Estreno
«La serpiente de Essex» repta entre Dios y la ciencia
Apple TV+ sigue apostando por series con estrellas de Hollywood como en su reciente estreno con Tom Hiddleston y Claire Danes
La nueva serie de Apple TV+, «La serpiente de Essex» es muchas cosas, algunas de ellas ni siquiera son explicables porque dependerán de cómo los espectadores se enfrenten a esta adaptación protagonizada por Tom Hiddleston y Claire Danes. Evidentemente, la búsqueda de una serpiente mitológica gigante que ataca a las buenas personas del pueblo de Aldwinter en Essex es solo la excusa argumental para un despliegue de talento, mezcla de géneros, duelo actoral y la representación de la eterna lucha entre ciencia y fe.
La trama, adaptación de la novela de 2016 de Sarah Perry, gira en torno a la recientemente viuda Cora Seaborn (Claire Danes), mujer que intenta adelantarse a su tiempo y huir de un Londres de finales del siglo XIX, que le recuerda que su difunto marido era posesivo y maltratador, con metáforas de ajustar un corsé. Estudiosa de la naturaleza, encuentra la oportunidad de investigar la verdadera naturaleza de una supuesta serpiente que ronda un pequeño pueblo de pescadores en Essex. Desembarca allí con su hijo pequeño Frankie (Caspar Griffiths) y su ama de llaves y amiga Martha (Hayley Squires), y se topa de frente con las reticentes miradas de un pueblo atemorizado por las supersticiones. El vicario de la parroquia Will Ransome (Tom Hiddleston) intenta poner un poco de cordura a la recién desatada libertad de Cora y a un rebaño en estampida. La factura de la serie, escrita por Ana Symon y dirigida por Clio Bernard, es impecable desde los mismísimos títulos de crédito y va salpicando cada detalle de la producción con alusiones al título durante todo el metraje de los seis capítulos de 50 minutos cada uno. Ni que decir tiene que resulta un gran sustento tener en nómina a Danes y Hiddleston, que abandonan sus muy diferentes roles de «Homeland» y «Loki», respectivamente. Aunque Danes sigue siendo Danes y Hiddleston es difícil de olvidar metido en cualquier papel. Hubo la posibilidad de que el papel de Cora lo hubiera interpretado Keira Knigthley, que hubiera sufrido más, pero con menos intensidad.
Ya metidos hasta los tobillos en las aguas serpenteantes de la trama, figurada y literalmente, el primer encuentro de los protagonistas nos deja claro que el vicario hará cualquier cosa para salvar de la primera a la última oveja de su rebaño. Rodeado de superstición, miedo y con las sospechas de los habitantes del pueblo sobre la recién llegada, no le facilita el trabajo la muerte de una feligresa durante su homilía del domingo. Esta es solo una de las múltiples luchas y conflictos que muestra la serie, que aunque navega por otras relaciones interpersonales y personajes y desvía un poco la historia de tal manera que nos llega lenta y pensada, hace orbitar la intención en los protagonistas, que llegan a absorber el oxígeno de cualquier habitación. Pero en la bruma ribera de las aguas de Essex hay sitio para el amor, la política, la maternidad, los avances en medicina del sibilino pretendiente de la viuda (Doctor Luke Garret, Frank Dillane) y hasta para marearse en los planos de agua y barro. Y Dios y la ciencia en medio de todo, sin molestar, pero que aparecen y desaparecen en las conversaciones entre Cora y Will, y que sabiéndose irresoluble, que no irreconciliable, genera una conexión emocional que traspasa la pantalla. El conjunto es brillante: los pantanos, el aire gótico, antorchas y chimeneas, la pasión arrolladora de Cora, la muerte azul, y las dudas del reverendo que asoman en sus rasgos.
En la serie la serpiente no es serpiente, como la oscuridad en los pantanos no lo es tanto, ni el amor lujurioso, ni la muerte banal, y los únicos monstruos reales son los que cada uno alimentamos.
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