Literatura

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«Anatomía sensible»: mapa para reimaginar los cuerpos

Andrés Neuman traza un viaje corporal donde regiones olvidadas cobran sentido

El poeta argentino afincado en Granada, durante la entrevista en Sevilla
El poeta argentino afincado en Granada, durante la entrevista en SevillalarazonManuel Olmedo

El codo reivindica su espacio en un mundo donde goza de un protagonismo irrelevante. «Algún día hará su pequeña revolución sexual», asegura Andrés Neuman con palabras cargadas de tanta seriedad como ironía. «Vivimos como si no hubiera codo y, sin embargo, viene a ser el sostén de la espera. Y no obtiene ningún reconocimiento», remarca el poeta argentino afincado en Granada, que en «Anatomía sensible» reimagina los cuerpos dotando a las «regiones periféricas» de la atención que nunca tuvieron. Y quizá no vuelvan a tener. «No pretendo que ese cambio sea de hoy para mañana» admite sobre su intento de lograr que «el campo de batalla social» que es el cuerpo «se amplíe más allá de los genitales».

A lo largo de sus páginas, ensalza la caspa –«piñata que celebra cuando alguna idea nos visita»–, el pelo –«a semejanza de la salud o el dinero, solo comprenden su valor quienes disponen de muy poco»– o hace «soberana» a la barriga porque «enseña a amar la realidad». En su recorrido corporal, Neuman no escatima halagos hacia la variabilidad de las características que nos componen y cuestiona el «canon» al que ha sucumbido, asegura, incluso nuestra imaginación. «Hay una especie de malentendido con qué es un cuerpo normal porque lo que se suele llamar ‘buen cuerpo’ prácticamente no existe. Hemos llegado a un punto de representación del cuerpo donde el 99% de la gente tiene que sentirse rara con respecto al suyo, cuando en realidad están estadísticamente en el lado de la normalidad». Y remata: «Los cuerpos diferentes, que en todo caso habría que examinar en su rareza, son los del anuncio».

Durante siete años fue escribiendo este relato en prosa altamente poético, conforme se modificaba su concepción del cuerpo humano, testable en cada obra que fue publicando. «Si no somos capaces de poetizar el 99% de los cuerpos reales que caminan la calle, entonces no tenemos mucha idea ni de poesía ni del cuerpo», dice resumiendo el origen del libro. Neuman juega a «imaginar la redistribución simbólica del cuerpo, donde el codo tuviese tanto prestigio y repertorio metafórico como una espalda o incluso una nalga». Tarea muy complicada, a su entender, en una sociedad donde las imposiciones «cosméticas» a las que no llega la naturaleza, las marca un programa de retoque fotográfico como el Photoshop. Su inspiración vino también de ese dios de nuestra sociedad junto a los filtros de imágenes popularizados por los móviles. Un extracto del conocido programa precede el viaje corporal que propone el escritor: «Pasa de estado imperfecto a resultado espectacular en unos segundos. Haz que los elementos no deseados desaparezcan en un solo trazo». «Es una cita que suena prácticamente nazi, de un autoritarismo atroz. Se me ocurrió ponerlo en contraste con la cita de Cynthia Ozick». Frente al borrado del cuerpo, la escritora estadounidense proclama «nadie está por encima de la ropa sucia». «Habla de todo eso no deseado. Es como si la cosmética se hubiera comido el terreno de la estética», opina Neuman, que emplea el recurso del cuerpo para ofrecer un retrato de la sociedad de lo homogéneo. «Es una sociedad con sus élites privilegiadas por la tradición, en este caso poética. Me divertía imaginar que si todo cuerpo fuese un país siempre hay regiones más desatendidas o menos pobladas por la belleza oficial», defiende.

Joven, esculpido y muy delgado. Ese es el modelo corporal que provoca peleas internas desde la adolescencia, prolongadas hasta una madurez que no encuentra reflejo para exhibirse. «La gente mayor rara vez se siente visibilizada. Hay que disculparse por cumplir años o porque tu cuerpo evoluciona de manera natural –critica el autor–. Hay un proceso de invisibilización pública del cuerpo tal y como es». Neuman se rebela contra eso: «En los discursos artísticos es muy poco el espacio que se le dedica a los espacios no normativos. Lo ves en las escenas eróticas del cine o la literatura, que están siempre con una luz de anuncio y los cuerpos que vemos son extremadamente jóvenes o de gimnasio. Esa especie de borrado del cuerpo en el día a día también se transpira en la representación de los cuerpos imaginarios», un fenómeno que denomina la «‘photoshopización’ de la memoria». «Nos cuesta imaginar cuerpos distintos y visibilizar el deseo por ellos», lamenta. Su conclusión es que «en general nos relacionamos poco y mal con nuestro cuerpo», exceptuando aquellas parcelas históricamente veneradas. Ante eso, entre múltiples alternativas propone «la nariz como utopía», ese «primer centímetro de nuestro futuro» donde hasta el grano que la adorna obtiene su momento de gloria.