Sevilla

Los barones se indignan y califican de «imprudente» la carta de Rivera

Aseguran que el partido no tiene que «soportar» que le digan «lo que tiene que hacer»

Begoña Villacís observa una imagen del líder de Ciudadanos, Albert Rivera
Begoña Villacís observa una imagen del líder de Ciudadanos, Albert Riveralarazon

Rugen de indignación las tripas del socialismo español después de que Albert Rivera se dirigiese ayer a sus bases, en una carta abierta publicada en «El país», para pedirles que se rebelasen contra su secretario general. Porque el PSOE, cierto, está sumido en una lid intestina permanente pero a nadie le gusta que le vengan a enmendar la plana desde fuera. Desde Andalucía, seguramente la federación socialista más crítica con Pedro Sánchez, se advierte al líder de Ciudadanos que «ya cometió el mismo error cuando quiso que el PP» cambiase de candidato a la presidencia del Gobierno. «Rivera tiene una tendencia bastante molesta a meterse en casa ajena», dicen. Si lo que quería era decantar el fiel de la balanza hacia los barones que exigen el fin del bloqueo de las aventuras frentepopulistas, ha conseguido justo el efecto contrario. Nada cohesiona más a un partido que los intentos de injerencia. En pleno Ferragosto es casi imposible encontrar a una fuente autorizada, máxime cuando tanto desde Ferraz como desde la presidencia de la Junta se ha impuesto el silencio en torno al enojoso asunto de la investidura. Pero una cosa es ser discretos para no escenificar un permanente disenso y otra muy distinta es «soportar que al PSOE se le dicte lo que debe hacer». Hay un Comité Federal y hay unos órganos «para eso», lamentan desde el entorno del partido en Andalucía al tiempo que se recuerda que «Pablo Iglesias también quiso sacar partido de los presuntos problemas internos que padecemos cuando hablaba de socialistas sensatos, como si todos no lo fuéramos».

Esta maniobra «imprudente» de Rivera se enmarca en el PSOE dentro de la «presión insoportable de la derecha para que le facilitemos el trabajo de la investidura», pero se advierte sin ambages que puede lograr el efecto contraproducente de que los barones cierren filas en torno a Pedro Sánchez que, por muy zarandeado internamente que esté, «no deja de ser el líder del partido que han elegido todos los militantes. Hay que tener respeto por un partido centenario pero está claro que tanto Ciudadanos como Podemos siguen haciendo política de cara a la galería». El tono «condescendiente» de Rivera en la carta tampoco ha gustado a los socialistas andaluces, que se preguntan «por qué no usó el mismo estilo cuando el PP bloqueó en marzo la investidura de Pedro Sánchez». Los socialistas son conscientes de que la aritmética electoral los ha dejado en una mala postura, en la que deben elegir entre abstenerse para facilitar la continuidad de Mariano Rajoy en La Moncloa o quedar ante la opinión pública como los responsables de unas terceras elecciones en un año. Cabía suponer que el mensaje de Rivera fuera bien acogido en el PP: el secretario de organización, Pablo Casado, pidió a Sánchez que sea «hombre de Estado» y permita la investidura de Rajoy.