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Bela Vista Hotel & Spa, un alojamiento icónico
Ubicado en Portimão, sobre un pequeño acantilado en “Praia da Rocha”
Hace unas semanas Lisboa fue sede de la primera ceremonia de entrega de las llaves Michelin en Portugal.
De reciente creación, esta prestigiosa marca pretende premiar a determinados hoteles por sus excepcionales características con un abanico de calificaciones que van de una a tres llaves.
Bela Vista Hotel & Spa (www.hotelbelavista.net), uno de los más emblemáticos hoteles del Algarve y miembro del selecto club Relais & Chateaux, fue galardonado con dos llaves Michelin. Se certificaba así la singularidad, el alto nivel y las prestaciones sin igual de un alojamiento icónico en el país.
Ubicado en Portimão, sobre un pequeño acantilado en “Praia da Rocha”, este simbólico palacete atesora, además de su privilegiado emplazamiento y cuidada decoración, una centenaria historia que no puede pasar desapercibida. Sólidos argumentos a los que se sumar, además de una más que personalizada atención al huésped y el alto nivel de todas sus instalaciones (piscina, sauna bajo el sello de la acreditada marca francesa L'Occitane, amenities de primera calidad, gimnasio con vistas al mar, bar, amplias estancias, etc., etc.), el tener entre sus muros uno de los grandes templos gastronómicos del país vecino.
Me estoy refiriendo al restaurante Vista (www.vistarestaurante.com) que, con una estrella Michelin, dirige magistralmente el chef Joâo Oliveira.
Y es que hay hoteles que por derecho propio se ganan el calificativo de ser singulares, de poseer de unas particularidades que lo distinguen de otros. En definitiva, difícilmente igualables.
El palacete donde se asienta (aunque posteriormente se realizaron algunas ampliaciones en edificios próximos para mejora y crecimiento del recinto hotelero), conocido inicialmente como “Vila Nossa Senhora das Dores”, fue erigido entre finales del siglo XIX y principios del XX.
Sería por 1918 cuando abrió como residencia privada de una acaudalada familia portuguesa donde también eran célebres las fiestas que allí se organizaban y a las que acudía la alta sociedad portuguesa de la época.
Posteriormente, allá por 1934, se alquiló para convertirse en un hotel bautizado como Bela Vista, giño inequívoco a sus inigualables vistas al océano Atlántico.
Desde entonces, su fama no ha hecho más que crecer recibiendo a importantes huéspedes de talla internacional (se pueden ver en su libro de visitas) como Sidónio Pais, el rey Humberto de Italia, los condes de Barcelona o el barón Carl Gustav Emil que vivió algún tiempo en la habitación 105 y cuya fotografía y carta de agradecimiento se encuentran hoy sobre el piano del hotel.
Imagine el lector el privilegio de estar en un hotel que alberga tres de los grandes reconocimientos que cualquier alojamiento de renombre ansía: miembro de la prestigiosa firma Relais & Chateaux, una estrella Michelín y dos llaves Michelin. El buen trabajo da sus frutos.
Bela Vista Hotel & Spa es el claro ejemplo de un hotel boutique donde sus cinco estrellas combinan el encanto del pasado del edificio (visible especialmente en la fachada, la escalera interior, artesonados o la decoración de muchas de sus habitaciones y salas) con todas las comodidades contemporáneas. A prueba del más exigente de los huéspedes.
Sus treinta y ocho habitaciones, divididas en sus tres edificios (palacete -con 11 habitaciones-, Bela Vista Jardín -con veinte modernas habitaciones con terraza y vistas al mar- y la Casa azul -con siete habitaciones-) forman un compendio de lujo, exclusividad y refinamiento.
Eso es Bela Vista, un hotel cuyo principal foco de atención es lograr que hacer de la estancia algo inolvidable, singular, irrepetible. Puedo asegurar, con el mejor de los argumentos como es la experiencia propia, que lo consiguen.
Imposible no quedar asombrado por su formidable propuesta gastronómica gracias a un magnífico desayuno (donde aconsejo pedir sus irresistibles huevos benedictinos), su excelente bistrô y, sin duda, su icónico restaurante Vista (1 estrella Michelin). Cenar aquí es más que una experiencia culinaria.
Es la sensación estar en un escenario único frente al Atlántico donde cocinas, servicio y una espectacular selección de vinos (gracias a su magnífica bodega) se alían para hacer de esa velada una de las mejores que el comensal pueda imaginar.
Su menú degustación es una impecable sugerencia donde es importante dejarse llevar y donde la capacidad de sorpresa (con las premisas de una materia prima de calidad, mucho sabor y contrastada técnica) nos permitirá desde la mesa viajar por lo mejor de la cocina algarviana bajo la versión personal de Joâo Oliveira.
He comido en varias ocasiones en Vista, he disfrutado mucho, han conseguido asombrarme cada vez que venía (más allá de sus magníficos trampantojos) y siempre me he preguntado si este restaurante no merecería mayores reconocimientos en la más famosa guía de la gastronomía mundial. En mi opinión, es de justicia.
Intentando resumir lo que supone mi paso por este emblemático hotel, creo que hay pocos alojamientos que aglutinen de esta manera tan especial y con estándares de calidad tan altos la hospitalidad y la gastronomía.