Madrid
Ureña: bendito milagro a pesar del sistema
El murciano tuvo una gran actuación en Las Ventas y cortó una oreja, que pudo ser más al fallar a espadas
El murciano tuvo una gran actuación en Las Ventas y cortó una oreja, que pudo ser más al fallar a espadas
- Las Ventas (Madrid). Sexta de la Feria de San Isidro. Se lidiaron toros de El Torero y uno, el 5º, de Torrealta, desiguales de presentación. El 1º, noble, repetidor y con calidad aunque con el fuste justo; el 2º, deslucido; el 3º, protestón por el derecho y malo por el izquierdo; el 4º, noble, de buena condición y con el fondo justo; el 5º, malo; el 6º, de buen juego. Dos tercios de entrada.
- Manuel Escribano, de berenjena y azabache, pinchazo, estocada caída (silencio); media trasera y baja (silencio).
- Iván Fandiño, de caña y oro, media trasera, dos descabellos (silencio); media baja y tendida, tres descabellos (silencio).
- Paco Ureña, de malva y oro, pinchazo, estocada baja, aviso (saludos); pinchazo, estocada (oreja).
No sé en qué momento comenzamos a ver la corrida en versión codificada por la multitud de paraguas que interrumpían la visión escalonada del tendido. Visión reducida, parcelada, más allá de la que viene de serie. No sé si fue en el primero o en el segundo, pero si sé que en el tercero, que ya arreciaba con rabia, nos despedimos, los de mi tendido, me refiero, del tercio de varas. Ni ver al caballo si quiera. Pero nos reconciliamos después con el espectáculo a lo grande, a pesar del diluvio, con la faena de Paco Ureña, cuando éste nos devolvió al toro, la visibilidad, se entiende, en el centro del ruedo. Tenía el toro de El Torero la primera embestida basada en la inercia y después de ésta protestaba. Le costaba empujar en el engaño. A Paco Ureña, que le debemos una de las faenas más intensas de la pasada Feria de Abril de Sevilla, no defraudó. Y lo tuvo todo en contra. Sobre todo las manos del público entre el bolsillo y los paraguas. Mucho mérito lo que hizo el murciano. Suavidad ante las protestas del toro, temple en esos pequeños derrotes que sumaban la embestida y en ella, le fue sacando muletazos de mucha profundidad; siempre vertical, relajado y con las zapatillas hundidas, voluntariamente, en el barro. Barrizal a aquellas alturas, por lo que había caído. Y por lo que lleva cayendo sobre el ruedo madrileño en la última semana. Tardó en ponerse al natural, ya se sabía que por ahí era película de miedo. Y así fue, de las malas. Insistió. Cruzándose al pitón contrario y camino al infierno sin mirar atrás. Un gran momento el de Ureña. La mano se le fue abajo con la espada, mas la buena intención se le vislumbraba en el corazón. El sexto era toro feo por fuera y bueno por dentro. Embistió cómplice con la trayectoria del torero para salvarse del sistema. Un sistema que devora talento. Y esta vez no fue. Ureña no perdió segundos y enseguida se encajó con el toro, con esa embestida boyante que tenía el animal, cosió las tandas, vibrantes todas, más rematadas unas que otras, pero ¡ojo! con el corazón de Madrid enganchado desde el principio. Menos rotundidad encontró al natural y personalidad marcada con la diestra. Lo mejor mejor, los ayudados finales, tomado oxígeno el toro, últimos compases de la faena. Un pinchazo precedió a la estocada. El trofeo no tuvo fisuras, como tampoco su entrega y verdad. Y sin olvidar que el ruedo era un barrizal. Es Paco Ureña a estas alturas un milagro del sistema. Bendito sea. Y nos acordaremos estos días cuando nos vengan mal dadas. Invierno duro ha pasado el torero. Invierno bueno.
Manuel Escribano se llevó el lote más armonioso de comportamiento de una corrida destartalada de hechuras. Ambos nobles y de buena condición aunque con el fondo justo. Correctas las faenas sin más. Iván Fandiño, que completaba el cartel, se las vio con un rajado y sin codicia segundo y un malo malísimo remiendo de Torrealta que le puso en aprietos con descaro. Era la tarde Ureña. Y no sólo la tarde. Lo de Sevilla ya fue de cante grande.
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