Feria de Bilbao
Del pánico a tres trofeos, a pesar del sopor
Ferrera, Luque y Fortes, a oreja por coleta en la última de Sanse
San Sebastián de los Reyes (Madrid). Última de feria. Se lidiaron toros de Torrealta, el sobrero de Conde de la Maza y el 3º de Victoriano del Río, muy desiguales de presentación. El 1º, devuelto por toreado; el 1º (bis), malo, orientado y sin querer pasar; el 2º, tan noble como escaso de transmisión; el 3º, rajado y deslucido; el 4º, de buena condición y poca duración; el 5º, noble y repetidor; y el 6º, movilidad sin entrega, brusco. Un tercio de entrada.
Antonio Ferrera, de azul y plata, cuatro pinchazos, media caída (silencio); estocada (oreja). Daniel Luque, de berenjena y oro, pinchazo, estocada (saludos); aviso, estocada desprendida (oreja). Saúl Jiménez Fortes, de azul marino y oro, estocada perpendicular, aviso, seis descabellos (silencio); estocada buena (oreja).
La gente dijo no antes de empezar y después lo haría el toro. Y de qué manera. La peor. La inimaginable. La que entra dentro de cualquier turbia pesadilla. Y fue en el primero, así en frío, un frío simbólico, porque el calor en este ocaso de verano llega a ser insoportable hasta para los que gozamos en el infierno. Apretó el calor, pero ni nos acordamos cuando el primer toro se le tiró al cuello de salida a Antonio Ferrera. Sin aviso. Sabía el toro lenguas hispánicas. Tremendo. Ni uno tenía. Por muchos años de oficio. Más sabía el Torrealta. Dos lances dio Ferrera y tuvo que saltar al callejón. Misión imposible ponerse delante. Juego sucio todo lo que venía después. Le pusieron al caballo, dialogaron con los responsables de la plaza, «está toreado» se le llegaba a entender a Antonio Ferrera desde arriba. No hacía falta leerle los labios. El pánico era una obviedad. Un mal innecesario en este caso. El presidente no atendió a razones y tiró para adelante con el toro. A las bravas. Ferrera mandó tapar a toda su gente, incluido él. Cedió el presidente y asomó el pañuelo verde. Como hay días que están cruzados desde el principio, en vez de salir el sobrero que estaba dispuesto saltó al ruedo uno de Conde de la Maza, que tuvo guasa, orientado y con malas artes. El tiempo en blanco hasta el cuarto le sirvió a Ferrera para reciclarse. Anduvo brillante en banderillas. En la puñetera cara clavó los tres pares. Tuvo buena condición el toro aunque duró poco. Exprimió cada arrancada con buen concepto y cuando se fueron llegó el arrimón. Más no pudo hacer. Sudó el trofeo.
Luque se llevó el lote más destartalado. Un segundo con los pitones para dentro y un quinto, con uno diestro descarado. Un desbarajuste de corrida en las antípodas de la armonía. Lanceó muy bonito a ese segundo al que hizo una faena con muy buen aire, pero el toro no tenía ni presencia ni espíritu. El quinto tuvo virtudes, la repetición y la nobleza y la correcta faena del sevillano, con el colofón de las luquecinas, encontró premio.
Una estocada en la yema se cobró Fortes en el sexto, que tuvo movilidad pero no entrega. Le hizo las cosas con pureza, en los cites, en la colocación y sorteó las brusquedades del toro. Topaba más que embestir el tercero y salía desentendido, lo que viene a ser un cortocircuito con el toreo. La tarde empezó con pánico, el pánico de ver un animal toreado, después llegaron las tres orejas mientras luchábamos con el sopor.
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