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Amigos mientras dure la fiesta

La celebración de un 50 cumpleaños sirve al escritor Daniel Ruiz para dinamitar toda una vida de amistad en un día

El escritor Daniel Ruiz
El escritor Daniel RuizLa RazónLa Razón

Para cualquiera que haya crecido con el Hombre Araña –en aquellos años en España aún no era Spiderman–, la frase «un gran poder conlleva una gran responsabilidad» tiene un profundo significado, extrapolable a la amistad. Entre esa generación podrían encontrarse los personajes de «Amigos para siempre» (Tusquets), la nueva novela de Daniel Ruiz (Sevilla, 1978), un escritor «pegado a la calle» y empeñado en trasladar al papel la realidad social.

Escrita en la intensidad de la pandemia, en ella el lector está invitado a la fiesta de 50 cumpleaños que celebra un grupo de viejos amigos. Todo transcurre en un día, tiempo más que suficiente para desatar la tormenta que pondrá a prueba la amistad de toda una vida. «Yo me considero un autor muy de la calle, muy apegado al terreno, periodístico si se quiere, cuento historias que tienen que ver con la contemporaneidad. Necesito la calle porque escribo de la calle», explica Ruiz. «Amigos para siempre» es otra demostración de esa literatura ligada a sus experiencias, personales y profesionales, de la que han salido otras exitosas como «Todo está bien», que aborda la corrupción política, o «La gran ola», un retrato del fenómeno «coaching» que decidió escribir después de «vivir en primera persona cómo muchas empresas estaban siendo tomadas por vendemotos».

«No soy un autor programático, funciono por cuestiones que en un momento determinado me producen sorpresa», dice sobre la temática de sus libros. En su última entrega, el «objetivo» es radiografiar a «las personas que sobreviven en la edad madura y evaluar de qué manera han envejecido», concretamente las que pertenecen a su generación, la de los nacidos en los primeros compases de la democracia española nacida tras la dictadura franquista.

La fiesta, a la que están convocados los cinco amigos y sus parejas en el chalé de lujo en el que vive el cumpleañero, deriva en un catalizador de las relaciones disfuncionales que mantienen. «No se dan cuenta de que no son esas personas ideales que imaginaban», dice sobre sus «amigos» de ficción, a los que somete «a una rendición de cuentas. Es la generación que ostenta ahora el poder y es una generación a la que no nos han puesto las cosas demasiado difíciles», resume Ruiz. Son aquellos que encontraban un trabajo acorde con su formación, que les permitió independizarse y tomar decisiones sobre sus proyectos de vida. «Fuimos muy egoístas porque nos ha importado una mierda lo que venía detrás. Nosotros no tuvimos un 15M, vivimos de la sopa boba», asegura el escritor, muy crítico con sus coetáneos. «Los mayores que nosotros por lo menos disfrutaron el punk y nosotros teníamos la versión almibarada, el grunge», rememora con cierta nostalgia. «Los personajes están instalados en un cierto estatus y viven una vida encanallada y cínica, sin que sean muy conscientes», relata. Como contrapunto y observadora externa, introduce a una chica más joven, que ejerce «como reproche de las generaciones posteriores», levantándoles el velo de autoengaño e insatisfacción que los envuelve.

«Tengo la impresión de que mi generación nunca llegó a matar al padre y eso se nota en la cobardía, en la forma que hemos tenido de reproducir muchos esquemas y en el reproche que se hace a las generaciones que vienen después. Les decimos que no tienen arraigo por nada ni compromiso. No estamos sabiendo entenderlos», asegura. «¿Cómo van a tener arraigo si no tienen las condiciones socioeconómicas para tenerlo? Los obligas a la movilidad y al desarraigo. No hemos sido capaces de darle el asiento suficiente a estas nuevas generaciones, quizá por los cambios de la eclosión capitalista», reflexiona.

La fiesta, el alcohol, las drogas, van sacando la cara oculta de parejas basadas en la mentira y amigos que no se soportan. «Hacen ver que todo está bien manteniendo relaciones anormales que se viven con apariencia de normalidad», unas relaciones viciadas que se mantienen pese a la infelicidad que provocan. «Son relaciones de poder, establecidas de la misma manera en la familia», donde los papeles asignados resultan difíciles de abandonar. «Están tan anclados en el pasado que les bloquea un futuro que nunca llega».

Un muestrario de personajes disfuncionales que Ruiz asegura haber detectado a su alrededor y que le resultan chocantes, como «matrimonios instalados en la mentira o la naturalidad con la que mucha gente convive con el alcoholismo o la cocaína, sobre todo en determinadas esferas de poder». Preocupaciones personales que van cristalizando en un relato crudo donde la honestidad se abre paso a codazos, aunque parezca demasiado tarde.