diamante en bruto, Austyn Tester, un joven de 16 años que vive en el pueblo rural de Kingsport, Tennessee, y de cuya situación, fruto de una familia desestructurada y empobrecida, busca desesperadamente salir. Para ello cuenta con un móvil, una wifi desesperadamente lenta y algunos miles de seguidores en redes sociales como Instagram o YouNow, una plataforma de transmisión en vivo. Su inestimable optimismo y su relación cercana con sus fans, podría hacerle famoso, y sus 46 dólares al mes podrían convertirse en 1000, que es lo que quiere para irse a Los Angeles, «donde los sueños se hacen realidad». Para ello, el documental sigue cómo nuestro héroe se sumerge en el mundo de los famosos del streaming, jóvenes que con poco más de la edad de Austyn conviven en una casa propiedad del manager de redes sociales Michel Weist. Pero pasamos del idílico paisaje de Tennessee a una selva: adolescentes conviviendo en una casa, comiendo comida precocinada o enlatada y bajo el régimen de su manager, que no es mucho mayor que ellos. Adolescentes dirigiendo a adolescentes.

La dinámica del documental es ir saltando de los problemas mundanos de Austyn, sus aspiraciones y sus sueños, a un mundo frío que si bien la casa se parece a la de Ibai Llanos, sus actividades están más cerca de los concursos de belleza infantiles americanos. Las jóvenes promesas del streaming viajan por todo el país para acabar en el salón de actos de un centro comercial o de un hotel con cientos de fans (histeria, soponcios y lágrimas) que conducen horas y pagan más de 200 dólares por estar en la misma habitación que cuatro chicos guapos. Además, no hablamos de cantantes o artistas: son sonrisas bonitas en caras bonitas que bailan y dan volteretas, abrazan y se hacen fotos con los fans. Lo preocupante es que expresan una realidad: los jóvenes fans, huyendo de una vida de acosos y ansiedades, descargan en estos ««influencer»s» la responsabilidad de ser referentes o incluso «amigos» y «familia», como confiesan algunos; otros desvelan que esas charlas con sus ídolos efímeros han ayudado a que «deje de cortarme», en alusión a infligirse daño o el suicidio.

«No me conformo con este pueblo pequeño», dice nuestro héroe de Tennessee mientras intenta lidiar con la montaña rusa en la que se convierte su vida, mientras que del otro lado vamos viendo como se vicia la de los casi consagrados, acabando en desgana, demandas contra alguien que solo quiere «hacer tanto dinero» como pueda. «Es la fiebre del oro en redes sociales», dice Weist que es feliz con «mi cuenta del banco». Austyn sigue intentándolo.