Viajes

Viajar ya no es lo que era

La globalización, el uso de plataformas en internet para reservar vuelos y alojamientos, el crecimiento de la cultura pop y la tecnología han cambiado el mundo del turismo durante las últimas décadas.

Colas de turistas en París.
Colas de turistas en París.larazon

Este verano pretendo hacer un bonito viaje con dos amigos. Nuestra intención es atravesar el sur de África en automóvil, haciendo un recorrido que nos llevará desde Nairobi, Kenia, hasta la Costa de los Esqueletos en Namibia. Son 4.500 kilómetros que deberemos salvar en tres semanas, por carreteras que todavía no podemos imaginar y en un entorno misterioso para nosotros, los europeos. Ayer por la tarde, mientras empezábamos a ver los lugares donde podríamos dormir, descubrimos asombrados la gran cantidad de alojamientos de todo tipo – lodges, campings, hostales – que ofrecen una amplia gama de precios para poder alojarse por todo el continente africano. Uno de mis amigos, que antes de comenzar la búsqueda aseguraba que la mayoría de los días tocará dormir al raso, se quedó boquiabierto frente a la pantalla del ordenador y comentó, nostálgico al ver un resort esplendoroso presentarse ante nosotros: viajar ya no es lo que era.

El bien tangible ya no está de moda

Viajar ya no es lo que era, eso desde luego. Durante las últimas décadas, las facilidades de transporte y los largos periodos de paz que llevan experimentando la mayoría de los países han abierto la puerta al turismo masivo. La riqueza económica y la cultura pop se han esparcido por el globo, aunque en algunos sitios más que en otros, y las diferencias culturales se han acortado. De menos de 100 millones de turistas que viajaron a destinos internacionales en el año 1950, han pasado a registrarse casi 1600 millones de visitas por todo el mundo durante el 2019. Las primeras regiones en recibir turismo masivo fueron Europa y Norteamérica, cediendo el paso lentamente a nuevos destinos, más exóticos, tanto en el este africano como los países asiáticos, y terminando en Sudamérica. Los cambios en la filosofía cotidiana, cada vez más globalizada e influida por la constante búsqueda de experiencias intangibles – tirarse en paracaídas, probar gastronomías impensables, visitar lugares remotos – ha sustituido rápidamente los bienes tangibles – hoteles de lujo, comprarse un buen coche o tener un fondo de ahorros en la cuenta bancaria – que se buscaban en generaciones anteriores.

Red Bull ya no es una marca de bebidas energéticas – bien tangible – sino una organización dirigida a los deportes de alto riesgo – bien intangible – que además vende bebidas carbonatadas. ¿Y cómo sabemos qué destinos nos otorgarán las experiencias más profundas?

¿Qué tienen en común el cine y Airbnb?

Tarea de enseñarnos estos destinos es de los medios de comunicación, y el cine contemporáneo tiene un gran peso en este aspecto. Japón, país mitificado hasta la saciedad durante las últimas décadas, especialmente de la mano del anime en series y películas, ha experimentado según datos del Banco Mundial una subida del 930% en sus visitas desde 1996, que curiosamente coincide con el año de lanzamiento de La princesa Mononoke. El crecimiento de turismo más acentuado en Nueva Zelanda ocurrió en el 2004, tras un crecimiento progresivo del 6% anual durante los cuatro anteriores, coincidiendo con el lanzamiento de la trilogía cinematográfica del Señor de los Anillos. Evidentemente, son más factores los que influyen en el turismo de estos países, aunque no se puede dejar a un lado el impacto que la industria cinematográfica ha tenido en ellos. El mejor ejemplo quizás lo encontremos en Bahía Maya, la famosa playa tailandesa donde se rodó el filme The Beach, protagonizado por Leonardo DiCaprio. Los años posteriores fue tal el riego de visitas turísticas (cerca de 5.000 al día), que el gobierno tailandés vio obligado a cerrarla indefinidamente para proteger los corales que quedaban en la bahía.

Así se ve la playa de Bahía Maya en la actualidad.
Así se ve la playa de Bahía Maya en la actualidad.larazon

El abaratamiento de costes en el transporte también ha llevado a que cada vez sea mayor el número de jóvenes con oportunidades de viajar. El fenómeno mochilero, que ya empezó durante los años 70 con la ruta hippie hacia la India y Nepal, se ha convertido durante las últimas décadas en una aventura codiciada por viajeros de todo el mundo. Es habitual encontrarlos en locales de fiesta por el Sudeste Asiático y Oceanía. Esto se debe, entre otras razones, a la creación de plataformas para reservar alojamientos.

El impacto del buscador de reservas Airbnb es abrumador desde su creación en el 2008. El turismo en España ha crecido a pasos agigantados desde el 2009. Tras una bajada constante desde 1997, el turismo en Polonia solo empezó a subir tras el lanzamiento de la plataforma, y no ha vuelto a descender. Países Bajos, Estados Unidos, Alemania y Austria también experimentaron bruscas subidas a partir del 2009 pese a la crisis económica que se vivía por aquellas fechas. La facilidad para encontrar alojamiento a precios asequibles ha revolucionado el mundo del turismo. Ya no hace falta encargar reservas con meses de antelación por miedo a perder nuestro sitio, la oferta es tan amplia que siempre caben los planes de último momento.

Del arte Edo al anime

Viajar ya no es lo que era. Durante mis viajes por el continente asiático lo comprobé mejor que en cualquier otra región. Antes de visitar Asia por primera vez había estado viendo puñados y puñados de películas, y leyendo puñados y puñados de libros con temática asiática para informarme sobre su cultura. Ya suponía que mucho habría cambiado los últimos años, pero quise impregnarme de sus tradiciones para comprender mejor la base que mueve las sociedades asiáticas en la actualidad. Estas películas y estos libros narraban viajes de grandes exploradores entre los siglo XIX y XX, explicaban a conciencia las situaciones sociales que habían vivido China y Japón desde la Edad Media, hablaban sin parar del Imperio Mongol… En mi mente condicionada por las historias de terceros, generalmente exageradas y con tintes de racismo, Asia se me presentaba como un continente bullicioso en el que llegar de un punto a otro del mapa supondría días de duro peregrinaje. Mis ojos ya miraban antes de verlo centenas de casas de bambú precariamente levantadas. La cabeza se me llenó de posibles aventuras parecidas a las de estos exploradores, que a veces tardaban dos o tres meses en llegar desde Londres hasta Nepal.

La capital de Mongolia, Ulán Bator, dista mucho a como la conoció Marco Polo.
La capital de Mongolia, Ulán Bator, dista mucho a como la conoció Marco Polo.larazon

Llegué a Asia, la realidad entró en juego. No había casas de bambú, tampoco faquires de largas barbas sentados sobre colchones de espinas. Nadie me miraba con curiosidad como miraban a los viejos exploradores. Nadie me miraba, simplemente. Resultó que yo no era uno de los pioneros en visitar las tierras remotas a Europa, sino un viajero más que cogió un avión de once horas y ahora estaba medio dormido por el jet lag. En Japón no encontré bonitas pinturas de arte Edo, ni recatadas señoras caminando con pasitos cortos por la calle. En Japón existe una abrumadora obsesión sexual hacia unos extraños dibujos animados y las mujeres caminaban tranquilamente disfrazadas de esos dibujos. No es mejor, tampoco peor. Es simplemente que Japón ha cambiado. Y la India ha cambiado, sepultada bajo una avalancha de vehículos a motor que hacen sus calles prácticamente intransitables. Las islas paradisiacas de Indonesia y Filipinas ya no están vacías, ya no estaríamos nosotros y las palmeras solitarios frente al mar, sino que compartiremos mesa en el buffet con una familia australiana.

Un Burger King escondido en los templos budistas

Era casi imposible contactar con los seres queridos durante un viaje a un país lejano, mientras ahora existen puntos de wifi gratuitos en cada gran ciudad del planeta, y las tarjetas SIM son tan sencillas de adquirir como encontrar un McDonald’s. Caminando por una ciudad perdida de Tailandia, conocida por sus templos históricos y vieja historia, pude cenar en un Burger King. Ya no nos ocurre como a Brad Pitt dando vida a Heinrich Harrer en Siete años en el Tíbet, cuando apenas conseguía comunicarse mediante gestos con los tibetanos. Ahora es tan sencillo encontrar allí un angloparlante como un inglés hecho y derecho. Y si el ejemplo que pongo es Asia, no es más que una burda manera de explicar el fenómeno que se ha extendido en todo el planeta, España incluida, cuando las culturas se han difuminado hasta perder sustancia y la tecnología ha revolucionado los parámetros sociales.

No es mejor, o si lo es. Lo que queda claro es que viajar ya no es lo que era. Ahora es cuestión del lector juzgarlo.