
Gastronomía
Los Tortillez: tortillas con alma, recuerdos y compromiso social en el barcelonés Sant Antoni
Hay restaurantes que destacan por la técnica, otros por la innovación, y unos pocos —los más memorables— lo hacen por el alma. Los Tortillez es uno de ellos

Este restaurante nació hace unos años en la calle Consell de Cent de Barcelona, y ahora, su recién inaugurado hermano pequeño en la calle Manso, en pleno barrio de Sant Antoni, viene a confirmar que su fórmula no solo funciona, sino que emociona, alimenta y deja huella. La clave: una cocina entrañable, tortillas que apelan al recuerdo y un compromiso social que se saborea en cada plato.
Desde el primer paso dentro del nuevo local, la sensación es clara: esto no es solo un restaurante sino adentrarte en otro tiempo. No se trata de una simple estética retro, ni de un guiño pasajero al vintage: aquí, la nostalgia está tejida con autenticidad. El local recrea con detalle y cariño los hogares españoles de las décadas de los 70 y 80. El suelo de gres, los muebles de formica, los aparadores de caoba, los tapetitos de ganchillo, el gotelé, los vasos de Duralex y hasta detalles como un póster de Naranjito o una bolsa del desaparecido Pryca consiguen trasladarnos directamente al salón de casa de nuestros padres o abuelos.

Este entorno, sin resultar forzado ni kitsch, consigue reconectarnos con un pasado doméstico y feliz, ese lugar donde una tortilla redondita era el centro de la mesa, de la charla y de la vida cotidiana. En este contexto emocional tan evocador, la comida no podía ser otra cosa que un reflejo del hogar. La carta de Los Tortíllez gira en torno a la tortilla de patata —ese pilar indiscutible de la cocina popular española—, pero no se queda ahí. Hay cerca de una veintena de variedades, desde las más clásicas con o sin cebolla, hasta combinaciones tan originales como sabrosas: tortilla de espinacas con Idiazábal; de calabacín, parmesano y pesto; de gambas al curry tailandés con cilantro; o incluso de carne especiada con cheddar y bacon.

Un proyecto humano
La recién llegada tortilla de pollo a l’ast con alioli es, directamente, un homenaje a las meriendas del domingo y al espíritu ochentero más sabroso. Todas son jugosas, tiernas, doradas con precisión, y están pensadas para compartir —o para no compartir ni una miga, según cómo se presente el hambre y el humor.
Pero lo que hace especial a Los Tortíllez no es solo su tortilla. Lo es también su forma de entender la cocina como un lugar de encuentro, memoria y cuidado. Su carta es lo que hoy llamamos «comfort food», aunque aquí se sirve con la naturalidad de quien no necesita etiquetas. Croquetas, buñuelos de bacalao con miel y lima, habitas a la catalana, chorizo al infierno flambeado con anís, sepia guisada con guisantes y azafrán, calamares rellenos en su tinta, frincandó casero... todo evoca sabores familiares y platos de siempre, pero cocinados con una dedicación que se nota. Y para el postre, cómo no, un repertorio de clásicos infalibles: crema catalana, torrija con helado, pastel de queso, corte de helado como los de antes, y un flan riquísimo.

En un entorno así, donde todo remite al calor de casa, la historia detrás del restaurante cobra aún más sentido. Los Tortíllez no es un proyecto solo gastronómico, sino también profundamente humano y social. Detrás están Liad Finkelstein y Vicky Martínez, dos profesionales del sector que quisieron convertir su amor por la cocina y por la comunidad en un espacio real de transformación. Por eso, la plantilla del restaurante está formada en gran parte por personas en riesgo de exclusión social. Jóvenes con diversidad funcional, con TDAH, con realidades complicadas. Aquí no solo se les da empleo: se les da protagonismo, se les da voz, se les da una oportunidad real de dignidad y crecimiento. Y el resultado, para quien va a comer, es tan palpable como emocionante: un servicio con una calidez difícil de igualar, una sonrisa verdadera, una mesa que se siente más acogedora porque hay detrás una historia de lucha, inclusión y respeto.
Una comida mansa
Esta segunda apertura, en el número 50 de la calle Manso, mantiene viva esa esencia. De hecho, la búsqueda de autenticidad fue tan rigurosa que han respetado incluso parte de la decoración original del anterior inquilino, el restaurante gallego Granja Cristal, adaptándola sin borrar su alma. Lo han conseguido, porque en Los Tortíllez todo huele a verdad, a comida de verdad, a personas de verdad.

El público ha respondido con entusiasmo. La combinación de buena cocina, ambiente informal y precios razonables (unos 20€ por persona de media) hace que sea un lugar al que uno no solo quiere ir, sino al que quiere volver. En un momento en el que muchos locales buscan diferenciarse a golpe de sofisticación o postureo, Los Tortíllez lo hace apostando por algo mucho más duradero: la emoción de lo cotidiano, la belleza de lo sencillo.
Actualmente el local de Sant Antoni abre a mediodía de martes a domingo. También cuentan con servicio de «delivery», para quienes prefieran llevarse un pedazo de infancia y sabor a casa. Además, en Instagram (@lostortillez), muestran con humor y cercanía sus platos, su equipo y ese ambiente cálido que se vive tanto en la sala como en la cocina. Con esta nueva apertura, Los Tortíllez reafirma su apuesta por una restauración que no solo alimente el estómago, sino también el alma y el corazón de la ciudad. Realmente, es difícil salir de allí sin una sonrisa tras las atenciones de su equipo, tan tierno y amable, tan simpático, así que el único riesgo que se corre tras probarlo es el hecho de volver.
✕
Accede a tu cuenta para comentar