Feria de Abril
Era de rabo
La faena de Roca Rey en Sevilla a “Encendido” en la tarde imposible de la Feria de Abril en mayo
Aclaremos antes de empezar que es cuestión de premios y argot taurino, que no corren buenos tiempos para la lírica. Pasan las horas, los minutos y la tarde de ayer Roca Rey en Sevilla cada vez vale más.
Aclaremos antes de empezar que es cuestión de premios y argot taurino, que no corren buenos tiempos para la lírica. Pasan las horas, los minutos y la tarde de ayer Roca Rey en Sevilla cada vez vale más. Lo que pasó ayer en La Maestranza fue una faena de rabo. De dos orejas y rabo, por una sencilla razón: trascendió la normalidad, rompió todos los límites y se ancló en la emoción hasta desbordarnos, con todo a la contra. El torero peruano se había jugado la vida con un tercero muy complicado sin haber dicho una palabra más alta que otra. Eso tiene un mérito hasta doloroso, pasó inadvertido, los muslos y el corazón los puso al servicio de la tauromaquia, cargó con el destino, con la suerte, con la vida y con la muerte a partes iguales. Sin pensar en Sevilla ni en sus tres tardes en Madrid. Sin pensar en el mañana ni tan siquiera en el siguiente toro que le aguardaba después, al que debía haber cortado el rabo, por la grandiosidad de lo que se vivió allí, porque fue capaz de conseguir que la gente, aburrida y casi desesperada como estaba en un festejo de tres horas y un auténtico tostón, enloqueciera hasta el furor, una pasión de las entrañas, una emoción que nace de la boca del estómago y no abandona, aquella gravedad de los sentidos que sigue dando entidad a este loco espectáculo totalmente descontextualizado en estos tiempos y que sólo vuelve a ganarle la partida a su propia existencia con momentos tan puros, auténticos y delirantes como los de ayer. Por eso no dar esas dos orejas y rabo y jerarquizar así lo bueno de lo extraordinario es imperdonable. “Encendido”, ese toro de Cuvillo fue inolvidable. Para Roca y para todos los que vimos el temple, el ritmo y la calidad infinita de sus embestidas. Las antípodas de la barbarie que nos quieren vestir aquellos que nunca se han asomado, ni se asomarán a una plaza de toros. Ni quizá sea necesario. Porque no son tiempos fáciles para la lírica... Lo sublime debe ser condecorado. El techo de Roca Rey se ha agigantado. Bendito sea.
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