Viajes
El desierto de Atacama: al caer la noche
Sin fijar con claridad la naturaleza de algunos sitios sería difícil visualizar para el viajero ciertos destinos, como, por ejemplo, los desiertos. Increíblemente bellos pero inhóspitos, poseen dos características que los definen: son lugares de escasas precipitaciones y en ellos difícilmente puede existir vida humana.
Inquieta pensar que estas condiciones climatológicas extremas imperan en casi un tercio de la superficie terrestre, es decir, en una tierra que es tan solo “dueña” de una cuarta parte del planeta. Al pensarlo, se nos desvela que
De ese total, aproximadamente la mitad pertenecen a desiertos cálidos, y el otro cincuenta por ciento a desiertos fríos. El de Atacama, es el desierto no polar más seco del planeta.
Su origen
El desierto de Atacama data de hace unos tres millones de años, y, a pesar de que en el pasado su fina arena pertenecía al mar, actualmente su interior es el lugar con más escasa humedad relativa del mundo.
La causante de que se produjera este radical cambio es la cordillera de los Andes. Debido a su elevada altura, provoca un fenómeno climático por el que las nubes descargan las precipitaciones en su ascenso vertical tan solo en un lado de la montaña, ya que, al sobrepasarla, no poseen más agua. Es conocido científicamente por el efecto Föhn, que, unido a otros factores, es lo que creó el desierto de Atacama.
Las cordilleras y laderas de este lugar han estado habitadas desde hace más de doce mil años, y, aún hoy, los indígenas, los cuales, a pesar de las guerras, han conservado cultura y creencias ancestrales. Son ellos los que gestionan los recursos turísticos de esta tierra desértica.
San Pedro de Atacama, una puerta a la Cordillera de la Sal
San Pedro de Atacama es un pequeño pueblo en el centro del desierto considerado la puerta de la Cordillera de la Sal, uno de los destinos más demandados de Chile. Esta cordillera, antes que montaña fue lago, sin embargo, ahora es un paraje desértico de apariencia pétrea por la acción erosiva principalmente del viento y del sol.
Las rocas que la caracterizan poseen una gran cantidad de sulfato de calcio que la dotan de brillos minerales, que, unidos a sus inusitadas formas, conforman valles espectaculares llenos de majestuosidad y silencio.
Uno de ellos, el Valle de la Luna, ha sido declarado santuario de la naturaleza. Es un área con formaciones de piedra y de arena que presenta similitud con la superficie lunar, especialmente cuando su árido color rojizo se convierte en blanco por el efecto de la sal que emerge de la tierra.
Otro es el Valle de la Muerte, cuyo color arcilloso evoca tierra yerma e inerte...,
Esculpidas en el interior de la Cordillera de la Sal se encuentran Las Tres Marías, testigos insobornables de antiguas leyendas:
... Los andinos rezaban a los tres guardianes, pues pensaban que el desierto estaba habitado por presencias que buscaban en la noche almas carentes de compañía para conducirlas hacia un óbito que no merecían. Con ellas el Valle de la Muerte.
Es tanta la belleza, historia y leyenda que encierra la Cordillera de la Sal que entre los indígenas se piensa que el volcán Licancabur para no destruirlas.
Al desaparecer el último rayo de luz diurno...
Las “animitas” de algunos puntos de la carretera recuerdan que en este lugar la muerte se concibe distinta. Es otro mundo y en él reinan viejas creencias andinas.
Aquí, la Tierra desafía a la imaginación con rocas que fascinan. Su textura porosa y abrupta incluso sin tocarlas hieren el tacto del que las mira.
Al adentrarse en el desierto, se suceden valles y paisajes con que atestiguan la existencia de millones de años de formación ininterrumpida. Frente al Valle de la Muerte una hilera de dinosaurios de piedra “huye” despavorida de una extinción que finalmente les arrancó la vida.
En el interior se percibe un silencio que intimida; el eco en este desierto no existe debido a la ausencia de humedad...
Algunos dicen que es el sonido de la piedra por los cambios de temperatura..., otros hablan de espíritus. Sea como sea, sobrecoge, pues sin eco cualquier ruido es amenazante y desconocido.
La visión solitaria de una inmensa duna es una de que en unos dos milenios este desierto será parecido al del Sahara y que la piedra arcillosa será cubierta por arenas envejecidas..., al igual que en todos los desiertos más antiguos.
El viento, en el ocaso, es suave, pues respeta el momento en que el sol se esconde. Es cuando cambian los colores ofreciendo un espectáculo inexpresable y único. Los nativos lo llaman un pues no se admira al astro rey, sino que los protagonistas absolutos son los Andes, los volcanes y los tonos que van apareciendo por tan solo unos escasos segundos: dorado, rojo, morado... hasta el negro más absoluto.
la estrellas se desvelan hermosas y sublimes. El frío golpea, pero la nitidez del cielo hace no sentirlo. Imposible describirlo.
... El volcán, sin luz que lo ilumine, parece que ha desaparecido, pero lo percibo. Dormido, no extinguido. Su «corazón» late incluso más fuerte que el mío. Lava ardiente que para no dañar lo querido está sumida en un sueño profundo..., como a veces lo están nuestros sentidos.
La noche del desierto de Atacama...
Estrellas, planetas, constelaciones, galaxias; cientos, miles, millones; sobre el desierto, sobre las cordilleras, sobre volcanes, montañas y montes... Sobre Chile. Sobre el mundo.
El desierto de Atacama, al igual que en el día, nos recuerda la soledad y fragilidad humana, en la noche nos revela respuestas a preguntas que siempre nos hicimos.
... Y te siento. Y me sientes. Sin lógica, eternamente te busco. Irracionalmente te amaré hasta el infinito.
Estimado lector, quizás Chile, tierra de volcanes, de poetas, de océanos, desiertos y estrellas, esté haciendo que juntos.
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