Retratos sin tiempo

Campo y poemas

Jacobo Cortines (Lebrija, 19469) estrena el poemario “Días y trabajos”

El poeta Jacobo Cortines
El poeta Jacobo CortinesLa RazónKiko Hurtado

Parsimoniosamente bajo el crujir de una y otra página, Jacobo Cortines (Lebrija, 1946) busca el poema «Extraño regreso» entre las hojas de su último poemario «Días y trabajos». Los versos corren entre la memoria y la desazón, entre el recuerdo de los años infantiles del campo lebrijano y las hileras de muertos que el Covid-19 dejaba en el Véneto. Lejos de la ciudad, por donde el Guadalquivir busca su muerte bajo el sol, pasaban aquellos días inciertos en los que la humanidad se la jugaba con el virus. «Queda detrás una ciudad fantasma/sin nadie por sus plazas ni sus calles», escribió entonces bajo el péndulo inagotable de la rueda de la vida. Una suerte de «meditatio mortis» desde la vejez a la vida futura que aguardaba en la barriga. La existencia retirada que en cierto modo cura a los que se alejan del bullicio urbano buscando la paz de los campos. «Creo que es una buena terapia, la vida retirada, siempre me ha gustado mucho vivir en el campo. Tengo un poema que se llama “La tentación” donde incita a perderse en los cerros blanquecinos de las verdes vides y ‘estar ajeno ante el dolor del mundo’. Eso no puede ser...». Una rutina casi cartuja en el despacho del padre, abierto al silencio frente a los ventanales del jardín y a la explanada de las adelfas, tardes de paseo a última hora bajo el cielo plomizo del estío y mañaneros en la dureza invernal hasta meditar y santificar el día. «Creo que el paseo pone las ideas claras, nos extralimita, pensar en lo que uno tiene en la cabeza me sirve para planificar, sobre todo en el campo, porque en la ciudad te distraes mucho». El futuro, esa losa incierta que nos acongoja, se presenta aún muy turbio. «No soy especialmente optimista, pienso que no se están gestionando las cosas bien y tendremos que aprender de muchos errores. Veo que se van a cometer los mismos despilfarros que en otras ocasiones». Volver al poema da en el centro del sentido al acabarlo el 6 de abril, el mismo día que Petrarca conoció a Laura. «Entonces acabé el borrador, porque luego fueron varias semanas de intensísimo trabajo de corrección». Un retrato del horror de nuestro tiempo bajo la exquisitez de lo sencillo, de una galería forrada de cal, silencio y partituras para piano.