Estreno
«Landman»: Texas arde de nuevo con un drama afilado y magnético
La segunda temporada de la serie de Taylor Sheridan llega a SkyShowtime con una mirada más madura sobre su universo petrolero y una mirada más madura sobre su universo petrolero
Este viernes 21 de noviembre vuelve «Landman» a SkyShowtime con una segunda temporada que confirma algo que muchos intuían desde su debut: Taylor Sheridan ha convertido este universo petrolero en un territorio donde los personajes respiran con más hondura que los propios pozos. Lo que en la primera tanda era ya un retrato áspero, vibrante y lleno de rincones polvorientos, aquí se estira hacia una exploración más reposada y, curiosamente, más divertida, sin perder ese aire de cicatriz que siempre acompaña a las historias del creador texano.
Esta vez la serie no necesita redundar para situarnos. Basta ver a Tommy Norris intentando mantener el equilibrio entre un negocio que no perdona y una vida familiar que nunca aprende a marchar en línea recta. Billy Bob Thornton interpreta estas tensiones con ese semblante suyo, mezcla de cansancio lúcido y mirada que sabe más de lo que dice. Su presencia, lejos de agotarse, adquiere un tipo de comicidad involuntaria que funciona como válvula de escape: cada frase arrojada con su sequedad habitual parece un recordatorio de que incluso en un funeral se puede encontrar ironía.
Pero el gran vuelco de esta temporada lo firma Demi Moore. En la primera entrega su personaje quedó demasiado relegado, casi como si orbitara una historia que no la dejaba entrar del todo. Ahora ocurre lo contrario. Cami Miller se instala en el ojo del huracán y lo hace con temple, elegancia y una firmeza que no necesita aspavientos. Moore aporta una especie de gravedad cálida, un tipo de energía capaz de doblar la dinámica entre los magnates y los operadores sin perder humanidad. Verla maniobrar entre banqueros, acreedores y propias dudas se vuelve uno de los placeres más nítidos de la serie.
Sheridan, por su parte, mantiene intacta su marca: ese modo suyo de entender paisajes como si fueran estados mentales y de convertir cualquier reunión en un pequeño duelo. Su estilo, tan reconocible, se afianza sin rigidez. La crudeza sigue presente, pero ahora la acompaña un sentido del humor más afinado y una intención de mostrar cómo conviven los que levantan las torres, los que financian los proyectos y los que lidian con las consecuencias domésticas de un negocio que nunca descansa. Todo esto sin pontificar ni cargar tintas, permitiendo que la historia avance con naturalidad.
La familia Norris también adquiere más matices. Angela (Ali Larter) conserva su carácter volcánico, pero la serie le regala momentos donde la sensibilidad aflora sin que la trama se vuelva rosa. Ainsley (Michelle Randolph), en cambio, ocupa un espacio distinto, entre ingenuidad y ambición juvenil, y sus intervenciones aportan un toque de desconcierto fresco que dinamiza la convivencia. Incluso Cooper (Jacob Lofland) encuentra un lugar propio, más integrado en la narrativa y menos relegado a una subtrama aislada, lo que ayuda a comprender mejor el peso emocional que el petróleo ejerce sobre los jóvenes del territorio.
El retrato del negocio, además, sigue siendo uno de los mayores logros. «Landman» no cae en discursos ni sentencias; se limita a mostrar cómo los equilibrios financieros y las presiones políticas moldean vidas concretas. Las plataformas petroleras aparecen como escenarios de riesgo, sí, pero también como espacios donde cada decisión significa una oportunidad o una despedida. Este enfoque, que combina lo íntimo con lo industrial, dota a la serie de un carácter reconocible y le permite evitar los lugares comunes de los dramas corporativos.
La llegada de Sam Elliott como T.L. aporta un toque de melancolía seca. Sus escenas, construidas con una economía de gestos admirable, dan a la temporada un aroma crepuscular que contrasta con la vitalidad de los personajes más jóvenes. Andy García, por su parte, desliza una amenaza elegante que no necesita subrayados, lo que amplía el horizonte de conflicto sin saturarlo.
«Landman» vuelve con la serenidad de quien conoce su terreno. Es una serie que avanza sin prisa, confiada en la fuerza de sus personajes y en la textura de un mundo que no necesita adornos. Y si algo deja claro esta segunda entrega es que el petróleo será crudo, pero las historias que nacen a su alrededor pueden tener una profundidad inesperada. SkyShowtime recibe así un regreso que equilibra solidez y naturalidad, con un reparto que se crece y un creador que entiende que los territorios más duros también merecen un relato con alma.