Misterio
La esfera de Buga: la sorprendente datación por radiocarbono que desconcierta a científicos y escépticos
Una muestra del material polimérico de la esfera de Buga fue datada en 12.560 años mediante análisis del carbono-14
La enigmática esfera de Buga, aquel artefacto recuperado en Colombia por José Arias y presentado como una reliquia de origen no terrestre —aunque para muchos no sea más que un elaborado fraude contemporáneo—, vuelve a ocupar titulares y a despertar controversia.
Recientemente, el Dr. Steven Greer compartió en su cuenta de X un informe de datación por radiocarbono que ha reavivado el debate. Conocido por liderar The Disclosure Project, Greer se interesó en el artefacto durante su visita a México el pasado junio, cuando participó en la rueda de prensa internacional organizada por el periodista Jaime Maussan.
El informe en cuestión fue firmado por el Dr. Alexander Cherkinsky, investigador con más de treinta años de experiencia en análisis isotópico en el Center for Applied Isotope Studies de la Universidad de Georgia. Según este, una muestra de resina extraída de la esfera fue datada en unos 12.560 años de antigüedad.
Esa cifra sitúa el origen del material en pleno Dryas Reciente, un periodo marcado por un abrupto enfriamiento global, la desaparición de numerosas especies de megafauna y el despertar simbólico de la humanidad, que apenas comenzaba a construir templos como el enigmático Göbekli Tepe. Un contexto histórico que no hace sino aumentar el misterio que rodea a la ya polémica esfera.
De confirmarse la autenticidad de la datación, el hallazgo situaría a la esfera de Buga en el núcleo mismo de los relatos sobre cataclismos ancestrales, diluvios universales y civilizaciones olvidadas que Graham Hancock ha popularizado en su serie documental de Netflix. El mensaje sería demoledor: no estaríamos ante un simple objeto moderno disfrazado de reliquia, sino ante una pieza tangible de un pasado borrado de la historia oficial.
El problema de la resina
Pero la ciencia, como suele ocurrir, tiene menos poesía que la especulación. Diversos químicos han advertido sobre una cuestión técnica clave: las resinas industriales, lejos de ser inocuas, pueden alterar seriamente los resultados de las pruebas de radiocarbono. La mezcla de compuestos biológicos con derivados del petróleo no es inocente. En una resina con apenas un 22% de carbono de origen biológico y un 78% sintético, el resultado podría ser engañoso: una antigüedad ficticia que se remonta, por una ironía química, a unos 12.500 años.
¿Estamos ante una coincidencia improbable o simplemente frente a una muestra de química básica mal interpretada —o deliberadamente distorsionada— para alimentar el mito?
Desde el campo de la investigación alternativa tampoco han faltado críticas. El investigador Patrick Jackson, autor de Quantum Paranormal, obra centrada en el fenómeno de las esferas, fue tajante al opinar en X: “La esfera de Buga es falsa, y este papel también”. Según Jackson, el informe presentado por el Dr. Greer contiene errores tan básicos —como el descuido en el interlineado— que ni siquiera habría superado una revisión editorial básica.
Igualmente mordaz fue Javier Domínguez, conocido como Jadoga y habitual analista de imágenes en el programa Extraterrestres: ellos entre nosotros de DMAX. En su cuenta de X escribió: “No solo no saben escribir bien el nombre de la empresa en el informe, ¡sino que citan datos de un análisis de foraminíferos, es decir, conchas marinas!”. Un detalle que roza lo absurdo.
Y, en efecto, el informe fechado el 19 de septiembre de 2025 contiene errores formales llamativos: el nombre del cliente figura mal escrito y, lo más curioso, menciona el análisis de foraminíferos —microfósiles marinos— cuando se suponía que la muestra era de resina. ¿Qué se ha analizado realmente? ¿La misteriosa esfera... o una muestra completamente distinta?
¿Un artefacto imposible?
La esfera de Buga ya había sido presentada antes como un supuesto “orbe imposible”, una anomalía que desafiaba la cronología conocida. Hoy, con la aparición de esta nueva datación —cuestionada y confusa—, el objeto vuelve al centro del debate. ¿Estamos ante una reliquia auténtica de una civilización desaparecida o simplemente ante otro caso más en la larga lista de artefactos imposibles promovidos por Jaime Maussan, que suelen colapsar bajo el peso del escrutinio?
Quizás, lo más inquietante no sea la datación en sí, sino lo que revela este tipo de episodios. Una y otra vez, vemos cómo la frontera entre la arqueología alternativa y el sensacionalismo mediático se vuelve cada vez más tenue, desdibujada por intereses, creencias y la necesidad de asombro en tiempos de escepticismo.
Porque si la esfera es real, la pregunta se vuelve vertiginosa: ¿quién la construyó? ¿Para qué? ¿Cómo sobrevivió tanto tiempo sin ser descubierta?
Y si no lo es… entonces, probablemente, Jaime Maussan ya esté preparando su próximo espectáculo.