Feria de San Isidro
Y cambió la enfermería por la Puerta Grande
Una y una cortó López Simón de cada toro en una tarde de impecable actitud
Las Ventas (Madrid). Decimoséptima de feria. Se lidiaron toros de Las Ramblas, serios de presentación. El 1º, noble y con el fuelle justo; el 2º, noble, repetidor y con la transmisión justa; el 3º, manso, repetidor y con mucha transmisión; el 4º, deslucido; el 5º, movilidad sin entrega; el 6º, complicado y deslucido. Tres cuartos de entrada.
David Galván, de verde botella y oro, aviso, estocada (saludos); y aviso, tres pinchazos, tres descabellos (silencio).
Víctor Barrio, de azul y oro, estocada (saludos); y estocada (silencio).
Alberto López Simón, de azul marino y oro, estocada desprendida (oreja); y pinchazo, estocada (oreja).
Alberto López Simón volvía a Madrid con una carga emocional difícil de transmitir para los que estuvimos allí ese Dos de Mayo en la tradicional Corrida Goyesca. Aquel día López Simón se encumbró con la verdad de una gesta al alcance de pocos. Una épica respaldada por toreo bueno, de depurado concepto, y en un tú a tú muy digno. Da gusto ver cómo coge la muleta, dónde se afianza con el toro y cómo intenta dar ese medio pecho en el embroque. Volvió y constaba como reaparición de aquella grave cornada. Nada se le fue con la sangre derramada. No vimos ni un resto, ni una factura, al contrario. El toro que le tocó en suerte de Las Ramblas fue un manso de los que luego quieren acudir a la muleta. La mezcla entre uno y otro, el coctel no dejó indiferente a nadie. Por la derecha le tomó la medida en esa ida del toro, que quería andar a sus anchas pero a la vez repetía en la muleta. Hubo una tanda gloriosa en matices. Sin una embestida igual. En cada pase se requería algo distinto y López Simón fue capaz de acertar con la tecla en algo que ocurre tan rápido, tan efímero y que modifica tantísimo el resultado. Le ganó la acción en el primero al abrirse una barbaridad el de Las Ramblas, y le tapó la cara después para enlazar un muletazo al otro hasta lograr un circular improvisado e inverosímil.
Pálpito de triunfo
Lo tenía en la mano cuando saltó el sexto. A medio abrir la Puerta Grande que hace días cambió por el camino de la enfermería. Pero por estadística tantas se truncan justo cuando nos abocamos al desenlace... Tenía el toro menos de lo mínimo que se podía pedir. Por eso, que consiguiera centrar al público de Madrid a fuerza de no tropezarle jamás el engaño, con una puesta en escena impecable, buscando el pitón contrario incluso un poco más allá del infinito. No ve horizonte al límite. Qué barbaridad. Todo. Y más puso López Simón con un toro que obligaba a pasar desapercibido. Cerca, muy cerca, en un ensalzamiento de los valores que mantienen íntegra la tauromaquia, a pesar de que otros tantos días nos intenten hacer comulgar con que la mitad también vale. Se tiró a matar, un golpetazo en la barriga se había llevado en su primer toro, pinchó en este y al segundo envite encontró la gloria que había detrás de la estocada, el trofeo y esa suma que le abría Madrid a los pocos días de haber conseguido el mismo sueño, en realidad por segunda vez consecutiva. Las Puertas Grandes tienen muchos prismas, fue discutido el segundo trofeo que le encaminaba hacia la calle de Alcalá. Multiplicó lo que tenía y aseguró un futuro esperanzador.
A David Galván el lote no le allanó el camino para arreglar su panorama. Su primero tuvo nobleza y el fuelle más que justo. La entrega fue absoluta al igual que con un cuarto, de poca clase y energía.
Víctor Barrio buscó sorprender con el capote ya de salida. Y aportó variedad con un toro que fue manejable, repitió pero con el ímpetu justo. Menos acople logró con la muleta. El quinto se movió desagradable, soltando mucho la cara, de ahí que no siempre encontrara el temple.
López Simón, esta vez sí que sí, se fue en volandas de Madrid. Y amenaza con no ser la última.
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