Literatura
Fermín Bocos: «Sepa usted quién está detrás de los medios y extraiga ahí sus conclusiones»
El periodista y escritor publica la novela “Algo va mal”, un thriller situado en los años previos a la guerra de Irak
El periodista Fermín Bocos (Valderredible, 1949), para muchos la voz de los informativos durante décadas, se precipita a destripar los tejemanejes entre los medios y los poderes político y económico en su última novela «Algo va mal» (Destino). Un thriller previo a la guerra de Irak que transporta al lector desde el robo de arte a una reunión del Club Bildelberg pasando por el Berlín de la Stasi.
Con personajes policíacos como Gabriel Montañés o el Marsellés, ¿le picaba el gusanillo de ponerse en la piel de un policía o un magnate?
Esta novela es el inopinado resumen de mis conocimientos de lo que es la profesión. Es un thriller, entonces el marco genérico es el poder, la política, la relación con los medios y la corrupción de fondo haciendo honor al canon literario, porque si hay un asesinato habrá que investigarlo y ese es el nudo de la trama.
¿Cuánto hay de realidad y ficción?
Ficción toda y esto es lo que precede a la realidad. La ficción es el silencio que precede a las tormentas. «Algo va mal» no es una novela moralizante.
¿La novela es un hastío de su experiencia profesional?
No. El autor de la novela estuvo en la guerra de Irak pero no ha participado en las reuniones del Club Bilderberg. Si la novela sucede en los alrededores de la guerra de Irak fue en el año 2003 y el muro cayó en 1989 ahí está la intriga. El conocimiento de las relaciones entre los medios y la política es un destilado de muchos años de oficio.
Eso se puede palpar en la novela. Entre los factores que condicionan a los periodistas está la opresión que convierte la independencia en sumisión, consecuencia de los juegos de poder. ¿Hay alternativas?
Si, aunque la diferencia es el precio a pagar. Este libro invita a reflexionar. Los medios ayudan a instalar miedo en la sociedad. En el caso de la guerra de Irak fue el famoso asunto de las armas de destrucción masiva. Seleccionar las noticias lo que hace es encarrilar para que el espectador crea que tiene una opinión suya pero ha sido inducida.
¿Ha cambiado algo en estos veinte años el tratamiento informativo de los medios?
El llamado periodismo ciudadano es la competencia a los medios de comunicación clásicos. Un periodista sabe que una información hay que contrastarla frente al espontáneo que pilla una foto y si la cuentas en tu medio puede ser una «fakenews».
Pero, ¿deberíamos llamarlo periodismo?
La crisis en la comunicación ha simplificado el proceso. Sin el contexto, con la imagen te pueden colar el gol. La pretensión de que cualquier espontáneo puede sustituir a un profesional de la comunicación es la muerte anunciada del periodismo. El telespectador ha ido aceptando esa degradación hasta el punto de que lo más barato es acabar en una tertulia hablando de lo que no se sabe.
¿Cuánto depende de los políticos?
Hay uno en el libro que dice que no le preocupa la sangre, lo que le preocupa es la tinta.
Sin ir más lejos el crímen político de Jamal Khashoggi.
Un crímen por encargo en términos que llevado a la novela habría parecido una exageración.
Es decir, que la ficción no está tan lejos de la realidad...
Al revés, esto es una crónica aplazada de la realidad.
Podría ser una crónica atemporal.
Puede ser que sí.
La agenda y la línea ideológica de cada medio hacen una interpretación de la realidad, algo que las esferas políticas parecen asumir como ataque. ¿Afecta a la calidad democrática de un país que se plantee el cierre de un medio?
A mí me parece una barbaridad. Cerrar un medio jamás lo apoyaría. Lo que hay que exigirle a ese medio es que se atengan a las normas deontológicas profesionales y si quieres un plus más: Sepa usted quién está detrás de todos los medios y a partir de ahí extraiga sus conclusiones.
Cuando salen a la luz mecanismos de control policial contra un grupo político, ¿se estremece la sociedad ante temas como las conocidas «cloacas»?
No hay nada que tenga más éxito que acertar con un titular, con una etiqueta. Si yo le pregunto a alguien, ¿qué es el «pin parental»? Es como una flechita clavada. Hay que preguntar el famoso «qui prodest», a quién beneficia, si perjudica a alquien es que beneficia a alguien.
¿La opinión pública es consciente de lo que suponen estos abusos de poder?
Lo malo de una novela con tanta verosimilitud es que cualquier parecido con la realidad quizá no sea pura coincidencia.
¿Algo va bien?
No quiero hacer un «spoiler». La realidad tiene elementos más que preocupantes y como no es una novela redentora, los buenos no se imponen sobre los malos, cada uno respira por su bien y, por desgracia, el mal nos acompaña desde siempre. La contrapartida es que nosotros aspiramos a ser los buenos.
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