Cargando...

Viajes

Descubre el Mongol Rally, una carrera peligrosa

Todos los años, durante los meses de verano, la carrera más desquiciada que existe en el mundo del automovilismo no profesional se celebra como un canto a la vida fuera de pista. Desde Europa hasta las estepas infinitas de Mongolia, el Mongol Rally cruza 16.000 kilómetros de planeta y pone a prueba al aventurero más experimentado.

Nadie va a darte apoyo logístico, no tendrás un mecánico a mano si te quedas sin líquido de frenos en el desierto de Turkmenistán The AdventurisThe Adventurist

Compra el peor coche posible

La página web de The Adventurist, la compañía que organiza el alocado viaje desde Praga hasta Ulán Udé, impone únicamente tres normas a los concursantes del rally más largo del mundo: compra el peor coche posible (que sea como máximo de 1.2 litros), dona mil libras a la caridad y no olvides que estás solo. Nadie va a darte apoyo logístico, no tendrás un mecánico a mano si te quedas sin líquido de frenos en el desierto de Turkmenistán. Y lo mejor de todo es que probablemente te quedes sin líquido de frenos.

Lo que comenzó como una idea disparatada en 2004, se ha convertido en una de las carreras más codiciadas para aventureros de todo el planeta, y este año celebrará su 14ª edición sin miedo a las recientes crisis en Oriente Medio, ni el coronavirus, ni cualquier fobia que pueda encerrarnos tras la puerta atrancada de nuestra casa. Este es el objetivo principal del Mongol Rally, al fin y al cabo, salir de la rutina, zambullirte en la aventura y sufrir para lograrlo. En la página web de los organizadores no se cansan de repetir, una y otra vez, que el viaje no merece la pena si tu vehículo no da problemas en el tramo más inestable. Y cumplen su amenaza. Todos los años, un buen número de coches vuelca o termina envuelto en llamas, los accidentes están a la orden del día e incluso algún participante ha fallecido por el camino. La ayuda es nula.

Las esperas para cruzar el Caspio pueden durar varios días. La paciencia es imprescindible.Alfonso Masoliver Sagardoy

La carrera más salvaje para los pilotos no profesionales. La más larga y desquiciada. Más de 15.000 kilómetros separan a cada participante desde su tierra natal hasta la ciudad rusa más próxima a la frontera con Mongolia. Tradicionalmente, la carrera terminaba en la capital de los khanes, pero diversas dificultades a la hora de exportar el vehículo de vuelta a Europa han terminado por hacer más rentable una gran fiesta en Ulán Bator y luego terminar el viaje, definitivamente, en el sur de Rusia.

Prueba tras prueba se llega a Mongolia

No existe una ruta concreta por la que llegar al destino. Como no hay apoyo logístico de ninguna clase, no hace falta seguir ningún camino para recibirlo en caso de necesidad. Da igual que cruces el Círculo Polar Ártico o que te desvíes mil kilómetros y decidas recorrer el norte de África. El mar Caspio puede cruzarse en ferry o atravesando Irán. Tan solo hace falta presentarse en Praga el día señalado para la salida y llegar a Ulán Udé antes del 14 de septiembre, ya sea en coche o en una motocicleta inferior a los 125cc. ¿Es una locura? Lo es. Una locura perfecta para quien consiga los suficientes patrocinadores y busque desesperadamente salir de la rutina veraniega de sol y playa. Aunque es extraño cruzar siete franjas horarias sin experimentar un ápice del cansino jetlag, o despertarte una mañana rodeado por el amplio Bosque Negro en Alemania y encontrarte una semana después recorriendo los áridos páramos de la Capadocia turca.

Un camello huye en Turkmenistán de la locura rallier.Alfonso Masoliver Sagardoy

Lo extraño es el punto clave de este estrambótico viaje que lleva a recorrer un cuarto del mundo. El aventurero sale de las cómodas fronteras europeas para batallar, en ocasiones durante más de doce horas, con las estrictas autoridades aduaneras de Turkmenistán. Los desiertos y bosques se suceden como rayos verdes y dorados por la ventanilla de su coche escacharrado como pestañeos, como un sueño, y es habitual encontrarse sin combustible en las llanuras de Kazajistán y preguntarse, una y otra vez, qué decisión inconsciente le llevó a zambullirse en esta aventura. El Mongol Rally pone a prueba los límites de la paciencia y el miedo en el aventurero cuando nadie habla su idioma, la población más cercana está a cien kilómetros y el coche cumplió con las expectativas al quedarse tirado en el momento más inoportuno.

Los locos de Cannonball

También puede cruzarse el mundo en una moto de 125cc. En la imagen, un descerebrado por las llanuras de Mongolia.Alfonso Masoliver Sagardoy

La carrera tiene cierto parecido con la película The Cannonball Run, de Hal Needham, en cuanto que los participantes son un batiburrillo de personajes de todos los tipos y colores. Italianos que dejaron sus empleos y no quieren volver a la oficina antes de desfogarse contra su jefe, divorciados en busca de sí mismos, ingleses que una noche de fiesta se inscribieron en la carrera y no pudieron dar marcha atrás, mujeres australianas de temple decidido que no temen cruzar cuatro o cinco o seis países donde la mujer todavía no vive como se merece… Aventureros, todos ellos, de la vida y del espíritu.

Lo divertido de que la única regla sea que no hay reglas, esta vez llevado hasta el último extremo, es la libertad que tienen los participantes para organizarse el viaje a su manera. Algunos prefieren ir bien pertrechados con tecnologías de última generación, cajas inmensas de herramientas y víveres para sobrevivir a un apocalipsis nuclear. Otros llevan unas latas de berberechos que compraron en Carrefour y una navaja, y rezan porque el coche no se quede tirado, rezan mucho. Todo depende de hasta qué nivel quieras llevar tu aventura.

Un viaje de 16.000 kilómetros sin garantías de llegada.Alfonso Masoliver Sagardoy

Las carreteras europeas suavemente asfaltadas pasan por los agujeros en Uzbekistán y terminan donde no hay carretera (al menos, como nosotros las conocemos) en Mongolia. El viaje empieza pero no siempre acaba, así funciona el negocio del Mongol Rally. Un viaje sempiterno que se ancla permanentemente en el recuerdo, y no importa llegar el primero o el último, ni siquiera llegar, siempre y cuando se disfrute al máximo una de las mayores experiencias que nos puede dar la vida.

Cargando...