Ocio

Televisión

Beber sangre y hacer la compra

«Lo que hacemos en las sombras», que acaba de estrenar HBO, es casi tan divertida como el falso documental de 2014 en el que se basa.

En la imagen, Kayvan Novak, Matt Berry y Harvey Guillén
En la imagen, Kayvan Novak, Matt Berry y Harvey Guillénlarazon

«Lo que hacemos en las sombras», que acaba de estrenar HBO, es casi tan divertida como el falso documental de 2014 en el que se basa.

En una escena temprana de «Lo que hacemos en las sombras», la estupenda comedia recién estrenada en HBO España, entreoímos lo que parece ser la típica discusión entre compañeros de piso sobre la comida que se deja fuera de la nevera demasiado tiempo. La particularidad es que estos compañeros de piso son vampiros y el objeto de conflicto no es un cartón de leche sino un ser humano a medio desangrar. «Acabad una víctima antes de empezar la siguiente», reclama uno de ellos al resto. «¡Esto no es higiénico!».

Si su título le suena, es normal. «Lo que hacemos en las sombras» es un «spin off» del hilarante «mockumentary» (falso documental) protagonizado en 2014 por Jemaine Clement («Los Conchords») y el director Taika Waititi («Thor: Ragnarok»), que en esta nueva versión figuran como productores ejecutivos. La serie traslada la acción de Wellington, Nueva Zelanda, a Staten Island, Nueva York. Allí llevan siglos compartiendo piso Nadja, su esposo Laszlo y el ex guerrero otomano Nandor, tres chupasangres inconfundiblemente idiotas a quienes se encomendó la misión de conquistar y esclavizar nuestro mundo. Por supuesto, son unos fracasados; apenas son capaces de entender el sistema de transporte neoyorquino.

Usando esa premisa como base, la producción toma los elementos típicos de las ficciones de vampiros más serias y los combina con tareas cotidianas y disputas inútiles. Sí, estas criaturas salen a la caza de hemoglobina y tienen sexo apasionado, pero también van al súper y sacan la basura. En cualquier caso, la serie entiende a la perfección que, para que esa idea mantenga su efectividad a lo largo de sus 10 episodios, es necesario hacer entender al espectador la personalidad de estos patéticos monstruos, lo que les otorga su identidad más allá del consumo regular de sangre. Una cantidad considerable de metraje, por ejemplo, es dedicada a la disfuncional relación que mantienen Nadja y Laszlo, que probablemente habrían roto su matrimonio varias generaciones atrás de no ser porque, cuando ella le dio a él el fatídico mordisco, selló su unión para toda la eternidad.

Relación de codependencia

Nandor, por su parte, es mucho más quisquilloso, vulnerable y formal de lo que su reputación homicida puede dar a entender. Él no tiene una esposa inmortal con la que tirarse los trastos a la cabeza, pero a cambio mantiene una extraña relación de codependencia con Guillermo, un humano que es una mezcla de su mejor amigo y su esclavo, y que por supuesto aspira a convertirse en un vampiro algún día. Mientras estas dinámicas interpersonales se van estableciendo, buena parte de la comedia la aporta el más inspirado de los ingredientes que la serie añade a la mitología creada por la película: el cuarto compañero de piso, Colin Robinson, un vampiro que para sobrevivir no necesita chuparles la sangre a los humanos, sino succionándolos la energía. ¿Cómo? Aburriéndolos hasta matarlos con sus historias.

¿Logra el «spin off» ser tan consistentemente tronchante como su modelo? No, y es lógico: una cosa es mantener el nivel cómico en lo alto durante 90 minutos y otra muy distinta hacerlo a lo largo de cinco horas repartidas en 10 episodios de 30 minutos. Pero que esa obviedad no lleve a nadie a engaño: ya sea echando mano del absurdo contraste entre lo sobrenatural y explorando relaciones (sobre) humanas, «Lo que hacemos en las sombras» incluye algunos de los momentos más estelares que la comedia televisiva nos ha ofrecido en lo que va de año.