Ferias taurinas

Lustro, lustre y lastre

Talavante salió a hombros en una función en la que también brillaron el Juli y Castella

Alejandro Talavante saliendo a hombros de la plaza de toros de Castellón, ayer
Alejandro Talavante saliendo a hombros de la plaza de toros de Castellón, ayerlarazon

Talavante salió a hombros en una función en la que también brillaron el Juli y Castella

-Castellón. Cuarta de feria. Se lidiaron toros de Garcigrande y Domingo Hernández (5º), desiguales, justos de trapío y fuerza y distintos de juego. El 2º, 3º, 5º y 6º, manejables en distingo grado de bravura y docilidad; el 1º, sin fuerza; y el 4º, manso. Lleno

-El Juli, de azul noche y plata, entera atravesada, descabello (silencio); media, dos descabellos, aviso (oreja).

-Sebastián Castella, de azul marino y oro, pinchazo, estocada, descabello, aviso (ovación); entera (oreja).

-Alejandro Talavante, de purísima y oro, pinchazo, estocada (ovación); entera (dos oreja).

De las cuadrillas destacaron Álvaro Montes y Juan José Trujillo, que saludó tras banderillear al sexto.

Cinco años hacía que El Juli no toreaba en Castellón y si entonces salió a hombros, las cosas ahora se le pusieron más difíciles para repetir el triunfo, fundamentalmente porque su primero apenas tuvo empuje y el segundo fue un manso de libro. Sin embargo el torero madrileño supo dar la vuelta a la situación y terminó dejando una actuación para el recuerdo. Pareció así que no era sino un suspiro ese lustro en una función a la que los toreros dieron lustre y la poca fuerza y pobre presencia del ganado constituyeron el único lastre de la misma.

El comodísimo toro que abrió plaza desmontó limpiamente al piquero de turno al cabecear intensa y constantemente frente al peto, saliendo de la suerte de todas formas por los suelos y llegando a la muleta con las fuerzas bajo mínimos. Su matador se esforzó por afianzarlo, dándole tiempo, suavidad y confianza... inútilmente. El animal no podía con su alma y se defendió desde el primer momento haciendo imposible cualquier tipo de lucimiento.

El cuarto tuvo más kilos que trapío. Abanto y manso, se le dio duro en el caballo y huyó de su sombra en banderillas. Pero El Juli no desesperó y poco a poco le fue convenciendo y lo metió en vereda, unciéndole a su muleta y sin dejar que el animal viese otra cosa que la tela roja, dejando un trasteo tan científico como poderoso, limpio, solvente y capaz, sacando todo lo que tuvo un toro por el que nadie daba ni medio duro. Poco importó que su recompensa tangible fuese sólo de una oreja. Lo que hizo valió mucho más que ese despojo, desde luego.

Se adorno Talavante al recibir a su primero, también pobre de cara y que en un momento de distracción se lo llevó por delante cuando lo ponía en suerte. El de Garcigrande no paró de embestir y le faltaba tiempo para acudir raudo al embroque en cuanto le movían al cite. Templó mucho el extremeño en redondo, primero, y al natural después, ligando y sin enmendarse. Un desarme pareció romper el ritmo pero enseguida se recuperó el paso, algo que ya no sucedería cuando el animal se derrumbó, impidiendo consolidar un trasteo que tuvo entidad y frescura.

Se le coló al saludar de capa el sexto, al que dejaron crudo en varas. Aún así rodó por el suelo al inicio del último tercio, doblando a la más mínima exigencia del torero, que sacó a relucir su inventiva y su fondo de armario para lucir recursos e improvisaciones que dieron fiesta a una plaza ya por entonces entregada y predispuesta para luego apuntalar una faena con apuntes de gran calidad y fases de toreo caro aunque también con lujoso y vistoso envoltorio.

El segundo sólo tuvo cara. Distraído de salida, entró al paso al caballo, desde donde le dieron lo suyo y aunque se defendió en banderillas algo le vio Castella que brindó su muerte al público. Efectivamente, el toro tuvo motor y brío y el comienzo de faena fue muy torero, con unos doblones por bajo que dieron paso a una primera tanda con la derecha algo rápida y con enganchones. Templó mucho más al natural, sobre todo en la primera serie, volviendo a la diestra ya con menos revoluciones y apurando a un toro con fijeza y prontitud. Pero pinchó y su premio quedó reducido a una ovación.

Muy poca energía tuvo el comodísimos quinto, con el que se hizo aplaudir al quitar por tafalleras. Recuperó su habitual inicio de faena con pases cambiados por la espalda y toreó con suave templanza por el pitón derecho. Su oponente, obediente y bondadoso, le permitió estar muy a gusto y pasárselo cerca en un quehacer fácil y sobrado que remató con contundencia estoqueadora, rechazando la oreja que le concedió el palco al considerar insuficiente el premio.