La entrevista

Elena Gallardo: «Las pantallas son ladronas de tiempo»

La dependencia del móvil genera «déficits en la atención sostenida y en la memoria de trabajo», señala la Doctora en Medicina y experta en el sistema nervioso central

Elena Gallardo
Elena GallardoLa Razón

Elena Gallardo es Doctora en Medicina y experta en el sistema nervioso central, además de directora médica de Pentallium Pharma. Repasamos el impacto de las redes sociales y las nuevas tecnologías en el cerebro, la educación de los hijos y la productividad en el trabajo.

La neurociencia no es la ‘ciencia de los neuróticos’, ¿verdad?

Dejémoslo en que no es del todo o nada correcta la definición (risas). Se trata de estudiar cómo funciona el cerebro y sacarle el máximo rendimiento a lo largo de toda la vida. Nos ayuda a entender procesos como la ‘poda sináptica’ que hacen que nuestro cerebro sea un órgano mucho más eficiente.

Sin darnos cuenta en nuestro día a día somos como una especie de ‘jardineros’ de nuestro cerebro. Hay una serie de funciones cognitivas básicas y motoras como el atender o sujetar una taza de café. Otras ejecutivas como tomar decisiones o planificar. En función de nuestras necesidades el cerebro va descartando y configurando la forma en que hacemos el día a día y toda la experiencia vital. «Use it or waste it» , usamos o tiramos, esta es la elección.

Y todo desde que nacemos.

El cerebro aprende todos los días. A coro, más afinadas o desafinadas, nuestras neuronas transmiten una ingente cantidad de información. Se va moldeando como si fuese una escultura en movimiento con las experiencias propias. Este proceso de maduración tiene una última etapa en firme a los 13 años, en plena «fiesta» de entrada a la adolescencia. Se termina de configurar en torno a los 21 años.

¿Qué podemos hacer para contribuir a una adecuada maduración del cerebro de los hijos?

Proveerles de experiencias, que jueguen, se caigan, se equivoquen y aprendan del error, que estén en contacto con la naturaleza. Proveerles de estímulos que les permita afilar la curiosidad. Y tener cuidado con la sobreprotección. En definitiva, proporcionarle un aprendizaje para facilitar la atención y ejercitar la memoria.

Atención y memoria.

El contexto actual está haciendo que dejemos de sembrarlas, entrenarlas e incluso de atenderlas. Cada vez nos escuchamos menos. Lo de fuera, el entorno, lo copa todo. Por una cuestión de evolución y supervivencia siempre estamos en alerta, con miedo. El ruido externo no nos permite ver el bosque interior.

Menuda competencia nos ha salido con las nuevas tecnologías.

Por ejemplo, está demostrado que la escritura manual afianza la memoria y ordena el cerebro. Ahora el teclado o el ‘mando’ es el rey en detrimento de la psicomotricidad que automatiza el movimiento de la mano. Algo tan simple como esto es lo que permite lograr más tarde desarrollar una buena ortografía o ganar en riqueza de vocabulario. Es el desarrollo motor y se entrena tanto en casa como en el colegio.

Y con las redes sociales ‘apaga y vámonos’.

Para que algo capte poderosamente la atención a nuestro cerebro sólo se necesitan tres estímulos: luz, sonido y movimiento. Así es fácil comprender cómo los reels de Instagram o los vídeos de Tik Tok captan la atención del cerebro de una manera sobrecogedora. A partir de ahí hablemos de casi dependencia al móvil, a otros dispositivos y sobreexposición en las redes.

Intuyo que tiene consecuencias a la hora de rendir en el trabajo.

La hiperconectividad tiene una cara amable, como el acceso a una gran cantidad de información o el ahorro de tiempo. Pero son tantos los estímulos que el cerebro se infotoxica. Acaba exhausto y si queremos ser eficaces, necesitamos estar ágiles mentalmente.

¿Afecta a la productividad?

Las pantallas, la hiperconectivdad y la sobreinformación son ladronas de tiempo. Generan déficits en la atención sostenida y la memoria de trabajo. No es mala la herramienta sino la gestión que se hace de ella.

¿Por ejemplo?

Se pierde productividad con la combinación de modelos de comunicación (email, whatsapp, teléfono...). O con la constante inmediatez y feedback al que estamos expuestos. Con tanta sobreexposición de luz, sonido y movimiento tenemos al cerebro agotado.