Andalucía

La difícil convergencia con el resto de España

Los 40 años de autonomía no han conseguido salvar la brecha económica entre la comunidad y las demás regiones del territorio nacional

Sólo es una mesa de socios políticos
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Más de dos millones y medio de andaluces votaron a favor del autogobierno hace ahora 40 años, un proceso que se entendió como herramienta clave para la modernización de Andalucía. El pueblo andaluz decidió acceder a la autonomía por la denominada «vía rápida», establecida en el artículo 151 de la Constitución y que en un principio estaba reservada a las denominadas nacionalidades históricas. Transcurrido todo este tiempo, ¿ha servido la autonomía para mejorar los indicadores económicos de la región? Y sobre todo, ¿ha contribuido a la necesaria convergencia con el resto de España? Manuel Pérez Yruela, sociólogo y ex portavoz del Gobierno andaluz, sostiene en su artículo «Cambio y modernización social en Andalucía», publicado por el Centro de Estudios Andaluces, que «una Andalucía moderna se abre paso entre los restos de viejos problemas que, aunque van quedando atrás, no han desaparecido del todo».

Si comparamos los principales registros económicos del año 1980, cuando se votó en referéndum la iniciativa autonómica, con los de este año y finales de 2019 se puede comprobar que la brecha entre Andalucía y España sigue más abierta que nunca, a pesar de los avances alcanzados. El peso de la región en el Producto Interior Bruto (PIB) nacional apenas ha variado, puesto que en 1980 se situó en el 12,8 por ciento y en 2018 en el 13,3. Sin embargo, la tasa de paro ha aumentado, uno de los problemas que más preocupan a los ciudadanos. Hace 40 años alcanzaba el 17,4 por ciento y ahora, a cierre de 2019, llegó al 20,8. Este registro es de los más altos de España, situándose la media en 13,7 por ciento, cuatro puntos menor que el registro andaluz. La comunidad cerró el año pasado con 823.000 parados. En 1980, los profesores Santiago Roldán, Juan Muñoz y Ángel Serrano, en su artículo «La decadencia económica andaluza», pusieron el acento en la «escasa articulación existente en la economía andaluza, que se comporta en la práctica como una estructura productiva típica de un área subdesarrollada». Todo ello a pesar de que hasta la mitad del siglo XIX la economía andaluza «ocupaba un primerísimo lugar –generalmente desconocido– entre las diferentes regiones españolas». Su decadencia a nivel económico coincide con el desarrollo del capitalismo en España, generándose una serie de particularidades que provocan un atraso endémico, como la falta de industria y una excesiva dependencia del sector primario.

El economista Lorenzo Bernaldo de Quirós, en su artículo «El drama andaluz», apunta algunas claves relativas a la escasa convergencia del sur de España. «El retraso de Andalucía es el producto de un sistema que fomenta la acción de los buscadores de rentas en lugar de estimular la creación de riqueza». Igualmente, apunta que «el omnipresente intervencionismo de la Junta, unido a la construcción de una gigantesca maquinaria de transferencias, destruye los incentivos al desarrollo». Todo ello le lleva a concluir que «Andalucía no tiene ninguna incapacidad crónica o natural para crecer, generar riqueza y puestos de trabajo» y achaca la situación generada ya avanzada la autonomía a los «escasos» incentivos a los empresarios y a la «elevada» presión fiscal.

El escenario que se presenta este año no es el más optimista, tanto que los expertos pronostican que no se avanzará en la convergencia con España. Así lo apuntó recientemente el Observatorio Económico de Andalucía (OEA). La desaceleración que sufre la economía andaluza desde mediados de 2019 «se intensificará» este año, de forma que crecerá un 1,6%, cinco décimas menos que el 2,1 por ciento con el que se cerró el ejercicio pasado. Este crecimiento será igual que el previsto por el OEA para la economía española, por lo que la comunidad autónoma no ganará convergencia, a diferencia de lo que ocurrió en 2019. Precisamente, en ese ejercicio el PIB andaluz aumentó una décima más que el español. A los componentes habituales de la economía andaluza se suman una serie de «elevadas incertidumbres internacionales», según OEA, que marcarán los próximos meses, por lo que la autonomía se sigue enfrentado a retos y no pocos peligros.

Europa continúa lejos

España entró en la Unión Europea en 1986 y, desde entonces, la convergencia de Andalucía con el resto de regiones del ámbito comunitario también ha sido complicada. La comunidad autónoma ha recibido en todo este tiempo más de 102.000 millones de euros en fondos comunitarios, todo ello pese a la ampliación de la UE a zonas de menor PIB. Andalucía apenas supera el 68% de la renta media europea. Con Susana Díaz como presidenta, Andalucía volvió a ser una región de máxima prioridad, tras salir de este vagón de cola antes de la crisis. Durante la recesión, la comunidad perdió 12 puntos porcentuales en lo que a convergencia se refiere. En 2007 estaba en el 79 por ciento, lo que motivó que Andalucía dejara de ser objetivo 1. La pobreza es un indicador fundamental, y en esto la región no sale muy bien parada. Según el índice europeo, Andalucía pasó de un 31,6 por ciento de población en riesgo de exclusión social en 2005 a un 41,7 más de una década después. Un aumento de 10 puntos. La tasa andaluza está por encima de países como Rumanía (38,8 por ciento), Turquía (41,3), Bulgaria (40,4), Serbia (38,7) o Grecia (35,6). El índice andaluz es casi 14 puntos superior al 27,9 de la media nacional. Por tanto, Europa, e incluso las restantes comunidades autónomas españolas, siguen quedando lejos.