
Viajes
Ámsterdam se viste con los colores del otoño
Una escapada de canales y parques dorados, museos sin multitudes y una acogedora atmósfera de respeto y libertad que abraza al viajero

Hay ciudades que parecen invitar a respirar más hondo, y Ámsterdam es una de ellas. Su atractivo es universal: tanto para quien busca cultura como para los que desean simplemente perderse entre plazas, cafés y parques. Pero si algo la distingue, más allá de su arquitectura, sus paisajes e historia, es la libertad que se respira en el aire. Y en otoño esa libertad se tiñe de dorado hasta hacerse irresistible.
Conocida como la Venecia del Norte, se levanta sobre un entramado de canales semicirculares que forman el llamado anillo de canales, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Más de 1.200 puentes cruzan estas vías de agua que reflejan las fachadas inclinadas de las casas del siglo XVII, creando un escenario intemporal. Realizar un tour en barco para descubrir su singular arquitectura es algo inolvidable, porque desde el agua el destino revela otra dimensión: las torres, los puentes, las casas estrechas, las bicicletas que cruzan sin descanso.
Una sociedad abierta, arte y museos
Sumergirse en Ámsterdam es dejarse llevar por una tolerancia constructiva e inspiradora. Con naturalidad, la capital neerlandesa integra aspectos tan controvertidos como el consumo regulado de marihuana en los cafés autorizados o la prostitución legalizada en el famoso Barrio Rojo; se percibe que no son meros reclamos turísticos, sino expresiones de una mentalidad progresista que apuesta por la transparencia, la regulación y la dignidad. Resulta una invitación a desaprender lo aprendido.
Ese mismo espíritu libertario impregna también su arte. Porque el arte, al fin y al cabo, es otra forma de abrirse al mundo, y este destino ofrece algunos de los museos más interesantes de Europa.
Los cuadros de Rembrandt y Vermeer, en el Rijksmuseum, trasladan al visitante al Siglo de Oro neerlandés. En cambio, en el Museo Van Gogh, la experiencia es más íntima: además de ser la mayor colección expuesta del pintor, guarda sus cartas personales, donde late una humanidad desbordante. En ellas escribió: «Siento que no hay nada más verdaderamente artístico que amar a la gente». Una confesión sencilla y desgarradora que, leída entre sus lienzos, estremece. Se siente la vulnerabilidad, la sensibilidad y la grandeza de un hombre que transformó su dolor en belleza.
La visita a la Casa de Ana Frank también resulta una vivencia que no deja indiferente. Encontrarse entre las paredes donde vivió escondida y escribió su conmovedor diario es enfrentarse a una historia que trasciende generaciones. Recuerda la fragilidad humana, pero también la fuerza de la esperanza. Este es uno de los lugares de memoria más visitados de Europa.

Ámsterdam en otoño: parques y festivales
El otoño es, quizá, el momento más bello para descubrir esta capital europea. Los árboles que flanquean los canales se encienden de dorados y rojizos, y los parques se vuelven escenarios de postal. Pasear por el Vondelpark bajo un tapiz de hojas secas, recorrer el Westerpark con sus cafés y galerías o perderse en el inmenso Amsterdamse Bos, tres veces más grande que Central Park, son experiencias que condensan la magia de esta estación.
Además, el calendario cultural late con citas muy atractivas. Por ejemplo, mañana y el domingo (13 y 14 de septiembre), los Open Monument Days permitirán adentrarse en edificios históricos que, durante estos dos días, abren excepcionalmente sus puertas y desvelan secretos de la arquitectura neerlandesa. En noviembre, la urbe vibra con el International Storytelling Festival Amsterdam, un evento de cinco días en el que narradores, músicos y artistas comparten sus perspectivas sobre un tema elegido, creando conexiones significativas entre las personas a través de la narración. Ese mismo mes, el Documentary Film Festival Amsterdam (IDFA) convierte a la capital neerlandesa en escaparate del mejor cine documental.
Más que simples eventos en la agenda, son momentos que llenan de vida las calles y ofrecen al viajero la posibilidad de vivir la Venecia del Norte desde dentro.
Arquitectura y vida urbana
La metrópoli neerlandesa resulta también un destino fascinante para los amantes de la arquitectura. Sus casas estrechas con fachadas escalonadas, construidas en los siglos de oro, son un icono que se repite a lo largo de los canales. El Begijnhof, un patio interior rodeado de edificios históricos, ofrece un remanso de paz en pleno centro.
Otros rincones, como el Mercado de las Flores sobre el canal Singel, mantienen viva la tradición hortícola neerlandesa y son perfectos para descubrir la variedad de bulbos y tulipanes.
Recorrer Ámsterdam en bicicleta es parte del viaje: con más de 400 kilómetros de carriles bici, este medio de transporte se convierte en la manera más rápida de integrarse en la vida local.
Refugiarse en los cafés y degustar los sabores locales es muy agradable en otoño. Los brown cafés, con sus paredes oscuras de madera, son lugares ideales para compartir una cerveza o un café observando el ir y venir de la urbe.
En los mercados se pueden probar especialidades como los stroopwafels, galletas finas rellenas de caramelo, o el arenque servido en pan, tan típico en la gastronomía neerlandesa. Y, por supuesto, quesos como el gouda o el edam, que forman parte de la identidad del país.
Sin duda, Ámsterdam tiene la capacidad de cautivar en cada momento del año, pero en los meses otoñales alcanza un equilibrio perfecto: menos multitudes, paisajes teñidos de dorado y una oferta cultural vibrante. Desde un paseo en barco al atardecer hasta la contemplación de un cuadro de Van Gogh o una caminata por el Vondelpark, son experiencias que, en este destino tan intemporal, animan a ser uno mismo y a dejarse llevar.
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