Toros
Espeluznante cogida a Daniel García en el cuello
Ángel Sánchez estuvo soberbio al natural aunque falló reiteradamente con los aceros
Las Ventas. Se lidiaron novillos de La Quinta (1º,3º,4ºy 5º), Rehuelga (6º) y San Martín (2º bis), bien presentados y de variado comportamiento. Destacó el quinto, poseedor de un extraordinario pitón izquierdo; fueron nobles también primero y cuarto; complicado el segundo; orientado el tercero; y desabrido el sexto. Media entrada.
Manolo Vanegas, de lila y oro, estocada fulminante (ovación); estocada (ovación); estocada, aviso (ovación en el que mató por García Navarrete).
Ángel Sánchez, de rosa y oro, dos pinchazos, estocada atravesada (ovación); metisaca, dos pinchazos, estocada (vuelta al ruedo).
Daniel García Navarrete, de purísima y oro, cogido al entrar a matar a su primero, al que remató Vanegas de pinchazo y estocada que «hace guardia» (silencio tras aviso).
Parte médico de García Navarrete: «dos cornadas, una en región cervical derecha, con dos trayectorias, una hacia arriba de 15 centímetros que bordea la glándula parótida alcanzando ángulo de la mandíbula, y otra de 10 que alcanza en suelo de la boca y base de la lengua. Además de otra en tercio distal del muslo derecho con trayectoria hacia atrás, que rodea cada interna de fémur, alcanzando región poplítea y que contusiona paquete vasculo nervioso y nervio ciático produciendo destrozos en músculo vasto interno. Fractura de clavícula izquierda, y erosiones y contusiones múltiples. Pronóstico grave»
La miel y la hiel de la fiesta se conjugaron a partes iguales en la novillada de hoy en Las Ventas, una tarde en la que los dos debutantes coparon los principales titulares, pero por motivos diametralmente opuestos. De la congoja al éxtasis.
Y es que hasta que el quinto novillo la función estaba marcada por la tremenda cogida de García Navarrete al entrar a matar al complicado y orientado tercero, con el que no pudo pasar de voluntarioso.
El animal se lo llevó por delante en el momento del embroque y, una vez en el suelo, hizo presa con él zarandeándole como un guiñapo en lo que fue una secuencia de lo más espeluznante, hiriéndole en el cuello y en el muslo, entre otras lesiones de consideración.
Pero con el quinto cambió el panorama. Y de qué manera. Fue éste utrero de La Quinta de tanta clase como temple en sus dulcísimas y cadenciosas embestidas por el pitón izquierdo; y frente a él, un torero en mayúsculas: Ángel Sánchez, que bordó el toreo al natural demostrando que, no sólo tiene madera de futuro, sino que tiene mimbres para llegar a ser figurón del toreo.
Fue una faena maciza de principio a fin, pues ya con el capote demostró muy buen estilo el madrileño, que inició faena con unos torerísimos doblones para, tras una breves probaturas por el derecho, descubrir que el pitón bueno era el otro. Entre las rayas y perfectamente colocado surgió una primera tanda con la zocata de puro escalofrío por lo templado, lo hondo y embraguetado que se mostró. Todo por abajo, limpio y, sobre todo, despacio, llevándoselo (al novillo) a cámara lenta hasta muy atrás, sintiéndose y haciendo sentir a una plaza que crujió como pocas veces con otras tres series más por ese lado de auténtico frenesí. Qué manera de torear. Pureza por los cuatro costados. Todos los apelativos se quedan cortos para describir exactamente lo magníficamente bien que estuvo Sánchez, que, por si fuera poco, no se amontonó nunca, todo lo contrario, lo hizo todo con perfecta medición. Tenía las dos orejas en la mano pero la espada, ¡ay la espada!, se cruzó entre él y la gloria que conduce directo a la calle de Alcalá.
La ovación compartida con el novillo fue atronadora, igual que el clamor de toda la plaza en la vuelta al ruedo que dio con una sonrisa de oreja a oreja, a sabiendas que lo realizado hoy le va a servir, y mucho, para el futuro, el cual tiene en sus manos si sigue por este camino. Madrid le debe una y a buen seguro que el destino le permitirá rematar lo que hoy se dejó en la suerte suprema.
Y precisamente la espada le impidió haber cortado ya una oreja de su primero, un sobrero complicado de San Martín, que, tras arrollar al subalterno Fernando Téllez, no le puso las cosas fáciles a Sánchez en la muleta, muy reservón y midiendo también una barbaridad.
Pero lejos de achicarse, el joven debutante respondió con una serenidad, una firmeza, un aguante y unos arrestos, que, de haber manejado con acierto la tizona, le hubiera puesto en sus manos un más que merecido trofeo.
primer espada, el venezolano Manolo Vanegas, demostró una vez más que anda muy puesto, se le ve muy fácil y con notable soltura en la cara de sus oponentes. Realizó tres faenas de lo más correctas, nada que reprocharle, pero le falta algo, «alma» posiblemente, para que lo que realiza en el ruedo trascienda más y mejor a los tendidos.
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