Opinión
Ecuador y meridiano
“Atravesado el ecuador de la legislatura del gobierno de coalición, el gran descubrimiento a estas alturas es señalar que el PP ha fijado aquí, en el sur de España, su verdadera pose pública de liderazgo y su actitud formal ante el gobierno”
Si la política siempre pasa por precisas coordenadas ideológicas, una de sus mayores señas de identidad sigue siendo especialmente el talante del que gobierna. El talante con el que se enfrenta a las decisiones, con el que se persiguen los acuerdos y con el que se encara la realidad de los ciudadanos por difícil que ésta sea. Y atravesado el ecuador de la legislatura del gobierno de coalición, el gran descubrimiento a estas alturas es señalar que el PP ha fijado aquí, en el sur de España, su meridiano ideológico, su verdadera pose pública de liderazgo y su actitud formal ante el gobierno.
Si muchos agoreros del antiguo régimen nos avisaban del perjuicio que causaría a Andalucía un gobierno como el actual, nada mejor que constatar que se han cumplido ya dos años de la nueva legislatura sin que se hayan resquebrajado las paredes maestras del armazón del sistema. Antes al contrario, el gobierno de Juanma Moreno ha hecho gala de una moderación, un gusto por el consenso y un pragmatismo fuera de toda duda de los que, con hechos, viene subrayando su tarjeta de presentación. Ese nuevo talante, como gran aportación a la vida pública, ha dado calma a la política de la comunidad y ha terminado con el rodillo socialista demostrándonos, de paso, que ni la Junta de Andalucía era patrimonio del PSOE ni mucho menos lo era Andalucía. Y hasta a Vox, que irrumpió con inusitada fuerza en la nueva escena parlamentaria, hay que darle la legitimidad que le otorga su amplio apoyo social y su compromiso para entender y posicionarse ante los nuevos vientos del cambio.
Insiste Juanma Moreno que llegaba a la presidencia cargado de humildad y nadie podrá discutírselo. Porque, por desacostumbrados, hemos descubierto que efectivamente hay otra manera de ejercer el poder, con la humildad de llegar hasta donde se puede y la virtud de hacer las cosas hasta donde se debe. Y lo mejor de todo: persiguiendo hacerlas bien, que no es ser ajeno a los errores, que seguro que se han producido, sino afrontándolas con la suficiente sensibilidad para tratar de armonizar los intereses y los derechos de todos.
Treinta y siete años después hemos descubierto que había otra manera de gobernar Andalucía y que la alternancia no solo era posible sino también necesaria. Esa es la lección que, aunque tardíamente, hemos aprendido en el Sur. Meridianamente claro.
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