Zaragoza
Gloria y sangre de Curro Díaz en el cierre de San Jorge en Zaragoza
Paco Ureña fue ovacionado en el quinto y Ginés Marín silenciado en ambos
Zaragoza. Se lidiaron toros de Luis Algarra, el sexto como sobrero, bien presentados y de variado comportamiento. Destacó el buen cuarto y, en parte también, los nobles primero y tercero. Blando y soso el segundo; complicado y con genio el quinto; y deslucido el sexto. La plaza registró un tercio de entrada en los tendidos.
Curro Díaz, vuelta al ruedo y dos orejas.
Paco Ureña, silencio y ovación tras aviso.
Ginés Marín, silencio y silencio.
En la enfermería fue intervenido Curro Díaz de cornada en cara interna del tercio medio del muslo derecho con orificio de entrada de 5 centímetros y dos trayectorias: una ascendente de 15, que desgarra fibras del músculo vasto interno y otra externa que, tras superar el fémur, llega hasta la cara externa del muslo. Pronóstico grave. Trasladado a la clínica Quirón de Zaragoza.
Curro Díaz encandiló a los tendidos del coso de Pignatelli, merced a dos faenas de alta nota artística, especialmente la segunda, cumbre por la torería, el aroma y la plasticidad que imprimió el singular torero de Linares para cortar dos orejas sin discusión.
Antes, en su bonancible primero, dejó Curro momentos sublimes, fogonazos de su peculiar tauromaquia por los dos pitones. Sabor por los cuatro costados y los tendidos rendidos a los pies del torero, que no anduvo acertado con la espada, de ahí que perdiera la oreja que tenía prácticamente en sus manos.
Pero si fue buena esta primera faena, la del cuatro fue extraordinaria. Fue éste un toro de Algarra de muy buena condición, muy noble y templado en sus dulces embestidas, y el de Linares dio una lección magistral de torería en una faena de tremenda plasticidad por lo bien que acompañó las embestidas, lo despacio y lo reunido que lo hizo todo
Se tiró como una vela a matar saliendo cogido por el astado, que lo prendió por la chaquetilla en unos momentos de verdadera angustia, pero, eso sí, con la espada enterrada en lo alto de su oponente, al que desorejó para el deleite de los tendidos zaragozanos.
Paco Ureña, aún sin «tocar pelo» también rayó a buen nivel. Su primero fue un novillo mansurrón y justo de fuerzas al que toreó con mucha suavidad en una faena en la que no pudo entrar en profundidades, pero en la que demostró sitio y buen oficio.
El quinto fue un toro más exigente y aquí anduvo muy firme el de Lorca para tragar en cada embestida y lograr una faena de lo más emocionante y meritoria. Saludó una ovación.
Ginés Marín se las vio en primer lugar con un toro de notables opciones para que el joven gaditano dejara constancia el buen concepto que atesora. Gusto, temple y conjunción fueron las principales virtudes de una faena malograda a última hora con los aceros.
El sexto fue un sobrero del mismo hierro de lo más deslucido, con el que Marín, que lo intentó de todas las maneras posibles, apenas pudo pasar de los detalles sueltos. EFE
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