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Badajoz

Urdiales y un torrente de naturales

El riojano corta una oreja de un buen "Victorino"bajo la lluvia

Diego Urdiales torea con la izquierda a un serio «Victorino»
Diego Urdiales torea con la izquierda a un serio «Victorino»larazon

Bilbao. Última de las Corridas Generales. Se lidiaron toros de Victorino Martín, serios y muy bien presentados. El 1º, de noble y buen pitón izquierdo y menos recorrido por el derecho; el 2º, toro bueno, noble y de gran pitón izquierdo; el 3º, sin entrega ni humillación, va y viene; el 4º, de muy buen pitón izquierdo; malo y peligroso el 5º; con buen ritmo y noble el 6º. Más de media entrada.

Antonio Ferrera, de azul pavo y oro, pinchazo hondo, pinchazo, estocada corta (saludos); estocada atravesada, descabello (vuelta al ruedo). Diego Urdiales, de verde hoja y oro, media estocada, descabello (oreja); pinchazo, media estocada, pinchazo hondo, aviso, dos descabellos (silencio). El Cid, de azul pavo y oro, estocada corta (silencio); pinchazo, estocada (saludos).

El cielo estaba más negro que la arena del ruedo de Vista Alegre y la amenaza de lluvia era una evidencia. Y así fue. Pero nada importó, porque nada importa en los momentos clave. El segundo victorino de la tarde había cumplido en el caballo pero miraba una barbaridad a Diego Urdiales. Parecía que se cumplía la profecía: nunca un camino fácil para el torero riojano. No fue así. Urdiales se puso como si el toro fuera un carretón y el victorino participó en el juego. Qué buen toreo y qué buen toro. Tomó bien el engaño el animal, con largura, nobleza y repetición. Humillaba y sin picante, así Urdiales lo toreó a placer bajo la lluvia y por momento bajo el diluvio. Hondos los naturales, inamovible el torero, encajado, atornilladas las zapatillas a la arena, mando y rotundidad en el trazo. Una belleza que alcanzaba máxima expresión en los remates. Una y otra tanda. No se perdía la emoción a pesar del despiste del agua. Así iba, así íbamos y así, entre unas cosas y otras, decidió Urdiales poner fin a la historia en la suerte contraria. Y casi le cuesta caro. Media estocada y un golpe seco contra el suelo... Pero lo logró. El trofeo para él y para todos, que nos habíamos quedado prendados de la faena. Un torrente de naturales bajo la lluvia.

El quinto fue de apostar y jugarte los muslos si querías salir airoso del envite. Si malo fue por el derecho, un diablo por el izquierdo. De las miraditas pasó a las radiografías. Urdiales, que ya se ha visto en éstas en otras ocasiones, anduvo muy torero con él y por encima de las circunstancias.

Antonio Ferrera destacó en el saludo de capa al primero y mejor todavía en la media verónica. Enorme era el toro, muy serio, como toda la corrida. Ningún toro decepcionó en presentación. Se entregó Ferrera en el tercio de banderillas y brutal cómo se ajustó en el tercer par por dentro. Fue victorino bueno con un pitón zurdo noble, de larga embestida y humillador. Otra cosa era el derecho. No renunció Ferrera y alternó tandas por uno y otro pitón. Y más le quedaba porque el cuarto fue un prenda por el derecho y un bendito por el izquierdo. La cara y la cruz en el mismo animal. Ángel y demonio. No tenía pinta de perdonar por el primero y dio todas las opciones para levantar el vuelo por el zurdo, tan templado como noble. La faena de Ferrera contó con demasiadas interrupciones, no llegábamos a paladearla, aunque hubo una tanda de naturales en la que el torero de Badajoz se relajó y los muletazos fueron extraordinarios. La estocada, que hizo guardia, afeó el final de fiesta. El Cid anduvo más ligero con el tercero, que iba y venía sin humillar que con el sexto, que acudía al engaño con mucho ritmo pero no era siempre de fiar. La labor del sevillano fue de menos a más. Justo al revés de la tarde.