Sección patrocinada por sección patrocinada

Papel

Secundino Hernández, el punto rojo de ARCO

Ha colgado el «todo vendido» casi antes de que abriera la feria. Su estrella emergente se confirma en la cita madrileña y en apenas un par de años su obra, que tiene lista de espera en las cinco galerías con las que trabaja, se ha revalorizado un 300%

«SOLD OUT» Dos de las obras de Secundino Hernández, ya vendidas, en el stand de Forsblom.
«SOLD OUT» Dos de las obras de Secundino Hernández, ya vendidas, en el stand de Forsblom.larazon

Ha colgado el «todo vendido» casi antes de que abriera la feria. Su estrella emergente se confirma en la cita madrileña y en apenas un par de años su obra se ha revalorizado un 300%

Un minuto. Es el tiempo que el galerista de Forsblom tardó en vender las tres obras que ha traido a ARCO de Secundino Hernández. Sesenta segundos. A 36.000 euros la pieza. Tres óleos como tres soles de grandes que tienen novia casi desde el mismo momento en que salieron de la paleta del artista. Puede sonar exagerado, pero si atendemos a las palabras de Ilkka Tikkanen, director asociado de Forsblom, la cosa se vuelve literal: «Somos cinco las galerías en el mundo que trabajamos con Secundino y todas tienen una lista de nombres de clientes que quieren su obra todo el año». El jueves vimos al artista departir con los Reyes, que en su recorrido pasaron precisamente por el stand del espacio de Helsinki, y no por casualidad, sino por razón de itinerario, para recibir en primera persona las explicaciones de este joven a punto de cumplir los 40. Reside habitualmente en Berlín, está casado y tiene una niña pequeña, pero sigue teniendo la llave de su estudio madrileño de Coslada, cuya puerta apenas está identificada con las iniciales de su nombre y apellido. Lo ha vendido todo. Y cuenta su galerista finlandés que hay Secundino para rato. Más de uno, a tenor de las ventas, ya se habrá apuntado para el futuro. Es un valor seguro. El año pasado funcionó de maravilla, pero hace dos fue cuando su estrella se hizo internacional. El matrimonio Rubell, Don y Mera, una pareja de coleccionistas norteamericanos que son una institución en el mundo del arte, se hicieron en 2013 con una pieza monumental (3,10 x 5,50 metros) precisamente en ARCO. Y después, con el resto, así, de una tacada. Lo mismo le ha pasado en otras convocatorias internacionales a las que ha concurrido: «sold out», todo vendido. Su obra se ha revalorizado en apenas dos años un 300 por cien, según estima Tikkanen, quien señala: «Yo le conozco bastante y he visto sus trabajos años antes de este ‘‘boom’’ y no es sólo cuestión del valor que ha adquirido su obra, sino que lo importante es que hay cualidades de su pintura que lo hacen especial, un lenguaje propio, cuando ves que es un ‘‘secundino’’ notas que es distinto».

Mucho más que un «Todo vendido»

En Madrid está otra de las galerías que trabajan con el artista, Heinrich Ehrhardt, en pleno barrio de Chamberí, donde el galerista y su esposa, Esther Viña, se fijaron en la obra de un joven que les ayudaba a montar cuando había exposición. Resultó que el chico también pintaba. Y ahí comenzó la relación entre los tres. Tenía mucha fuerza su obra y generó un interés inusitado tanto en coleccionistas nacionales como extranjeros. El miércoles por la mañana vendió por 70.000 euros (con IVA) una sus obras en el stand de la galería madrileña a un privado para una colección pública alemana. Desde Heinrich Ehrhardt no les sorprende el éxito de Secundino, pero tratan de que la euforia no se le suba a nadie a la cabeza: «Somos un poco reacios a toda esta fiebre, porque aunque nos viene muy bien comercialmente, nosotros además somos representantes del artista y miramos por él. Detrás de Secundino hay mucho más que el ‘todo vendido’», señala Pablo Flórez. Pero, ¿qué cualidades lo hacen especial, atractivo, irresistible para el coleccionista? «Es una pintura con una carga plástica muy profunda pero a la vez de una gestualidad muy cercana, que la hace atractiva tanto a los expertos como a la gente común». Para Flórez no hay duda de que Secundino no es flor de un día y que, a su manera, sabrá preservarse de los focos y el ruido mediático que conlleva llenar de puntos rojos su paso por ARCO.

De hecho, el jueves andaba por la feria a la espera de que Don Felipe y Doña Letizia se pararan y pudiera explicar el porqué de su obra. Pero Hernández es artista de estudio, de poca fiesta y mucho trabajo. Desde pequeño le interesaba el mundo del arte, los pintores, y uno por encima de los demás, El Greco. Recuerda de él que tenía hasta cromos del maestro, así que cuando se fraguó la idea de trabajar en una exposición sobre el Apostolado del griego, Secundino Hernández se puso manos a la obra. Asegura que le fascinan los colores del cretense. Sus doce apóstoles beben de las fuentes del modelo, en el cromatismo, la postura, en su expresionismo descarnado, sobre todo su «San Pedro». Con estos antecedentes no es de extrañar que ayer fuera un hombre buscado.

Un caso bien distinto –en tendencia pictórica, trayectoria, resonancia y volumen de negocio– es el de Óscar Murillo, el colombiano que ha tomado al asalto el mercado internacional de arte. Sin llegar a los 30, ha saltado del Cauca a Londres sin paracaídas. De la capital británica vienen las dos obras que la galería Carlos Ishikawa trae a ARCO. Una de ellas ya ha sido vendida por 150.000 dólares. La otra aún espera comprador: 120.000 dólares. Colombia le vio nacer y ahora se está curtiendo en medio mundo. Es un reclamo, aunque él quiera esconderse y decir que la fama prácticamente le da urticaria: «Me parece una estupidez que digan de mí que soy el nuevo Basquiat», declaraba el lunes. Sea como fuere, este joven que ya no luce pelo encrespado, sino la cabeza totalmente rapada es uno de los fenómenos del arte contemporáneo. Estaba prácticamente cantado que la obra que trajera este año a la feria, y han sido dos, iba a durar poco tiempo sin tener el punto rojo cerca. Y así ha sido. El centro cultural Daoíz Velarde ha abierto sus puertas de manera oficial con una exposición suya, que ha llevado aparejada cierta polémica por mor de una pancarta de una manifestación de verdad que quiso incluir en su instalación (esa que el día de la presentación sufrió hasta los efectos para quienes estábamos allí del movimiento de tierra, ¿sería un presagio de lo que le espera a Murillo, el chico terremoto?). Al chico, no hay duda, de que se le disputan las galerías más potentes, no hay más que mirar a las dos inglesas que le representan. Colombia se ha rendido y le presenta con absoluto orgullo como su hijo. En España, Secundino Hernández es el orgullo patrio ahora mismo, un creador que se va consolidando año a año. El vacío de Ivory Press, que este año ha dejado un hueco en la feria (lo mismo que Oliva Arauna, ya cerrada, o las ausencias de Carles Taché o My Name’s Lolita Art, a cuyos artistas se echa demasiado de menos en ARCO) nos ha hurtado la presencia de Jerónimo Elespe, siempre en punto. Rojo, se entiende. Otro creador que lo vende todo, silencioso, discreto. En el polo opuesto, Edinson Quiñones, el artista «okupa», que sigue estando en la feria, a la vera de Valenzuela Klenner. Ahí está con su equipaje, orgulloso de su patria y de su arte. Él sabe que quien la sigue, la consigue (que se lo pregunten al «dealer» Felipe Grimberg) y con tesón lo mismo regresa el año que viene con una galería. Cosas más imposibles se han hecho realidad en ARCO. La feria mostró ayer su tristeza y repulsa ante los atentados cometidos por los yihadistas en Mosul con un minuto de silencio. Fue una manera de protestar ante la barbarie que hemos visto prácticamente a tiempo real. Un acto de violencia que no tiene nombre contra el patrimonio de la humanidad.

El Reina Sofía compra 26 obras

Con más presupuesto que el año pasado, que fue de 200.00 euros para adquirir 17 piezas, el Museo que dirige Manuel Borja-Villel hizo pública ayer la lista de obras compradas en ARCO por valor de 348.884 euros. Veintiséis de 12 artistas: de Luis Castellanos, Nacho Criado, Juan Spínola, (2), Dóra Maurer, Leticia Parente, Beatriz González, Mriam Cahn, Mladen Stilinovic, Harun Farocki y Eric Baudelaire.