Economía
La biomasa del olivar apunta a un negocio de 400 millones de euros en España
El aprovechamiento energético de los desechos del olivo es renovable, rentable y evitaría «apagones» como el que sufrió todo el país el pasado 28 de abril
El aprovechamiento de los subproductos del olivar podría generar un volumen de negocio cercano a los 400 millones de euros anuales, según los cálculos del profesor y consultor energético José Antonio La Cal Herrera. Esa cifra resume el potencial de una energía renovable que transforma los residuos agrícolas y ganaderos en una fuente estable de calor y electricidad y que, en Andalucía, encuentra su mayor bastión.
La Cal, doctor en Ingeniería Industrial, fundador y CEO de la consultora Bioliza y profesor de la Universidad de Jaén, explica que la biomasa «es cualquier tipo de materia orgánica de origen animal o vegetal que se haya generado como consecuencia de un proceso previo». En el caso del olivar, señala que «cuando termina la cosecha, se poda». Lo que queda son ramas de olivo, «una fuente de biomasa de origen agrícola», que pueden aprovecharse de diferentes formas. Por ejemplo, la rama «se puede trocear y convertir en astillas para producir calor o energía eléctrica mediante un proceso llamado combustión. O se pueden transformar en gas mediante un proceso llamado gasificación», añade.
Alperujo, huesos de aceituna, ramas y orujillo: los subproductos del olivar
El experto detalla que, además de las ramas y hojas, el propio proceso industrial del aceite genera subproductos con valor energético. «En una almazara producimos aceite de oliva y lo que queda -residuos- se llama alperujo, un subproducto con una gran cantidad de agua». Ese material, sigue el profesor, «puede destinarse a la producción de biogás para producir energía térmica y eléctrica o podemos convertirlo en biometano e introducirlo e inyectarlo en la red». Según precisa, «siempre vamos a tener una aplicación final que va a ser térmica, eléctrica o de movilidad, como ocurre con los biocombustibles que se obtienen a partir de la biomasa».
Respecto a esto último, La Cal recuerda que «ha habido ensayos de Airbus en el Aeropuerto de Sevilla con un biocombustible producido a partir de huesos de aceitunas (SAF)». Ese ejemplo demuestra que «podemos utilizar esa astilla de un olivo de Jaén para calentarnos, que es lo que hacían nuestros abuelos, o podemos convertirlo en un biocombustible con el que podemos volar a Estados Unidos».
Así las cosas, el sector oleícola español, recuerda el investigador, genera cada año millones de toneladas de material aprovechable. Calcula que los 2,6 millones de hectáreas de olivar existentes en España producen «6,2 millones de toneladas de alperujo, 4,5 millones de toneladas de restos de poda, un millón de toneladas de huesos de aceituna o dos millones de toneladas de orujillo». En conjunto, son más de 13 millones de toneladas anuales de biomasa que, según La Cal, permitirían construir hasta 40 plantas de biogás con una producción estimada de 4.000 gigavatios hora, lo que generaría un volumen de negocio de 400 millones de euros. En el caso andaluz, se trata de una oportunidad económica y tecnológica «enorme» para la región, siempre que se haga «de manera sostenible», recuerda.
El Informe de Infraestructuras Energéticas de Andalucía 2025, elaborado por la Agencia Andaluza de la Energía, confirma que la comunidad lidera la biomasa térmica y eléctrica en España. Actualmente existen más de 29.000 instalaciones térmicas –entre calderas, estufas, secaderos y generadores de aire caliente– con una potencia conjunta de 1.848 megavatios. En biomasa eléctrica, Andalucía cuenta con 17 plantas que suman 274 megavatios, concentradas principalmente en Jaén y Córdoba.
Pese a esa posición destacada, el desconocimiento sigue siendo una barrera. La Cal observa que «la gente conoce la energía renovable a todos los niveles y la asocia a la eólica y a la solar, pero no al olivar». Considera que hace falta «mucha pedagogía para que cuando una persona llegue a su pueblo y vea una fábrica de biogás o biometano no se asuste». Según el experto, estas plantas transforman residuos agrícolas o ganaderos en gas renovable «sin emisiones ni residuos», con una tecnología «100% renovable porque –y hace referencia a su explicación inicial- en última instancia la biomasa proviene del sol».
En lo que respecta a la parte empresarial, Joaquín Morillo, director operativo del Grupo Oleícola Jaén, explica que su empresa «viene desarrollando la actividad oleícola desde 1982» y que, solo cuatro años después, comenzó a dedicarse al tratamiento de subproductos. «En una aceituna, el 20% es aceituna y el 80% es subproducto, lo restante al aceite de oliva», comenta. Ese material, dice, hay que «aprovecharlo, eliminarlo y tratarlo».
¿Cómo es el proceso industrial?
Morillo califica al alperujo como «una biomasa muy valiosa que se suele utilizar a nivel doméstico para calefacción». El alperujo deshuesado y desgrasado se seca de nuevo y se lleva a una extractora química para obtener aceite de orujo y orujillo, «la pulpa de la aceituna», que suele destinarse a plantas de generación eléctrica.
El resultado es un sistema en el que casi nada se desperdicia. «Es un sector viable y rentable», afirma. «Lo que determina su viabilidad es el precio del aceite de orujo y la biomasa; cuanto más cara está la biomasa, más valor tiene el alperujo». En este sentido, el empresario recuerda que la guerra de Ucrania, con el alza del precio de las energías, impulsó el valor de la biomasa.
Por otro lado, Morillo defiende un mayor protagonismo para esta fuente energética. «España tendría que aprovechar más la biomasa, ya que solo un 5% de la energía eléctrica se genera con esta materia orgánica», sostiene. Asimismo, asegura que lo que hace diferente a esta fuente de energía es que, frente a la eólica o la solar, el impacto de este modelo es que «redunda en la economía rural de los pueblos».
Según el informe autonómico, Andalucía consume 451 kilotoneladas equivalentes de petróleo al año en biomasa y biogás térmicos. Jaén encabeza el uso, seguida por Córdoba y Granada. La mayor parte se destina a calefacción y procesos industriales, pero el número de instalaciones domésticas y de servicios crece cada año.
Para Morillo, la biomasa tiene ventajas que van más allá de la rentabilidad. «Es una energía renovable que tenemos todos los años y que proviene de nuestros campos y que redundaría directamente en la economía rural», insiste. También apunta a su papel ambiental. En lo que respecta a los bosques, «ayudaría a que estén más limpios y a evitar incendios». En el olivar, añade, «toda la poda que se hace en primavera, antiguamente se quemaba en el campo, generando emisiones no controladas».
Energía que se puede almacenar
El empresario destaca además que la biomasa «se puede administrar». «Es como tener baterías», adelanta, para explicar a continuación que «es una energía totalmente almacenable que se puede utilizar bajo demanda. El sol depende del clima, pero la biomasa la puedes gestionar». En su opinión, la generación de biomasa «estabiliza el puzle eléctrico», lo que puede «prevenir apagones» como el que ocurrió el 28 de abril de este año y reforzar la seguridad energética. La Cal coincide en ese diagnóstico. Considera que la biomasa es una materia prima abundante y versátil «a partir de la cual se puede generar energía térmica, eléctrica, agua caliente, vapor, aceites térmicos... una cantidad de aplicaciones enormes que hacen de la biomasa algo muy atractivo desde un punto de vista tecnológico, de rentabilidad e inversión económica», señala.
No obstante, el profesor de la Universidad de Jaén advierte que en España «hay desconocimiento» y «una tramitación burocrática excesivamente larga, que hace que muchas empresas lo vean como un freno». Frente a ello, considera que «haría falta apoyo público, al igual que se hace con la energía eólica y fotovoltaica». Andalucía, asegura, «está a la cabeza» en este tipo de instalaciones, pero apunta que otras regiones como Castilla y León o Galicia también son punteras.
«Hay que cambiar la mentalidad y ver negocio donde antes se veían problemas», opina La Cal respecto a la «utilización de esos desechos». Cree necesario «fomentar el desarrollo tecnológico, la creación de empresas y generar demanda de energía para que este proceso de transformación empresarial tenga trayectoria». A su juicio, «tiene que haber un marco normativo favorable para que las empresas inviertan –y puedan hacerlo– en biomasa».
El Informe de Infraestructuras Energéticas indica que el 68,7% de la potencia eléctrica instalada en Andalucía ya procede de fuentes renovables. Aunque la fotovoltaica concentra el mayor crecimiento, la biomasa se mantiene como una de las tecnologías más estables y gestionables del sistema. Su desarrollo se apoya en la disponibilidad constante de materia orgánica y en una industria agroalimentaria que genera grandes volúmenes de residuos aprovechables.
Para La Cal, los próximos años serán decisivos. «Van a ser años muy interesantes para la transformación, el desarrollo tecnológico, y la investigación en todo lo relacionado con la biomasa», afirma. Desde Bioliza, su consultora, trabaja en esa dirección. «Nos dedicamos a generar conocimiento y llevar ese conocimiento al mercado». La empresa realiza formación y gestión de proyectos, pero se dedican principalmente a la consultoría tecnológica sobre biomasa.
Tanto el investigador como el empresario coinciden en que Andalucía reúne todas las condiciones para consolidar esta energía renovable como un pilar de su desarrollo energético y económico. Morillo insiste en que el modelo beneficia al entorno rural y a toda la cadena productiva, desde las cooperativas hasta las plantas de energía. La Cal, además, destaca su papel en la transición hacia una economía circular real.