Tribuna
La hora de Granada
El acelerador de partículas y la posible ubicación de la Agencia Nacional de Inteligencia Artificial son el primer paso para consolidarse como un referente en Ciencia
Esta semana que se ha ido han sido muchas las personas que, especialmente de fuera de Granada, me han escrito o llamado para darme la enhorabuena por la relevancia que Granada ha adoptado en materia científica, en dos aspectos predominantes, la consolidación del proyecto del acelerador de partículas y la posible ubicación aquí de la Agencia Nacional de Inteligencia Artificial. A todas ellas, además de agradecerles sus palabras, les he dicho lo mismo: esto no es flor de un día ni tampoco se ha logrado por una suma de azares.
Granada es una ciudad de Ciencia, no solo porque así lo reconozca el título recibido del Gobierno de España en 2017 que nos define como tal, sino porque atesora una de las tradiciones más importantes en nuestro país en el ámbito científico y de la innovación. Lo avala la Universidad de Granada, a punto de cumplir 500 años y la segunda mejor de España, y también los cinco centros del CSIC que están en nuestro suelo (por cierto, uno de ellos, el Instituto de Astrofísica, el único de Andalucía con la certificación ‘Severo Ochoa’). Lo curioso es que nadie se hubiera fijado antes, o para ser más justos, que nadie hubiese estructurado la estrategia de Granada y su proyecto de ciudad en base a ese potencial científico.
En el año 2016, cuando tuve el honor de convertirme en alcalde de Granada por primera vez, una de las primeras decisiones que tomé junto a mi equipo fue la de volcar todo el proyecto político del Ayuntamiento en reconocer ese potencial y convertirlo en la piedra angular del futuro de Granada. El Ayuntamiento que, en ese momento había sufrido un golpe muy duro por culpa de la corrupción urbanística, necesitaba revertir la pésima imagen fabricada por 13 años de una lamentable y devastadora mayoría absoluta del PP que terminó violentamente con la Guardia Civil en las dependencias municipales. Nuestro reto, por tanto, estaba muy claro: devolver la credibilidad al Ayuntamiento y dotar al fin de un proyecto político, social y económico a la ciudad tras ese periodo tan oscuro. La Ciencia era el camino más seguro. Seis años después, el tiempo nos ha dado la razón.
Granada necesitaba de ese proyecto y de un Ayuntamiento que liderara las alianzas necesarias para poner las bases de lo que hoy empieza a ser una realidad. De la mano de la Diputación, la Universidad, la Junta y el Gobierno de España y junto a los agentes sociales, hemos conseguido tejer una tupida red de acuerdos que, abandonando discrepancias fútiles, han situado a Granada como el sujeto activo de la única reivindicación posible, Granada, su progreso, su proyección a futuro y su crecimiento. De siempre se ha criticado la actitud pasiva o lastimera de los granadinos, algo que nunca he compartido y que siempre he rechazado. Granada es una tierra con unos atributos que la hacen única. Quizás, en lo que se ha fallado ha sido en no tener una estrategia compartida y unos objetivos claros para ella. Y sin negar la parte de culpa que nos corresponda, de nada sirve quejarse. Solo cabe hacer una cosa, trabajar y hacerlo sin descanso.
Desde que soy alcalde de Granada he tenido que escuchar en no pocas ocasiones que intentamos abarcar demasiado, que pecamos de ambiciosos. Lejos de tomarlo como una crítica, para mí eso es un halago porque soy un firme convencido del valor de la ambición colectiva en la política. ¿Es demasiado arriesgado ambicionar transformar el modelo productivo de una ciudad como Granada, tan dependiente del Turismo o de los servicios, y hacerlo desde un Ayuntamiento? Es posible, pero en 2016 nos fijamos convertir a la Ciencia en el principal combustible de la economía granadina y hoy nadie discute que nuestra provincia está a punto de convertirse en la sede del proyecto científico más importante de Europa; o que, como dijo la propia ministra de Ciencia, en su reciente visita a la ciudad, la posición de Granada como capital de hecho de la Inteligencia Artificial, gracias al prestigio mundial de la UGR y de sus investigadores e investigadoras en este campo, es indiscutible.
¿Es demasiado osado hablar de creación de empleo desde un Ayuntamiento siendo consciente de sus prácticamente nulas competencias en este ámbito? Quizás, pero nadie podrá negar que la disposición de un Consistorio para liderar alianzas que permitan la llegada de proyectos tan importantes como los que empiezan a verse en Granada permite abrir oportunidades de empleo –de un empleo cualificado y de calidad– que repercuten directamente en la población.
El futuro es para quienes se arriesgan. Ahora que Granada vuelve a latir, tenemos que aprovechar la oportunidad que nos abre esta crisis. Lo que empezamos a ver debe ser el primer paso para que Granada se consolide como lo que ya es para aquellos que la conocemos bien, un espacio referente en Ciencia e Innovación, que abre sus puertas de par en par a empresas líderes en estos sectores, que ven en Granada un espacio idílico y una aliada necesaria para el desarrollo de sus proyectos, en el marco de un ecosistema propicio en el que la Ciencia ha tomado un espacio preponderante como eje vertebrador de una economía destinada a revolucionarse y crecer, permitiendo que Granada sea uno de los espacios del nuevo renacimiento industrial español con un porvenir más nítidamente desarrollado.
*Francisco Cuenca es alcalde de Granada
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