Valencia

Una plaza de primera

Posada de Maravillas corta la única oreja ante una verdadera corrida de toros de Guadaira

Posada de Maravillas, en imagen de archivo
Posada de Maravillas, en imagen de archivolarazon

Algemesí (Valencia). Séptima de feria. Se lidiaron novillos de Guadaira, muy bien presentados y con aspecto de toros. Nobles y manejables, destacó el 2º, al que se premió con la vuelta al ruedo en el arrastre. Tres cuartos de entrada.

Martín Escudero, de lila y oro, tres pinchazos, estocada (silencio); dos pinchazos, estocada enhebrada, aviso (saludos). Posada de Maravillas, de azul pavo y oro, estocada entera (oreja); estocada entera, siete descabellos, aviso (silencio).

Entre las cuadrillas, destacaron los toreros de plata Julio y Luis Miguel Campano.

Una vez más, el nivel de presentación de los novillos en Algemesí superó los cálculos más optimistas y el encierro de Guadaira lidiado ayer en el séptimo festejo del abono fue una auténtica corrida de toros. Novillos por edad y papeles, pero por aspecto y presencia en muchas plazas de segunda, y hasta en alguna de primera, hubiesen pasado sin problemas como toros. Serios, con cara, cuajados y fuertes, los astados lidiados ayer fueron nobles, manejables y dieron buen juego, especialmente el segundo, al que se premió con la vuelta al ruedo póstuma. Su lidiador, Posada de Maravillas paseó un trofeo.

Este segundo no se empleó de salida y en el caballo cabeceó contra el estribo. Pero en el último tercio fue muy a más, rompiendo definitivamente tras ponerse Posada la muleta en la zurda. Ahí el novillo se descolgó y embistió ya muy humillado, repitiendo y con clase. Le faltó continuidad al trasteo de su matador, que dejó pasajes muy interesantes y un buen concepto, pero que tuvo muchos tiempos muertos en su quehacer.

Su segundo, encampanado, engallado, muy serio, se arrancó de lejos al caballo y lo levantó en el aire antes de derribarlo contra las tablas. Luego volvió a la carga y ahora Anderson Murillo le dio una buena tunda, de la que terminó medio lisiado. El animal acusó la paliza y llegó a la muleta aplomado y más apagado. Cobró Posada una gran estocada que le hubiese valido la Puerta Grande de no haberse amorcillado el de Guadaira y fallado él luego con el verduguillo.

El novilllo que abrió plaza, así, a ojo de buen cubero, era un toro hecho y derecho, con más de 500 kilos. Se dejó hacer, sin maldad y con buen son aunque con cierta sosería, lo que no contribuyó a que la labor de Martín Escudero, muy firme y muy dispuesto, llegase a trascender.

El tercero se llevó otro puyazo bastante fuerte, que se dejó sentir en el comportamiento del astado. No obstante, tuvo fuelle para seguir la muleta del novillero madrileño, que compuso una faena de planta estática, muy vertical, muy en José Tomás, basada en el toreo al natural, llevándole largo y procurando vaciar las embestidas. Fue atropellado al tropezar en la cara del toro y se lesionó la muñeca derecha, costándole bastante poder acabar con su oponente.