Cartel del Festival de Cine Africano

Tan cerca, tan lejos

Comienza el 17 Festival de Cine Africano, un certamen especial que ha sufrido diversas vicisitudes a lo largo de estos años y que suele recibir más buenas palabras que ayudas económicas

Hoy comienza el 17 Festival de Cine Africano, que cuenta con una doble sede, en Tarifa y Tánger además de una virtual en la plataforma Filmin. Se trata de un certamen especial, que ha sufrido diversas vicisitudes a lo largo de estos años, cambio de sede incluida, y que suele recibir más buenas palabras que ayudas económicas. Parece que ahora, tras una difícil travesía, se consolida como un referente necesario y puente entre Europa y África. Tras él se encuentra «Al Tarab», asociación sin ánimo de lucro nacida en Tarifa en 2003 que, entre otras actividades, ha impartido talleres de escritura de guiones de cine en Guinea Ecuatorial, Mozambique, Burkina Fasso y Marruecos. Además, todo su fondo documental y fílmico, formado por un millar de títulos, está depositado en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad de Sevilla para consulta de investigadores y público en general. Al frente de esta iniciativa se encuentra Mane Cisneros, integrante del equipo fundador del Festival de cine iberoamericano de Huelva, galardonada por la industria del cine nigeriano, desconocido en occidente pero de gran pujanza, y condecorada con el grado de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de la República Francesa.

Tan encomiable como esta labor, es la llevada a cabo por algunas editoriales para conseguir que África sea cada vez menos desconocida. Alpha Decay publicó la última novela de la sudafricana Kopano Matlwa, «Florescencia», en la que combina el drama familiar y personal de su protagonista con la crítica a la xenofobia que sufren en su país los inmigrantes de Zimbabue. Tras las buenas críticas cosechadas, la misma editorial decidió recuperar su primera obra, «Nuez de coco». Escrita cuando su autora apenas superaba la veintena, la novela refleja su temprana preocupación por las desigualdades sociales y la reivindicación de una identidad africana. Un registro diferente es el de Oyinkan Braithwaite, nacida en Nigeria y dada a conocer en España también por Alpha Decay. Tanto «Mi hermana, asesina en serie» como la recién editada «El bebé es mío» tienen en común, en su punto de partida, un conflicto familiar con repercusiones externas, así como el brillante empleo de la ironía y un cierto humor negro. Son historias que podrían suceder en cualquier lugar del mundo pero aderezadas con elementos locales como una sistémica corrupción policial o los habituales apagones en una gran ciudad como Lagos.

Perteneciente a otra generación, la también nigeriana Chimamanda Ngozi Adichie es la escritora africana de mayor reconocimiento. En España sus libros están editados por el sello Literatura Random House y es tan firme su apuesta por ella que algunas de sus obras se encuentran en más de un formato, siempre en cuidadas ediciones; el más icónico, «Todos deberíamos ser feministas», tiene una edición ilustrada para niños e incluso sirve de inspiración para una estupenda agenda del 2021. A la denuncia de la desigualdad, agravada por el peso de la tradición en la cultura y educación de su país natal, suma la necesidad de reivindicar la cultura africana frente al omnipresente discurso anglosajón que vivió durante su infancia. Además de breves ensayos, en esta misma editorial podemos encontrar sus aclamadas novelas, como «Medio sol amarillo», ambientada en la guerra de Biafra, y el libro de relatos «Algo alrededor de tu cuello», de deliciosa lectura. Pese a su prestigio como escritora, Chimamanda Ngozi Adichie debería ser más leída, al igual que las jóvenes Kopano Matlwa y Oyinkan Braithwaite, exponentes de una literatura de notable calidad.